Opinión

Razones personales

No es tan difícil de entender la dimisión de Zebensuí Rodríguez, a pesar de que haya camuflado los motivos reales de su renuncia tras el socorrido recurso a los motivos personales.

Zebensuí llegó de la mano de José Montelongo, en una decisión de última hora. Montelongo quería alguien con un cierto relumbrón para completar su lista y se empeñó en buscar algún director de instituto. Varios fueron los que declinaron la propuesta hasta que, a final, alguien le sugirió el nombre de Zeben y éste aceptó.

Esa relación que surgió a última hora, y de manera casual, derivó en un vínculo muy intenso. Zebensuí era un recién llegado sin lazos en el partido y Montelongo había comenzado a distanciarse de la que anteriormente fue su gente de confianza. Repetía milimétricamente el recorrido del mandato anterior y no soportaba ningún tipo de cuestionamiento de sus decisiones ni en el partido, ni en el ayuntamiento. Pronto Zeben se vio convertido en su número dos de facto.

Montelongo sabía que con el tiempo se iba a enfrentar a dos problemas: la más que posible apertura de juicio oral por el caso Montecarlo y la elección de un nuevo secretario local de Arrecife, elección a la que no podía presentarse por haber agotado los dos mandatos consecutivos que fijan como límite los estatutos del PSOE.

Zeben surgió como una auténtica oportunidad y Montelongo comenzó a diseñar con el Clan del Gambrinus una transición tutelada por él. El objetivo era llevar a Zebensuí a la secretaría local de Arrecife, como palanca para garantizarle a José Montelongo un puesto de peso en la Ejecutiva Regional o, incluso, la secretaría insular del PSOE de Lanzarote. Por supuesto, si se llegaba a la apertura de juicio oral, Zeben era el hombre llamado a sustituirle, por encima de la actual alcaldesa, una mujer con criterio que no admitiría que Montelongo y el Clan del Gambrinus siguieran gobernando desde fuera del ayuntamiento.

Como dato que refuerza esta tesis, hay que poner de relieve que todas las negociaciones con los socios de gobierno en torno al Plan General, fueron llevadas directamente por Montelongo y Zebensuí, con el concurso del asesor del alcalde, Santiago Aristu, sin que el resto de concejales y el propio Comité Local de Arrecife conocieran nada de lo presumiblemente acordado.

Este cuidadoso plan no soportó el choque con la realidad. Los acontecimientos judiciales se precipitaron, sin tiempo para reaccionar. Montelongo perdió unos días vitales tratando de mantenerse en el cargo y sólo intenta la jugada de colocar a Zebensuí como alcalde tras perder el pulso que sostuvo con la secretaria insular. El castillo de arena fue barrido por la marea sin dejar rastro.

Zebensuí no daba todo por perdido, a pesar del revolcón sufrido por José Montelongo. Trató de organizar un grupo de concejales díscolos, pero se quedó solo. Reclamó para si el área de servicios sociales, pero se dio cuenta de que no sólo le consumía demasiado tiempo sino que, además, al estar localizada físicamente fuera del ayuntamiento le dejaba al margen del día a día de la institución. Terminó tirando la toalla.

Y sí, todo eso puede resumirse recurriendo a los manidos motivos personales, y no deja de ser cierto, pues motivos personales son su ambición frustrada por llegar a la alcaldía, su incapacidad para admitir que la líder socialista en el Ayuntamiento sea Eva de Anta, que Servicios Sociales le quede grande y que la secretaría general de Arrecife se revelara inalcanzable tras la pérdida de poder de Montelongo y el Clan del Gambrinus.

Al final, incapaz de hacerse con la herencia de José Montelongo, lo deja. Por motivos personales y con mucha rabia. Tanta rabia, que presentó su dimisión después de una semana sin rozarse por servicios sociales y con la venganza final de negarse a firmar toda la documentación que sus técnicos habían preparado durante esa semana, obligando a que repitieran el trabajo con los datos de la nueva concejal. Una joyita el caballero.