Opinión

La ceguera del Ayuntamiento

Uno de los paisajes más espectaculares que ofrece la isla de Lanzarote ha dado este verano una de las peores imágenes de la isla. Bolsas de plástico, cristales, latas, zapatillas y chancletas devueltas por la marea y un sinfín de ...


Uno de los paisajes más espectaculares que ofrece la isla de Lanzarote ha dado este verano una de las peores imágenes de la isla. Bolsas de plástico, cristales, latas, zapatillas y chancletas devueltas por la marea y un sinfín de ...

Uno de los paisajes más espectaculares que ofrece la isla de Lanzarote ha dado este verano una de las peores imágenes de la isla. Bolsas de plástico, cristales, latas, zapatillas y chancletas devueltas por la marea y un sinfín de objetos, algunos tan peculiares como unos calzoncillos, "adornan" la playa de Famara, arruinando lo que debería ser un lugar de disfrute para los residentes y un reclamo que envidiarían otros destinos turísticos.

Sin embargo, ni las personas que la visitan sin mantener unas mínimas normas cívicas, ni desde luego la administración responsable de su mantenimiento, parecen tener demasiado interés por garantizar una imagen adecuada y hasta salubre de esta playa.

Durante los meses de más afluencia a este espacio, ni un solo operario ha acudido a limpiar la arena. La basura y las algas, que incluso fomentaban la aparición de bichos e insectos junto a la costa, campaban a sus anchas ante la indiferencia del Ayuntamiento de Teguise, que esta misma semana confirmaba a La Voz que su labor se limita a vaciar las papeleras ubicadas en la playa.

Sin embargo, y tras no atender varias llamadas de este medio de comunicación, respondiendo sólo a través de su gabinete de prensa, el Consistorio y la concejal responsable del área parece que de pronto han sido conscientes de un problema que los vecinos llevan denunciando todo el verano. De hecho, justo cuando el reportaje iba a ver la luz, el Ayuntamiento enviaba una nota de prensa anunciando la limpieza de la arena de Famara, y también la de Caleta de Caballo, que estaba plagada de seba, hasta el punto de que no había ni un hueco para colocar la toalla. Precisamente, las dos playas por las que este medio intentó preguntar a la concejal, anunciándole que se estaba elaborando un reportaje.

Desde luego, bienvenida sea esa limpieza, pero Lanzarote no se puede permitir que sus instituciones actúen sólo cuando un asunto tiene trascendencia en un medio de comunicación como éste. Y es inconcebible que hasta ahora, ni se les hubiera ocurrido realizar una limpieza de la arena, cuando en otras grandes playas de la isla se hace incluso a diario.

La dejadez y el abandono que han reinado son inadmisibles desde cualquier punto de vista, pero más aún teniendo en cuenta que el turismo pasa sus momentos más delicados e intenta recuperarse del bache. Y es que dar esa imagen a los que visitan la isla es sencillamente inadmisible.

Por más que Lanzarote lleve años queriendo ser algo más que un destino de sol y playa, lo cierto es que las playas son y seguirán siendo su principal reclamo, y descuidarlas es un atentando contra los vecinos de esta isla, pero también contra el motor económico que la sostiene. Y parece increíble que un Consistorio que se gasta cientos de miles de euros en poner techo a una cancha de bolas o en intentar resucitar un muerto llamado complejo agroindustrial, volviendo a prometer ahora la apertura de la bodega, no pueda destinar algo de personal a mantener en unas condiciones mínimas de higiene uno de sus símbolos más representativos.

Igual que la Dirección General de Costas, en lugar de pensar en crear una nueva playa artificial en Arrecife, debería preocuparse por realizar inversiones realmente necesarias en el litoral de la isla y de la capital, y también en facilitar los trámites para intervenir en playas como las de Costa Teguise y Playa Blanca, que años después del paso de la tormenta tropical Delta siguen sin haber recuperado la arena. Y es que difícilmente se va a poder pensar en megaproyectos y recetas milagrosas para el turismo o el futuro de la isla, si ni siquiera se conserva lo elemental.