Opinión

La imagen de Lanzarote

Por Federico Luna La imagen de LanzaroteMe jeringa la hipocresía. Por eso, que el Cabildo de Pedro Sanginés identifique la información sobre la estrategia de control del crecimiento y de defensa de la legalidad territorial con un daño a la ...

Por Federico Luna
La imagen de LanzaroteMe jeringa la hipocresía. Por eso, que el Cabildo de Pedro Sanginés identifique la información sobre la estrategia de control del crecimiento y de defensa de la legalidad territorial con un daño a la ...

La imagen de Lanzarote

Me jeringa la hipocresía. Por eso, que el Cabildo de Pedro Sanginés identifique la información sobre la estrategia de control del crecimiento y de defensa de la legalidad territorial con un daño a la imagen turística de Lanzarote, me resulta un intolerable insulto a la inteligencia.

En la isla del paraíso todo sucede a ritmo de catálogo publicitario. El sur salvaje e inexplorado que ejemplifica la cala del Papagayo; la enorme sonrisa profident de la camarera que sirve el daikiri en la piscina; los pueblos encalados y pacíficos donde esforzados agricultores extraen la savia de la tierra y curtidos marineros se enfrentan cada jornada al mar bravío? Son todo escenas de la gran mentira que algunos quieren exportar.

En su lugar, la costa de Playa Blanca es un continuo de cemento, eso que algunos llaman planta alojativa de calidad, hoteles que han fagocitado con sus instalaciones los espacios de uso público y las zonas verdes. La camarera tiene la espalda rota tras jornadas interminables de levantar colchones que le parecen de plomo, después de horas sin descanso, por un sueldo miserable.

En los pueblos, la corrupción y el clientelismo campan por sus respetos, los agricultores esperan cobrar algún día el pagaré de la cebolla y los pescadores se adentran en la reserva marina, esconden sus carnés de jubilado y malvenden a restaurantes cómplices del expolio marino.

Que les hablen de la imagen turística a los compradores de buena fe que, enamorados de la isla, invirtieron sus ahorros sobre un plano de papel mojado, sobrevolado de litigios y recursos de los que nunca fueron advertidos. Que les hablen de la imagen turística a los miles de ciudadanos asqueados ante la exhibición de los privilegios de los poderosos y de la impunidad con que en Lanzarote se ha instalado la corrupción.

¡Los trapos sucios se lavan en casa! exclamaban algunos políticos y empresarios, escandalizados ante el artículo que El País publicó con referencia en portada a cuatro columnas. Una nueva Marbella emerge en Lanzarote, rezaba su titular. Pero no se hacían cruces por la veintena de hoteles con licencias anuladas, no. La total ausencia de respeto a la ley, el desprecio por el derecho de todos a ser iguales no eran cuestiones por las que preocuparse; no así el caso de la imagen turística, que podría resultar dañada.

Así que, a grandes males, grandes remedios. Y ante el imperio de la corrupción, buenas son para algunos las cortinas de humo, las gruesas alfombras, el lavado casero, cualquier medida que oculte la realidad y permita mantener viva la gran mentira, el teatrillo de títeres conejero.

Y en esta estrategia, el nuevo presidente, partidario de ser fachada vacía o cáscara brillante de fruto podrido, ha decidido eliminar de la página web institucional del Cabildo cualquier mención a los casos de ilegalidad urbanística, denuncias del Consejo de la Reserva de Biosfera o, incluso, propuestas de regularización.

Cree Sanginés que lo que no ve es que no está. Desgraciadamente para él, no comparten esa opinión las salas de Justicia que han coincidido 25 veces en confirmar las ilegalidades urbanísticas y en anular las licencias recurridas.

Ellos han visto, han oído y han hablado. Y estoy seguro de que sus voces han traspasado nuestras fronteras, han alcanzado sensibilidades y conciencias y contribuyen hoy a que miles de personas, dentro y fuera del país, tengan una excelente imagen de Lanzarote.