La editorial de El País del 30 de abril es muy reveladora de una percepción que muchas personas de izquierdas me han ido comentando, con decepción, respecto a este diario. En la editorial se lee una esperable censura a la oposición de ERC en el referéndum estatutario pero, más allá de las posiciones particulares de cada cual respecto a este tema, lo más ilustrador son los motivos que se esgrimen respecto a cómo tendría que actuar correctamente un partido.
Para ellos un partido debe ser 'responsable' haciendo caso de 'las percepciones sociales' (de lo que parece que opina la gente, cosa que cuesta diferenciar de lo que son los discursos oficiales de los medios de comunicación) en lugar de hacer caso a una ideología, cosa que se califica de 'utópico' y 'radical'. Y no parece que lo digan como un esfuerzo por escuchar verdaderamente a las personas, cosa que sería muy loable, sino que da la impresión de que les preocupa más que nada la aprobación social, como quien está vendiendo un producto. Por lo tanto, un partido no debe tener una personalidad y una ideología en base a la cual decidir, porque esto tiene el riesgo de ser censurado en las urnas (¿no era esto la democracia electoral?), sino que parece que un partido, aparte de los intereses que cada uno obviamente tenga, debe ser lo suficiente voluble para intuir qué queda mejor defender en el estado de opinión conformado por los medios de comunicación, para conseguir lo más importante: 'crecer' electoralmente.
Y por supuesto, según El País, un partido no debe ser asambleario sino dirigista. Porque la asamblea 'atenaza' a la dirección del partido, es decir que hace más difícil la toma de decisiones (sobre todo en el supuesto de que la gente no comulgue con la opción que pudiera tener la dirección), pero es de sentido común que la actitud democrática de respetar el poder de la gente siempre hace más compleja la toma de decisiones, aun cuando olvidan un detalle importante y es que pese a alargar los procesos, también legitima y fortalece las decisiones a las que se llega de manera conjunta.
Esta opción por partidos de estética de izquierdas que consigan "conducir" a la gente y no a la inversa, es el motivo por el cual El País nunca ha tenido en buena consideración a los movimientos sociales, ya que ponemos sobre la mesa el modelo asambleario como aportación democrática. Les molesta nuestra interpelación al sistema imperante. Prefieren ignorarnos mediáticamente en un intento de minimizarnos. Lo que pasa es que el poder mediático no lo es todo y quizás las necesidades históricas de unas democracias representativas que se empiezan a estancar también pueden tener algo a decir.
Jordi Oriola i Folch