Opinión

Paisajes de una huelga

Por Carmelo Jorge Delgado Ya está convocada la huelga general. Y ya empieza el coro de voces que a base de repetir la misma cantinela, convocatoria tras convocatoria, han pasado a forman parte del paisaje de las huelgas generales de este ...

Por Carmelo Jorge Delgado
Ya está convocada la huelga general. Y ya empieza el coro de voces que a base de repetir la misma cantinela, convocatoria tras convocatoria, han pasado a forman parte del paisaje de las huelgas generales de este ...

Ya está convocada la huelga general. Y ya empieza el coro de voces que a base de repetir la misma cantinela, convocatoria tras convocatoria, han pasado a forman parte del paisaje de las huelgas generales de este país.

Tres grandes líneas argumentases sostienen los discursos. Unos dicen que será inútil porque no conseguirá modificar la posición del gobierno, que amparado en su mayoría absoluta, no tiene porque negociar nada con los agentes sociales.

Este discurso, que el gobierno ha abrazado con fe de converso, contrapone la legitimidad del parlamento y del poder delegado en los partidos políticos y el derecho que asiste a la sociedad civil organizada, de participar e influir sobre el debate político, desde los instrumentos que el ordenamiento legal les otorga, precisamente, para ejercer ese derecho. En esta concepción de la democracia, los ciudadanos votamos y callamos hasta la próxima convocatoria electoral. Pero el modelo de convivencia social establecido en nuestra constitución va mucho mas allá y recoge el papel y los instrumentos de los que se dota a la sociedad para que el poder se ejerza sometido a equilibrios y controles. El parlamento es la representación de la soberanía popular pero ni siquiera ese poder es un poder absoluto. Frente a la legítima decisión de no ceder a la presión de la calle y en el mismo plano de legitimidad, se sitúa el derecho de la calle a seguir presionando hasta conseguir sus objetivos. Que el resultado de la confrontación legal y democrática, sea nocivo para el país no se puede achacar a una sola de las partes y menos a la que se muestra dispuesta a negociar.

El resultado de la contienda dependerá básicamente de la determinación de la sociedad española para defender su modelo de convivencia y personalmente creo que esa determinación es muy alta. Pero el hecho de que la contraparte se empeñe en anunciar la inutilidad de la huelga por anticipado, supone que coinciden con la previsión de un seguimiento masivo que evidencie el volumen del descontento y haga ineludible nuevas convocatorias.

Lo último que necesitamos en este país son salvadores que tengan claro lo que hay que hacer, y menos que quien gobierna se refugie detrás de la patria y de la soberanía popular. Por el contrario, se necesita con urgencia un liderazgo capaz de generar acuerdos y lugares de encuentro. Es hora de parar este disparate de recortes, imposiciones y decisiones unilaterales que están dividiendo al país y generando una fractura social que será la mas grave de las secuelas que pueda dejarnos esta crisis.

Partir del hecho de que solo existe una salida de la crisis y que solo un grupito de iluminados, en exclusiva, conoce la receta para la salida es un sofisma insultante para la inteligencia. Menos aun, cuando entre esos grupitos figuran personas que tienen una responsabilidad directa en la bacanal de especulación financiera que esta en la génesis de la crisis. En cualquier caso, la imposición de una formula por una parte de la sociedad a la otra, hacer recaer el peso de los sacrificios sobre los otros, es la peor de las opciones. Por un lado, porque ya se ha demostrado empíricamente que no solo no contribuye a la salida, sino que, por el contrario, hace el foso de la crisis mas hondo, nos empobrece a todos y dificulta en la práctica, el control del déficit y el pago de la deuda. Pero además, optar por este tipo de salidas supone renunciar al abordaje consensuado de la situación de manera que la salida sea de verdad equilibrada y justa como sostiene pretender el presidente del gobierno. La diferencia radica en que para el poder, su preclara conciencia y lucidez innata, si no directamente la inspiración divina, le dicta lo que es justo, equilibrado y necesario y para nosotros, esta banda de descreídos, el equilibrio se consigue cuando se alcanzan acuerdos entre los intereses confrontados y entre los representantes formales e institucionales de esos intereses.

Ya se vera por tanto la utilidad final de la huelga general del 29 M, por lo pronto sus fines no son imponerle a nadie la salida deseada por los sindicatos, sino abrir un proceso de negociación real en busca de un acuerdo que una a la sociedad española. Por el contrario, los detractores buscan determinar desde una mayoría parlamentaria un liderazgo político, moral e ideológico tan indiscutible, tan absoluto, que resulta incompatible con la democracia, y para el que, desde luego, no ha sido votado por los ciudadanos. El que se definió como presidente de todos, esta gobernando para unos y contra otros, se lo hemos dicho en la calle cientos de miles, se lo diremos millones durante la huelga y le recordaremos que nadie posee la exclusiva del interés general y que el presidente del gobierno, lejos de ser el propietario del mismo, debe ser su mas comprometido servidor. Sin nosotros, sin el concurso de los trabajadores y sus organizaciones, sin atender a nuestros intereses o pisoteándolos no se construye el interés general, de la misma manera que no se podría construir atendiendo solo a los nuestros.

El segundo eje argumental tiene que ver con el momento, especialmente grave, y en consecuencia especialmente inoportuno para una convocatoria de huelga. A esta línea argumental se apuntan preferentemente y por este orden, la patronal, el gobierno y algún que otro experto, de esos que defienden el despido libre mientras ellos tienen indemnizaciones de ocho ceros. Dejemos de lado el hecho de que ni una sola vez en la historia la patronal ha considerado ningún momento, como momento " para huelgas" aunque resulta imposible de resistir la tentación de recordar al amable lector que cuando uno, invariablemente, convocatoria tras convocatoria, alude siempre a la inoportunidad del momento, pasa a formar parte del paisaje ce la convocatoria, que se haga cuando se haga y frente a lo que se haga siempre será inoportuna.

Si por el contrario, se refieren a la especial dureza de esta crisis y al año especialmente duro que, al parecer, nos espera, lo que ha resultado especialmente inoportuno es la aplicación de las severas políticas de recortes de gasto y de derechos colectivos, que han hundido a la Unión Europea en la recesión y de las que nadie se hace responsable. Especialmente inoportuna es la tentación de gobernar desde el autoritarismo más ramplón y desde la grotesca reafirmación del pensamiento económico único, en el preciso momento en el que la viabilidad del ultraliberalismo y la pretensión de jíbarizar los espacios públicos, se tambalean frente a la presión social y la inevitable tozudez de la realidad.

Pero cuando rizan el rizo del esperpento y atraviesan una peligrosa frontera los detractores de la huelga es cuando vuelven a monopolizar el concepto de patria para tildar de antipatriota a cualquiera que les lleve la contraria. Este hilo seguido desde la dirección del Partido Popular y desde las tribunas mediáticas que los alienta, vuelve al concepto abstracto de patria que ya no tiene que ver con el bienestar y la igualdad de sus ciudadanos sino con la propiedad de banderas y símbolos que a base de monopolizarse se van desprendiendo de legitimidad.

Mucho cuidado deberá tener la derecha consigo misma y todos con ella, no vaya a ser que embobados por la mayoría absoluta, crecidos por la debilidad extrema de la oposición política, engañados por sus jaleadores vuelvan a considerar España como la finca de sus caprichos, vuelvan a su eterna tentación del pensamiento único, de la moral única, convencidos de que pasaran por encima de todo, de que acabarán con todo sin resistencia, porque cada vez que han cedido a esta tentación el país ha perdido una generación de sus habitantes, una oportunidad para el progreso y cincuenta años para su historia.

*Carmelo Jorge Delgado, secretario de Economía y Políticas Secoriales de CCOO Canarias.