Opinión

Juan Rosa Perdomo, lanzaroteño ejemplar

Juan Rosa Perdomo nace en Arrecife el año 1927, en el barrio de La Destila. Toda su vida vivió en en la ciudad que le vio nacer, casi siempre muy cerca del mar. Su padre fue un hombre muy humilde, trabajador y serio; era de tierra adentro y tenía espíritu de comerciante, del que se impregnó don Juan desde muy pequeño.

Muy pronto dejó la escuela situada en un almacén en el que más tarde impartió clases don Pedro Hernández Cerdeña, casi enfrente del Muelle de la Pescadería. Siendo don Juan Rosa todavía un niño, su padre compró un carro que tiraba un burro, con el que hacía los mandados, y que, más tarde, era tirado por mulos. En aquel carro don Juan cargó batatas, cantos, arena, cal o agua de los aljibes de los pueblos del interior que se servía por cacharros en Arrecife. Incluso las piezas grandes de hormigón y piedra del espaldón del Muelle Comercial también las cargaron el padre de don Juan y sus hijos desde Tahíche.

Su padre también montó una tiendita en una época en que los alimentos estaban racionados. A base de créditos, construyó las primeras casas para la gente que venía del campo y se instalaba en Arrecife. Fue así como don Juan entró en contacto con el mundo de la construcción.

También fue su padre quien le inculcó que hay que ser previsor y guardar para mañana. Y que lo ajeno, ajeno es. Le enseñó que la vida es trabajo duro y también le enseñó a economizar. A los 27 años don Juan Rosa Perdomo se independizó. Ya se había fabricado su casa trabajando los fines de semana, así que compró un mulo cojo, le prestaron un carro y empezó a caminar solo, aunque siempre le gustó tener socios.

Don Juan siempre fue un hombre muy activo: quería acabar pronto con lo que estaba para empezar con otra cosa, por lo que enseguida compró una fábrica de terrazos, produciendo pavimentos con piedras pequeñas aglomeradas con cemento. Incluso llegó a tener un barco dedicado a la pesca de la langosta en la Costa, aunque nunca se embarcó. La primera fábrica de bloques de la isla la montó él. Fue el final del canto y el inicio del bloque, hecho de picón, cemento y jable. La compra del Hotel Los Fariones sgnificó su primera incursión en el mundo del turismo.

Durante la mayor parte de su vida se centró en su trabajo y en su familia, procurando conducirse con sencillez. "Lo único que sé hacer es trabajar, que es lo que he hecho toda mi vida desde que era un niño", afirmó en más de una ocasión. A muchos lanzaroteños de su generación les faltó de casi todo. Se levantaban todavía de noche, trabajan un día sí y otro también, y se acostaban con la caída del sol. No había nada más que trabajar para vivir y vivir para trabajar. A las 3 de la mañana, don Juan Rosa estaba en planta y a la faena, incluyendo sábados y domingos.

Sobre  el desarrollo reciente de la isla, don Juan Rosa Perdomo pensaba que Lanzarote no es una isla rica. Que hasta hace bien poco, no vivíamos, sino que sobrevivíamos – decía- . Que jamás se pudo vivir en Lanzarote sin esfuerzo, salvo en las últimas décadas; y que ni siquiera somos capaces de producir nuestros alimentos. Estas ideas estaban siempre en su boca.

Una de las imágenes más bonitas que guardó siempre de Arrecife era el trasiego de barcos entrando y saliendo en la bahía, y las salinas de Naos. Pero siempre soñó con una ciudad que tuviera de todo:  industria, comercio y cultura.

Nunca se interesó por la política. Fue amigo del que trabaja, sea de izquierdas o de derechas, aunque no ocultó que le hubiese gustado ver más seriedad y que se trabajase más para el pueblo. La vida le enseñó que todo consiste en trabajo y honradez, ser serio y cumplir con todo el mundo. Después de muchos años de pico y pala, de sudar mucho para salir adelante, creía que en eso consiste la vida, donde también hay lugar para la generosidad y la solidaridad.

Para don Juan Rosa, la felicidad consistía en tener salud y mucho trabajo. Forjó una familia unida mientras se esforzaba  en salir de aquellos años de pobreza. Su preocupación fue darles educación, aunque veía a sus hijos por la noche, de vuelta del trabajo, y no tenía tiempo ni de jugar con ellos. Por fortuna, al final de su vida pudo estar con sus hijos y recuperar el tiempo, pero no hubo día que no se acordase de su hija Luz Severa.

En 1998, fue designado Conejero del Año por el Rotary Club Lanzarote. Ese mismo año concedió su primera entrevista, a Salvador Hernández, director de Biosfera tv, para el semanario Lancelot. En 2000, fue Distinguido del Turismo por el Patronato Insular de Turismo de Lanzarote. Don Juan Rosa Perdomo fue pregonero de las Fiestas de San Ginés en 2011.

 

Por Mario Alberto Perdomo