Opinión

MÁS SEGURIDAD EN LA VÍA PÚBLICA

Nos hemos acostumbrado a las imágenes televisadas de gente muriendo diariamente en conflictos armados: Irak, etc. También nos hemos acostumbrado a la rutina del goteo continuo de víctimas de accidentes de tránsito. De hecho, según ...

Nos hemos acostumbrado a las imágenes televisadas de gente muriendo diariamente en conflictos armados: Irak, etc. También nos hemos acostumbrado a la rutina del goteo continuo de víctimas de accidentes de tránsito. De hecho, según el manifiesto de la organización World Carfree Network (Red Mundial Libre de Coches), el tránsito motorizado mata cuatro veces más que las guerras, o sea, 1.26 millones de personas cada año.

Esto supone más de 3.000 personas muertas en las carreteras del mundo cada día, dos de estas personas mueren en Cataluña. Y esto sin contar los casos de asma, cáncer, leucemia y cáncer de pulmón, ni los heridos con invalidez inducidos por el uso del automóvil.

¿Quien de nosotros no conoce alguien a quien se le haya muerto un familiar o haya quedado lisiado irreversiblemente en algún accidente? Lo que todavía es más chocante es que esto se acepte como cosa normal, inevitable. Ha sido un accidente, pero... ¿se habría podido evitar aquella infracción que lo ha provocado?

La seguridad viaria y los crecientes problemas de contaminación son dos temas fundamentales para el presente y futuro de la humanidad. Ya se ha visto que es necesario encontrar alternativas sostenibles al abuso del vehículo privado a motor. Hace falta promover el transporte público, el coche compartido y aquellos sistemas de transporte que nos ayuden a hacer trayectos cortos y además sean saludables: ir a pie y en bicicleta.

Desgraciadamente el estilo de conducción de nuestro país nos obliga a proteger de los vehículos a motor a estos usuarios de la vía pública más débiles. El exceso de velocidad y la alcoholemia en el tránsito rodado producen muchas muertes en la carretera, pero también es cierto que en las topadas entre automóviles, cada vez con más medidas de seguridad pasivas (cinturón de seguridad, airbag, carrocerías reforzadas, etc.) se reducen las víctimas mortales pero, si se ve involucrada la bicicleta es difícil no salir malparado.

Queriendo dar esta seguridad pasiva también a los ciclistas, en nuestro país creemos haber encontrado la solución definitiva obligando los ciclistas a usar casco en vías interurbanas, elementos reflectantes por la noche, etc. Posiblemente, si circulamos a altas velocidades en bicicleta o si nos tiramos campo a través entre piedras y árboles, el casco nos protegerá la cabeza en caso de caída, pero, desde luego, si el impacto se produce con un automóvil volvemos a estar desamparados. Así lo constata la revista de la DGT: el impacto de un coche circulando a 46,5 Kms/h contra un/a ciclista, elevará a esta última persona a la altura de un decimotercer piso. ¿Quien se atrevería a lanzarse desde un piso 13 con un débil casco para bicicletas? La solución no es ponernos un casco integral como el de los motoristas; por circular con dos ruedas no tenemos que ser tratados de igual forma.

Especialistas en la materia dicen que un ciclista con casco integral se malograría las vértebras sólo por el peso del casco; tenemos que recordar que el/la ciclista se desplaza gracias al suyo esfuerzo físico

Por lo tanto, no es nada sorprendente que no se obligue a usar casco al colectivo ciclista casi en ningún país del mundo. Y dónde si que se ha hecho, en Australia y según un estudio de la ECF (Federación de Ciclistas Europeos), los accidentes y las lesiones de cabeza de los ciclistas no se han reducido y un 30% de gente ha dejado de ir en bicicleta por el hecho de sentirse obligado y no disfrutar de más seguridad.

El casco obligatorio no evitará los fatales atropellos de ciclistas, llevar una prenda reflectante no evitará la excusa social del "no lo he visto" para justificar la alta velocidad que no nos permite reaccionar.

Incluso se ha demostrado que el uso del casco por parte de los ciclistas genera más riesgo al sentirse menos vulnerables (el conocido efecto de compensación de riesgos) aumentando así la posibilidad de accidente.

Es un efecto muy similar al que pasa con los nuevos coches totalmente aislados e insonorizados que nos llevan a velocidades altísimas, pero la sensación dentro del vehículo es que casi no nos estamos moviendo. No puedo entender porque no se obliga a las empresas automovilísticas a dotar a los coches de aquellas medidas de seguridad que está demostrado que salvan vidas, como las barras y reforzamientos que incorporan los coches de competición. En cuanto a los conductores de automóvil, ¿por qué no están obligados a usar casco tal y como hacen los pilotos, si se ha comprobado que en la mayoría de siniestros el uso del casco si que les salvaría la vida?

¿El próximo paso será obligar los peatones a ir "con coraza" por evitar las lesiones o la muerte al ser atropellados por los automóviles?

La falta de seguridad viaria que sufrimos todas las personas, especialmente las de movilidad reducida, niños, gente mayor, y todo el colectivo de peatones seguido del de los ciclistas, es en gran parte debida a las infracciones de los vehículos a motor que no respetan ni los pasos de peatones ni las distancias de seguridad al adelantar a ciclistas, ni el derecho al uso de las vías publicas por los elementos más débiles.

La DGT (Dirección General de Tráfico) dice que sólo reduciendo un 5% la velocidad de los automóviles, se reducirían los accidentes en un 30%.

En lugares como la ciudad italiana de Ferrara y la holandesa de Groningen, los ciclistas circulan con más seguridad, también los peatones y, en general, todos los usuarios de la vía pública. La limitación de la velocidad de los vehículos motorizados ha resultado ser, en estos casos, la grande solución al problema y confirma plenamente los análisis de la DGT. El objetivo: accidentes cero y seguridad para todas las personas.

Por otro lado, en casi todas las zonas de Alemania, es obligatorio que los niños de entre 9 y 10 años, reciban clases prácticas de ir en bicicleta a la escuela y después se les dé el carné de ciclista. De este modo, estas personas se convierten en usuarias de la vía pública con muchas menos probabilidades de cometer infracciones en un futuro y que acepten como vehículos las bicicletas, porque son parte de su evolución normal.

La educación viaria es la herramienta fundamental para acabar con las desigualdades entre los usuarios de las vías públicas, en un país dónde el "castigo" nos ha llegado antes de poder aprender la lección. Creo que tenemos que hacer una reflexión profunda. Del mismo modo que es necesario el carné por puntos, también tiene que ser necesaria una gran reforma del procedimiento de obtención de este carné, que actualmente es como una especie de oposición en vez de una forma de educación.

La poca educación vial que se imparte en nuestro país, se destina en gran parte a mentalizar a los niños y niñas de los peligros de la convivencia con el automóvil, y no a educarlos como en Alemania en el derecho de todo el mundo a disponer de las vías públicas para así conseguir formar futuros conductores más respetuosos.

Se tiene que cambiar el sistema. ¿Obligaremos todo el mundo a bañarse con salvavidas o es mejor enseñar todo el mundo a nadar?

La poca regulación específica para este vehículo, que no sólo tiene que sufrir el abuso del vehículo a motor sino que se tiene que regir por su código, convierte en infracciones muchas de las ventajas implícitas de este medio de transporte.

Con el incremento del uso de la bicicleta, pese a todos estos impedimentos, la mayoría de usuarios para poder circular. Ciertamente esto ha traído una sensación de caos y de creer que los ciclistas hacemos lo que queremos. Nada más lejos de la realidad: el desconocimiento por gran parte de la población de los derechos del ciclista y la creencia que el automóvil disfruta de preferencia tan sólo por ir a más velocidad, son las causas de la mayoría de las quejas. Por otro lado, los ciclistas tienen a través de las asociaciones información, seguros y múltiples servicios. Sí la mayoría de ciclistas, y somos muchos y muchas, cometiéramos tantas infracciones como se quiere hacer creer desde algunas instituciones y medios de comunicación, realmente nuestras poblaciones estarían colapsadas por el mal de los ciclistas. Desgraciadamente una de las grandes ventajas de la bicicleta se vuelve en su contra en una sociedad acostumbrada a ver sólo aquello que siente. La bicicleta es un vehículo silencioso y la mayoría de ciclistas, que somos los que conducimos respetando las normas, pasamos desapercibidos entre el ruidoso tránsito.

Con la entrada en vigor del carné por puntos, si nuestras autoridades hicieran cumplir la normativa de adelantamiento a bicicletas en carretera, al ser considerado su incumplimiento como falta grave, quizás la mayoría de automovilistas del país perderían en un fin de semana todos sus puntos. Esperamos no llegar a estos extremos y que las instituciones hagan lo que haga falta con tal de evitar estas infracciones. Recordamos que el incumplimiento de esta norma es la causante de la mayoría de siniestros con muertes de ciclistas.

Los usuarios de la bicicleta hemos pasado de ser casi ignorados por el código de circulación a sufrir una normativa que lo único que nos asegura es que si no la cumplimos, en caso de siniestro con un automóvil, la aseguradora no se hará cargo de nuestras lesiones o daños incluso aunque el automovilista sea el responsable del siniestro

No olvidemos que la bicicleta, el transporte público y el ir a pie, son parte de la solución del problema que nos ha generado un uso indiscriminado del vehículo privado.

Hacer uso responsable del automóvil privado, puede pasar por combinarlo con el uso regular de la bicicleta.

Marta Pombo Sallés