Sin dejar de chupar del botede los sustanciosos
impuestos procedentes del fenómeno social de la
intoxicación tabaquera, a partir del próximo 1 de
enero, el gobierno y sus sicarios impondrán una nueva
vuelta de tuerca en la reciente y ambiciosa condena
sobre el humo del fumeteo. Una legión de
inquisitoriales inspectores se asegurará de que se
respeten por doquier y a rajatabla los derechos
pulmonares de los no fumadores, defendiendo con
especial sensibilidad la sagrada salud de las
criaturas.
Tan ambicioso y sublime despliegue de pretendido celo
sanitario no alcanza, sin embargo, para ocultar la
vegüenza del conjunto global de una Sanidad y un
Estado caracterizados, fundamentalmente, por la
dejación de sus más altas responsabilidades: mientras
los esforzados agentes judiciales y fiscales de todos
los rangos se aplicarán concienzudamente a abrir bien
puertas y ventanas para airear el cargado cuchitril
patrio, los mutiladores profesionales de menores
seguirán definitivamente instalados en clínicas,
hospitales y consultas médicas de todo el país,
dedicándose sistemáticamente y por encargo a la
sanguinaria circuncisión ritual de niños sanos de
corta edad.
¿Los torturadores, al casino y los cigarrillos, al
calabozo? El humo da tos y España da asco. Quien
albergue alguna duda al respecto, que le pregunte si
se atreve a mi pobre hijo, víctima de tan depravada
atrocidad, o que indague sobre las aberrantes
ceremonias celebradas impunemente durante años en la
clínica "Virgen del Consuelo" de Valencia donde, como
en muchos lugares, otra cosa no... pero fumar ha
estado siempre prohibido.
José Francisco Sánchez Beltrán