Nos llamaba este jueves tremendamente enojado -motivos no le faltan- un viejo amigo de esta casa, Domingo Curbelo. La razón de su enojo, un mal tan común como denunciable, algo que por habitual prácticamente no sorprende, los ...
Nos llamaba este jueves tremendamente enojado -motivos no le faltan- un viejo amigo de esta casa, Domingo Curbelo. La razón de su enojo, un mal tan común como denunciable, algo que por habitual prácticamente no sorprende, los constantes cortes de luz que se producen en el sistema de abastecimiento en Lanzarote.
Ya se sabe que en cuanto caen cuatro gotas -insistimos en subrayar lo de cuatro gotas, no hace falta que sean grandes tormentas-, la maravillosa red que la empresa monopolística Unelco tiene instalada en la Isla se llena de fallos, de fallos de todo tipo, lo que provoca que la energía entre y salga de nuestros hogares, de nuestros lugares de trabajo, de forma caprichosa, prácticamente como en una especie de juego que maldita la gracia que le hace al que lo sufre.
Nos informaba Domingo Curbelo, como luego nos informaron otros amables lectores que llamaron a la redacción, de que en unas pocas horas había recibido la indignada llamada de otra veintena de vecinos de la zona norte que estaban hartos de los cortes de energía y que ya no sabían siquiera dónde dirigirse para expresar la frustración que supone que algo así suceda en pleno siglo XXI. Si le sirve de consuelo, al menos sabemos que este medio de comunicación es leído por los políticos, que son los que de algún modo tienen que intervenir para que se acabe de una vez por todas con una tomadura de pelo histórica.
Muchos de los afectados, entre los que se cuenta la redacción de este diario, no sólo han tenido que soportar los cortes de luz; también se han tenido que enfrentar a la sorpresa de que tras la llegada de ese preciado tesoro para los habitantes de Lanzarote las cosas ya no funcionaban igual: televisiones rotas, equipos de música rotos, batidoras rotas, ordenadores rotos..., toda una serie de aparatos que sufren las consecuencias de esta torpe forma de ofrecer un servicio tan esencial como costoso. Y eso que no incluimos en la relación de desastres de la guerra los muchos trabajos que se pierden a aquellos que ingenuamente están escribiendo en el ordenador sin tomar las correspondientes medidas de seguridad.
Nos consta que la consejera de Industria del Cabildo, Lourdes Bernal, se está encargando de recopilar todos los desmadres que la mala gestión de la empresa Unelco-Endesa -todavía no sabemos cómo camina el proceso de Oferta Pública de Acciones (OPA) lanzada por Gas Natural contra esta enorme multinacional- está produciendo, aunque nos da la sensación de que no va ser suficiente. De lo que se trata es de que la gente siga denunciando, que se acerque a la Oficina del Consumidor de la Primera Corporación insular y presente reclamaciones relacionadas con las pérdidas sufridas, por muy pequeñas que éstas puedan parecer. Ya va siendo hora de que Unelco devuelva a esta tierra una pequeña parte de los muchos beneficios que ha obtenido de ella.