Conocí el trabajo a Arminda Arteta mucho antes que a la metódica historiadora del arte y a la encantadora persona. Fue a través de un Blog (cuando los Blog estaban de moda…) llamado “Lanzarote Inédito” que aún se encuentra disponible en la red para su lectura, aunque desafortunadamente, no cuenta con nuevas entradas desde 2019. Los contenidos del Blog estaban muy cuidados y hacían un repaso por distintos elementos patrimoniales, tradiciones y personajes de la isla de Lanzarote.
Luego tendría la oportunidad de disfrutar de su trabajo como investigadora y comisaria de diversas exposiciones. En particular recuerdo dos que me entusiasmaron. La primera de ellas fue en 2019 y se titulaba “La arquitectura como escenografía. La casa de don Fermín Rodríguez en el Puerto del Arrecife” donde repasaba la historia de la mansión de la calle Fajardo en una de las naves inauguradas en el malogrado Museo Arqueológico. La segunda fue “Sombrera”.
Se trataba de un homenaje a la mujer rural y costera de Lanzarote y se organizó en la Casa Amarilla en 2020. En esta exposición se visibilizaba el papel desempeñado por las mujeres, su trabajo imprescindible a lo largo de la Historia. Esta exposición me conmovió porque mostraba con claridad las contradicciones que suelen ofrecer las fuentes históricas con respecto a la realidad material, en este caso los documentos oficiales que reflejaban a las mujeres dedicadas solo a las tareas domésticas en contradicción con las fotografías en las que desempeñaban un arduo trabajo en distintos ámbitos y que era fundamental para el sostenimiento de la economía en la sociedad lanzaroteña de cualquier tiempo del pasado.
Pero Arminda Arteta es una profesional que ha demostrado su valía también en otros campos. La recuerdo, por ejemplo, como guía de senderismo interpretado en un inolvidable curso de Patrimonio organizado desde el Centro de Profesorado de Lanzarote a través del cual algunos profesores realizamos distintas rutas por la isla en las que supo sorprendernos al hacernos descubrir edificios, rincones y paisajes insólitos, desconocidos en ciertas ocasiones para algunos de nosotros, y en el que aprendimos muchísimo.
¿Y qué decir de su última aportación? Es un libro maravilloso. Se trata de una monografía titulada “Pancho Lasso. Primer escultor de Lanzarote” editada por Itineraria con diseño y maquetación de Vanessa Rodríguez González y publicado con la financiación del Gobierno de Canarias y los Centros de Arte, Cultura y Turismo del Cabildo de Lanzarote. Tuve el privilegio de acompañar a Arminda Arteta recientemente en la presentación de este libro en el Museo Internacional de Arte Contemporáneo de Lanzarote y esta posibilidad me proporcionó, sin pretenderlo, una respuesta para una cuestión a la que me enfrento casi a diario en mis clases en el instituto: ¿Para qué sirve la Historia? ¿Para qué sirve el trabajo de un historiador? Es la vieja pregunta que me han hecho algunos de mis alumnos decenas de veces a lo largo de los años.
Pero antes de responderla debemos hablar de un personaje que, hasta hace poco, había permanecido en la sombra: Pancho Lasso (Arrecife 1904- Madrid 1973) que fue un destacado escultor que incursionó en otras disciplinas como el dibujo, la pintura y la medalla. Fue el primer artista al que se concedió una beca del Cabildo para su formación en Madrid y allí, junto a Alberto Sánchez se convertiría en uno de los fundadores de la Escuela de Vallecas. La Guerra Civil le obligó a volver a Lanzarote durante unos años, en los que incluso mantuvo un vínculo importante con un joven César Manrique hasta que logró volver a Madrid, donde fallecería. Investigó en distintos lenguajes, en particular en el surrealismo telúrico y el realismo popular sin olvidar nunca la isla ni su compromiso ideológico. Pese a todos estos méritos y muchos otros tras su muerte se convirtió en una figura prácticamente olvidada, salvo por puntuales reconocimientos como el que le dedicó Santiago Alemán al proponer que la Escuela de Arte de Arrecife llevara su nombre o con la instalación de la reproducción de su escultura “Monumento a la Internacional” en las proximidades del Puente de las Bolas.
¿Y por qué fue olvidado Pancho Lasso? Como cualquier pregunta, por simple que sea, la respuesta es compleja y Arminda Arteta la desvela en el libro. Fue olvidado por varios motivos: sus orígenes humildes, lejos de los centros de creación artística de su época, su personalidad (al parecer se trataba de un hombre tímido y discreto) y la depresión por la época en la que le tocó vivir sumado a su compromiso político resultaron determinantes para ello. Sin embargo, mantener en el olvido una figura de esa talla nos empobrecía claramente como sociedad.
El objetivo de la Historia, desde la remota fundación de la disciplina por Heródoto y Tucídides en la Antigua Grecia es dejar testimonios para que no caigan en el olvido, en su caso de antiguas guerras y hazañas. Es una tarea de cada generación seleccionar aquellos hechos, aquellos personajes que no queremos ni debemos postergar.
La Historia nos permite, por lo tanto, conocer y comprender el pasado y, lo que es más importante, su influencia en el presente. Nos permite vislumbrar con mayor claridad quiénes somos. ¿Para qué sirve la Historia? Los trabajos de Arminda Arteta responden por sí solos a las preguntas: dar a conocer el patrimonio de la isla para que lo conozcamos, lo valoremos, lo enseñemos y tratemos de conservarlo; Sacar del olvido, recordar lo que nunca debimos olvidar, por ejemplo, a las mujeres con sus sombreras dedicadas a las faenas más duras fuera del hogar para sostener a sus familias durante siglos. Y solo cabe, en último término, darle las gracias por este último libro que es un acto de justicia, de recuperar la memoria, en este caso, la del escultor Pancho Lasso, de quien, con toda seguridad, aún hay demasiadas cosas que no sabemos. Quizás Arminda Arteta, u otro historiador en el futuro, lo podrán descubrir y nos lo podrán enseñar.