Opinión

PALABRAS DE REYES

por VÍCTOR CORCOBA HERRERO Igual que los ríos van a la mar, las palabras van al corazón cuando han salido de adentro. La piedad popular capta de un modo intuitivo este tiempo: el valor de la ...

por VÍCTOR CORCOBA HERRERO

Igual que los ríos van a la mar, las palabras van al corazón cuando han salido de adentro. La piedad popular capta de un modo intuitivo este tiempo: el valor de la espiritualidad, el mensaje de solidaridad, el valor sagrado de la vida, el valor de la alegría y de la paz mesiánicas, el clima de sencillez, y de pobreza, de humildad y de confianza en Dios, que envuelve los acontecimientos del nacimiento del niño Jesús. No menos indiferentes suele dejarnos el tradicional mensaje del Rey, emitido al pueblo en la noche que se renueva la Nochebuena de Belén con palabras para compartir, en un momento en que la atmósfera es propicia para hacernos pensar interiormente. Este año ha dedicado su primer sentimiento, como es natural en todos sus discursos, a cuantos padecen cualquier tipo de dolor. Algo que sólo puede descifrarse por el camino del amor. Por eso es tan vital huir de los sinsentidos, de la contradicción y hacer de la solidaridad, más que una mera simpatía, la raíz -como un ligazón de raíces- que hace crecer el árbol de la vida. Necesitamos de esa pasión amatoria.

Como es de suponer, el Rey no se ha mordido la lengua y habló tan profundo como claro. Dijo que España es una gran Nación. En eso estamos. Un buen aviso para navegantes. Lo que conlleva, según mi juicio de valor, a una tarea que coloca a todos los responsables a entenderse y comprenderse, ante un hermoso y no menos exigente cometido de lograr una sociedad más justa, que achique las galopantes desigualdades que percibimos a poco que miremos alrededor nuestro; y así, permitir a todos los ciudadanos realizarse plenamente. No hay que bajar la guardia mientras un corazón se muera de pena o la violencia nos asalte en cualquier esquina. Desde esta perspectiva, es conveniente y saludable poner sobre el tapete la incoherencia de ciertas tendencias de nuestro tiempo actual que, mientras por un lado magnifican el bienestar de las personas, por otro cercenan de raíz dignidades y derechos fundamentales tan precisos para convivir como para vivir.

Nos ha legado una clave el Rey: Recurrir al diálogo responsable y sincero, dentro del respeto a nuestro marco constitucional, utilizando los cauces institucionales y democráticos, favoreciendo siempre el predominio de lo que nos une, nunca de lo que nos pueda separar, fomentando la concordia, el consenso y el respeto mutuo que han hecho posible nuestra estabilidad y progreso. Desde luego, las verdaderas conquistas sociales, o reconquistas poéticas, son las que promueven y tutelan la vida de cada uno y, al mismo tiempo, el bien común de la sociedad. En este sentido, no le faltó fuerza al Rey de todos los españoles para subrayar la permanente necesidad de actuar todos unidos, con grandeza de miras y espíritu solidario. Buena receta para preservar y ensanchar la armónica convivencia. Sólo la unidad vence las divisiones y multiplica la esperanza. Sin duda, una España unida siempre podrá afrontar mejor los numerosos y preocupantes problemas que puedan surgir, o que han surgido ya por querer parcelar reinados.

Si en Navidad nuestro espíritu se abre a la esperanza contemplando la gloria divina escondida en la pobreza de un Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre: es el Creador del universo reducido a la impotencia de un recién nacido; también las palabras del Rey, que reina pero no gobierna, nos han puesto alas de concordia en el camino y un cielo de sosiego para calmar posibles tempestades. Se agradece, Majestad. A mayor ahondamiento en la paradoja de la Navidad, descubrimos que la verdad nos hace libres y que el amor transforma la existencia. Bajo esa misma hondura de singularidad, yo he visto en las palabras del Rey, un deseo: redescubrirnos a nosotros mismos y abrirnos a los más desfavorecidos y vulnerables, que son los que más necesitan ser escuchados y atendidos. En todo caso, la propuesta de poner oído en el corazón del que nos llame a su auxilio, me parece buena apuesta y oportuno relanzar el amoroso sentido como sentimiento del alma.