Opinión

El Hospital Insular en el Servicio Canario de la Salud, cinco años desde la integración

El pasado uno de enero, se cumplieron cinco años de la integración efectiva del Hospital Insular de Lanzarote en el Servicio Canario de la Salud y así dio comienzo un nuevo ciclo en la vida de ese centro, el viejo hospital con una larga historia, que fundara el Dr. Molina Orosa y primer hospital moderno de Lanzarote.

Pero muchos desconocen y otros tal vez no recuerden, el contexto que dio lugar a esa integración y la importancia que tiene.

Dediqué muchos años, prácticamente toda mi carrera profesional al Hospital Insular y desde esa visión muy personal, me gustaría compartir la experiencia de esta última etapa del centro.

Comencé muy joven a trabajar en el la llamada Residencia Sanitaria Virgen de Los Volcanes, más conocida como Casa del Mar. Alternaba mi trabajo como médico de urgencias, con el de asistente voluntario en el Servicio de Medicina Interna, con los Dres. Guadarrama, Sánchez, Arribas y Solera.

En 1983, me ofrecieron un contrato en el Hospital Insular para atender a los funcionarios del Cabildo de Lanzarote y a sus familias. Pero siempre tenía en la puerta de la consulta, esperando pacientemente a que terminara, a Sor Lucía, una de las religiosas del hospital. Me pedía que visitara a los ancianos que se encontraban en el antiguo asilo o en alguna de las salas de la planta baja.

El hospital a mediado de los 80, había perdido gran parte de su actividad asistencial y era una institución asilar, con unos medios muy precarios, en un edificio muy envejecido y con grandes necesidades de reforma. El personal era escaso: unas comunidad de religiosas, 30 auxiliares que se encargaban también de la limpieza y dos enfermeros.

La planta con mejor estado de conservación estaba vacía y los quirófanos funcionaban esporádicamente con alguna intervención.

Poco a poco fui dedicando más tiempo al trabajo en el hospital, hasta convertirse en una actividad a jornada completa. Empezamos a ocupar la planta con pacientes derivados de medicina interna, traumatología y de algunos que procedían de hospitales de Las Palmas.

Como ustedes saben el hospital en aquella época dependía exclusivamente del Cabildo de Lanzarote. Una administración tan cercana que a veces facilitaba las cosas, pero que también las hacía difíciles en ocasiones. Pero gracias al competente administrador del hospital, el Sr. Juan Betancor, se conseguía casi siempre lo imposible. He llegado a conocer a 12 presidentes del cabildo y a muchos más consejeros de sanidad. Los recuerdo a todos y todos hicieron aportaciones al centro. Pero hay algunos inolvidables, como Antonio Rodríguez, que apostó por el hospital contratando más  médicos y enfermeros, lo que nos permitió configurar el equipo inicial, organizar el servicio, establecer turnos de guardias y prestar una atención mejor.

Otro persona memorable fue D. Nicolas de Paiz, presidente del Cabildo, que ordenó reformar el interior del hospital, y dejarlo tal y como se encuentra todavía hoy, invirtió en equipamiento nuevo y mobiliario. Tampoco me puedo olvidar de Enrique Pérez Parrilla y de Florencio Suarez que reformaron la residencia de mayores (la única que había en la isla, en aquel momento) y acometieron dos ampliaciones. También lograron el primer convenio con el Instituto Nacional de la Salud, antes de las transferencias sanitarias a la Comunidad Autónoma. El ministro Ernest Lluc vino a Lanzarote a firmar ese convenio, al tiempo que visitó el hospital.

Éramos jóvenes y muy inquietos, pero cada vez teníamos más trabajo. El equipo se iba ampliando y disponíamos de bastante autonomía. Iniciamos una intensa relación con la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología y aquella fue una oportunidad para conocer experiencias por toda España: visitamos servicios en Barcelona, Madrid y Zaragoza. Dos miembros de nuestro equipo: Silvia Camino y Carmen Nuin, hicieron una estancia de una semana en París, para visitar un Cantou, una unidad para la atención adecuada a los pacientes de Alzheimer, enfermedad poco cocida en esa época, pero de cuyos estragos ya éramos testigos.

El Dr. Fernando Perlado, jefe del servicio de Geriatría de Zaragoza nos hizo varias visitas y nos ofreció valiosas orientaciones y recomendaciones. Le hicimos una propuesta a D. Nicolas de Paiz, para adaptar las reformas del hospital a las unidades que pretendíamos poner en marcha, de tal manera que 1991 se inauguró la primera gran reforma interior del hospital y oficialmente la primera Unidad de Geriatría con las siguientes niveles de atención: Agudos, Media y Larga estancia, Hospital de día de Geriatría, Cantou, Consultas Externas y Atención Geriátrica en Domicilios. El equipo incluía ya por esa época, aparte de médicos y enfermeros, un fisioterapeuta, un terapeuta ocupacional, un psicólogo, un trabajador social y un técnico en animación.

En ese momento ya se configuraba el equipo inicial de Geriatría, con los doctores: Elisa Corujo, Sinforiano Rodríguez, Mariola González, Olga Fernández, y más tarde se incorporaron las doctoras Carmen Alastuey y Blanca Torres, que se habían formado en Zaragoza. Los doctores José Antonio Benítez, Antonio Peña y Mirian Sotomayor se ocupaban de las unidades de Otorrinolaringología, Pediatría y del Centro de Planificación Familiar respectivamente. Siempre con la inestimable ayuda de Rosa Mesa y Lourdes Luzardo, trabajadoras sociales.

Por esa época fuimos fundadores de la Sociedad Canaria de Geriatría y Gerontología, que hace unas semanas celebró en Lanzarote su 34 congreso anual.

Pero en los años noventa trabajamos también en cuidados paliativos. Los pacientes de Lanzarote lo necesitaban y en aquella época no existía ningún dispositivo de este tipo.

Asistimos en Mallorca a unas de las primeras reuniones de cuidados paliativos de España. Fuimos uno de los primeros hospitales de Canarias en utilizar la morfina oral de liberación prolongada (MST continus) y junto con la Candelaria, los dos primeros hospitales que utilizaron en Canarias el fentanilo transdérmico, dos auténticas novedades terapéuticas de la época.

Teníamos mucho contacto con el Dr. Gómez  Sancho que estaba desarrollando en el Hospital El Sabinal de Gran Canaria, una de las primeras unidades de cuidados paliativos de España.

Mientras tanto, proseguíamos nuestra intensa actividad en Geriatría. Siempre nos consideramos un hospital de apoyo al Molina Orosa. Con buena relación informal con Urgencias que nos derivaba pacientes geriátricos con enfermedad aguda, que se beneficiaban de una estancia corta en nuestro hospital. La relación con Medicina Interna, también ha sido siempre excelente y recibíamos pacientes que tras su estancia en dicho servicio, precisaban de un tiempo de convalecencia. Además ingresábamos pacientes de Traumatología, que tras una fractura, necesitaban de un tiempo de rehabilitación bien ingresados o bien ambulatoriamente, a través del Hospital de Día de Geriatría. El objetivo era siempre que los pacientes mayores pudieran volver a su casa, siendo lo más independientes posibles, para las actividades de la vida diaria.

Asimismo trabajábamos con las personas con demencia Alzheimer, cuando ya la enfermedad empezaba a ser conocida y a preocupar a las familias. El Cantou nos permitió tener una Unidad de ingreso para estos pacientes, que se completaba con el trabajo en consultas externas y con el grupo de apoyo a familiares y cuidadores, que de forma periódica se ha venido reuniendo hasta hoy en día; constituyendo un foro de aprendizaje, de poder compartir experiencias, de acompañamiento y de soporte a los familiares y cuidadores. Atendíamos a los pacientes en la consulta, y Silvia Camino, psicóloga clínica, explicaba la enfermedad a los familiares y les enseñaba a comprender y manejar los trastornos de conducta, que tanto distorsionan la vida de las familias.

El Hospital Insular no sería hoy lo que es, sin los cuidados de enfermería. El trabajo y la dedicación de un excelente equipo de enfermeras y enfermeros han hecho posible esta realidad. Tendría que mencionarlos a todos, pero no es posible. Creo que el espíritu y la profesionalidad de Carmen Nuin, Emilio Fariña, María Montilla, Paloma Andino, Juani García Caraballo, Raúl Vilariño y Encarna Lamas, representan a todos los demás.

La unidad docente de Medicina Familiar y Comunitaria del Hospital Molina Orosa, empezó su andadura a mediados de los noventa y desde el principio colaboramos con ella, acogiendo a los residentes en una rotación por el Servicio de Geriatría. Los residentes valoraban mucho dicha rotación y pronto empezamos a recibir solicitudes de otras islas. Ese fue nuestro primer contacto con la docencia.

El Dr. Fernando Perlado nos había animado a que solicitáramos la acreditación docente para el Servicio de Geriatría. Cumplíamos bastantes de los requisitos, pero teníamos dudas.

Recuerdo que fuimos a compartir dichas dudas con el Dr. Francisco Guillén Llera, que en ese momento era presidente de la comisión nacional de la especialidad y Jefe del Servicio de Geriatría del Hospital Universitarios de Getafe. Aquel era un hospital nuevo. Se habían trasladado hacía poco, desde el antiguo Hospital Central de la Cruz Roja, en el centro de Madrid y que era considerado la cuna de la Geriatría española. El Dr. Guillén Llera también nos animó a presentar la memoria de solicitud, y en 1999 el Ministerio de Educación y Cultura, nos acreditaba como unidad docente para forma un residente por año. Recuerdo que pasamos muchas dificultades, pues la financiación de esa plaza no estaba asegurada y fue más tarde, cuando mediante una subvención anual del Gobierno de Canarias al Cabildo, se pudo asegurar la continuidad de dicha actividad docente.

Afortunadamente hoy aquella unidad se ha convertido en una Unidad Docente Multidisciplinar de Geriatría (una de las 39 que hay en España), con capacidad para formar dos MIR y dos EIR por año y seguimos recibiendo solicitudes de rotación externa de todas las islas y de otras comunidades autónomas.

Desde la reforma de D. Nicolás de Paiz de los años 90, el edificio del hospital solo ha conocido pequeñas mejoras. A principios de la década de los 2000, el Cabildo convocó un concurso de proyectos con el objetivo de hacer una reforma profunda que modernizara y ampliara el hospital. El concurso lo ganó el equipo que proyectó el Hospital Dr. Negrín de Gran Canaria. Era un proyecto magnífico, pero no existió en ese momento la visión, ni la determinación para llevarlo a cabo. Después de todo este tiempo, el Hospital Insular sigue teniendo un valioso contenido, pero en un continente viejo, estrecho y lleno de dificultades para la labor del día a día.

A pesar de que la ley General de Sanidad y la Ordenación Sanitaria de Canarias establecían el modo de integrar los hospitales de los Cabildos, en el Servicio Canario de la Salud (SCS); este camino también fue un vía crucis, plagado de dificultades e incomprensiones, desde mi punto de vista, más por el lado de los servicios centrales en Gran Canaria que por parte de los responsables en la isla. Se hicieron muchos esfuerzos, progresos y recesos, hasta que finalmente, dos personas clave consiguieron dar la vuelta a la situación: Marci Acuña en el área de Sanidad y Servicios Sociales y Pedro Sanginés en la presidencia del Cabildo, que supieron conseguir los apoyos necesarios en el Gobierno de Canarias. Después siguió un largo proceso de trabajo técnico, definición de instrumentos jurídicos, acuerdos sindicales, compromisos con el personal, interminables reuniones y acuerdos; hasta que finalmente la integración del
Hospital Insular de Lanzarote, en el Servicio Canario de la Salud vino a ser efectiva el 1 de enero de 2019.

Estos cinco años que se acaban de cumplir, han supuesto un gran salto adelante para el hospital: la mejora de las plantillas y la superación de dificultades e incomprensiones, al tener como interlocutor a una administración que habla el mismo lenguaje que los profesionales del hospital. También ha supuesto una gran salto tecnológico, al poder acceder a las herramientas de que dispone el SCS para la gestión clínica: historia clínica electrónica a través del sistema Drago, receta electrónica, sistema de gestión de personal, mantenimiento y tantas otras herramientas de gestión de recursos humanos, de farmacia, de economía, de suministros, etc. imprescindibles para el buen funcionamiento del hospital. Todas estas mejoras suponen al final, mayor seguridad y comodidad para los pacientes, mejor atención y menos dificultades en la utilización de los servicios sanitarios, para todos los ciudadanos.

La pandemia por Covid-19, con toda su sucesión de olas, alarmas sanitarias, protocolos cambiantes, medidas de salud pública sucesivas, pero también mucho miedo e incertidumbre; nos hizo también más fuertes, reforzó el trabajo del equipo con todos los servicios de la Gerencia de Servicios Sanitarios de Lanzarote, del SCS, de la que recibimos una gran ayuda. La pandemia nos enseñó a remar coordinada y solidariamente, a compartir esfuerzos y aceleró definitivamente la integración del Hospital Insular en la Gerencia. Fue la prueba decisiva. Pero salimos airosos de ese reto con la ayuda de todos: nuestra población de pacientes muy mayores y vulnerables, del hospital y la residencia anexa, apenas se vio afectado. Hay que reconocer que el trabajo del personal del hospital, su implicación, paciencia y compromiso en este reto, fue la clave de este éxito colectivo. No tendría palabras para reconocer la labor
abnegada y disciplinada, en esos meses tan duros, sujetos a tanta presión; de todos los geriatras, médicos residentes, enfermeras, auxiliares de enfermería, celadores, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, psicólogas, farmacéuticas, trabajadoras sociales, técnico en animación, técnicos de radiodiagnóstico y laboratorio, y personal de administración, de limpieza, recepción, mantenimiento, lavandería y cocina. Todos aportando lo mejor de si mismos.

El Hospital Insular hoy en día es una realidad valiosa. Es un centro con un modelo de atención humana que la población aprecia. Su misión es la prevención, el cuidado y la curación de las enfermedades, la rehabilitación de las discapacidades, el alivio del sufrimiento humano, y también el consuelo y acompañamiento de los pacientes y sus familias.

Pero el Hospital Insular también aporta a la economía un alto valor añadido, ofrece trabajo cualificado a jóvenes de la isla con elevadas competencias profesionales y brinda a la población unos servicios muy especializados.

El hospital cuenta con el Servicio de Geriatría más avanzado del archipiélago y con la única unidad docente multiprofesional de Geriatría de Canarias, capaz de formar médicos y enfermeras especialistas en Geriatría.

El Hospital Insular actual es por tanto un patrimonio inestimable, que pertenece a todos los habitantes de Lanzarote y es el logro de toda una generación. Es responsabilidad de todos legarlo a las siguientes generaciones, preservando sus valores y mejorando sus condiciones.

Domingo de Guzmán Pérez Hernández.
Ex-Director del Hospital Insular.