Para iniciar este artículo de opinión que sale desde el más profundo rechazo a la gestión del Gobierno actual, tengo que retraerse hasta el 2018. Ese año, España nos hizo ilusionar con una participación en el mundial de fútbol tras la decepción de 2014, pero los anfitriones rusos nos bajaron de la nube (quién nos iba a decir que pasaría luego con Rusia y Europa).
Pero quizá no fue el acontecimiento más importante, sino que hubo uno el 1 de junio de ese año que marcaría un antes y un después en el devenir de nuestro país. Ese día, en el Congreso de los Diputados se votó la moción de censura al Gobierno de Mariano Rajoy, impulsado por el PSOE y apoyado por infinitos partidos que buscaban, sin lugar a dudas, derrotar al PP bajo el paragüas, según decían, de la corrupción.
Mariano Rajoy demostró entonces el talante que hay que tener. Asumió y respetó que la democracia permite sumar mayorías y derrocar gobiernos. Ese día, le dio la mano a Pedro Sánchez, cogió su maletín, se despidió y abandonó la política tras gobernar desde el año 2011 con una aplastante mayoría absoluta.
Ahí arrancó la presidencia de Pedro Sánchez, quien con tan solo 84 diputados logró convencer a Unidos Podemos y sus confluencias, Esquerra Republicana de Catalunya, PDeCAT (actual JUNTS), PNV, Compromís, Bildu y a Pedro Quevedo de Nueva Canarias, quien consiguió su escaño yendo en las listas electorales del PSOE por la circunscripción de Las Palmas. En definitiva, que pactó hasta con el diablo con tal de gobernar. Lo que no sabíamos es que ese modus operandi era el que iba a seguir siempre, pasara lo que pasara.
Luego llegaron las elecciones de 2019 (las primeras), que se tuvieron que repetir porque pretendía gobernar en minoría porque él lo valía, siendo esta idea rechazada en dos ocasiones. Sin embargo, seis meses después y perdiendo tres escaños por el camino, sí vio con buenos ojos un Gobierno de coalición con Podemos, con un profundo abrazo con Pablo Iglesias que inspiró a Steven Spielberg para una nueva superproducción.
Y a partir de ahí, Sánchez fue a por todas. Pasamos de un “No gobernaré nunca con Podemos”, a un “Tenemos un gobierno de coalición por el cambio”. Gravitamos de las rotundas afirmaciones contra la amnistía de los delincuentes catalanes a votar en el Congreso por ella. Pasamos de tener una democracia a una auténtica barbarie, todo con el único fin: mantenerse en la Moncloa.
No considero que los españoles, sean de izquierdas o de derechas, se merecen tener un presidente como Pedro Sánchez. Pero todo este recordatorio de lo que ha pasado es para para poder hacer especial hincapié en el despropósito que vivimos actualmente, con un presidente impregnado de casos de presunta corrupción y, sobre todo, moralmente reprochables.
¿Como es posible que censuraran a Rajoy con bulos y ahora, con su mujer repleta de casos de presunta corrupción, con Aldama, Ábalos y hasta el mismísimo expresidente de Canarias manchados de la corruptela de las mascarillas y no pasa absolutamente nada?
No es de recibo, ni mucho menos, que el presidente se atrinchere cual marqués de La Oliva a un cargo con todo lo que le rodea. Sin mayoría, con cada vez más detractores, y con las manos manchadas de lo peor. Pero ahí sigue, sin ningún tipo de vergüenza.
Pedro Sánchez ha demostrado, y cada día más, que le da igual todo. Podríamos emular al meme de TikTok que dice “Porque te la pela todo”, que tan viral hizo la influencer Laura Escanes. Cualquier cosa vale, pactar con el que sea y mentir sin ningún tipo de pudor. Porque es un idea, anteponer la política del interés personal sobre el bien común.