Opinión

“Las grietas de la discordia”

La verdad es una grieta que abre una ruta hacia el abismo

(Jesús Jiménez Domínguez)

A estas alturas me imagino que serán muy pocos los que desconocen lo que sucede a las puertas de las localidades de Tías y San Bartolomé, concretamente en un lugar al que han bautizado como “Las Grietas” (carretera LZ-35). Se trata de una espectacular formación geológica, cañones gestados por la acción del agua, que se adentra en la ladera del Volcán Montaña Blanca. En esta ocasión, bastará con apelar al sentido común sin profundizar demasiado en las causas del problema, para entiendan mi posicionamiento.

Por cuestiones de trabajo debo transitar de manera rutinaria por dicha zona con el riesgo que implica... Me explicaré mejor. Todos los días una gran cantidad de vehículos (rent a car) improvisa la ocupación de un aparcamiento informal (sin asfaltar, ni señalizar) que se encuentra al borde de la carretera (enfrente de las grietas). Para poder acceder a este aparcamiento, todos estos amantes de la naturaleza obran maniobras temerarias sin pudor exhibiendo un distinguido repertorio de conductas irresponsables, es decir, los giros inesperados, los frenazos a destiempo, los cambios de dirección y kamikazes cruces de carretera se han hecho imprescindibles en estas visitas a las grietas. Y todo ello sin ningún tipo de supervisión... Por ahora no
ha pasado nada de relevancia, pero ¡las cosas no pueden seguir así!

Si extraña es la impunidad mostrada por estos curiosos de las grietas, más extraña parece la pasividad de las administraciones locales. No jueguen al escondite bajo el refugio de las competencias, eviten ocultarse detrás de la insensible burocracia o de una supuesta rigidez de las normativas actuales. Analicen con mesura e interés la situación para poder actuar con eficacia. Empiecen simplemente, explicándonos que sucede para mostrar tanta “calma aparente” ante tal despropósito.

No obstante, no solo está comprometida la seguridad ciudadana, también se omite la degradación de una zona vulnerable para la cual se exige protección y cuidado. No parece importarles mucho a nuestros gestores públicos la gran cantidad de personas que diariamente se asoman a las grietas para admirar lo que la naturaleza esculpió con esmero y precisión. Muchas de estas personas muestran una escasa empatía por el cuidado mínimo de las grietas. De hecho, contribuyen activamente a su asolación. Les importa más obtener un buen puñado de fotografías para compartirlas en las redes que respetar, disfrutar sanamente o tratar de entender el significado de estas formaciones naturales.

No concibo que nos hablen de saturación turística, de abordar con firmeza la conservación de los entornos, de luchar contra el cambio climático, de resaltar la importancia del sector primario en los paisajes de la isla, etc., con el propósito de afianzar y legitimar un orden de las cosas que reprime sin hacer ruido desajustes que chocan con intereses que afloran desde grietas comunitarias. ¡Basta ya de tanta desidia peligrosa!

Lanzarote es y seguirá siendo la isla de las grietas... Desde hace mucho tiempo sufre una aguda fractura socioeconómica y política, un doloroso peregrinaje hacia la nada. Grietas profundamente fatigadas que estamos ensanchando cada día con nuestro acomodo, nuestro silencio permanente, nuestra caprichosa ceguera que no quiere ceder a su lamento añejo. Cuando desaparezcan las grietas, ¿habrá algo más que un silencio abrumador...?