Hace cosa de un par de meses, a primera hora de la mañana, se me ocurrió la absurda idea de llamar a radio taxi Arrecife para que me llevaran a mí y a mi casi nonagenario padre al aeropuerto, para asistir a un bautizo familiar en La Palma. Ya sabes, el tipo de vuelo que lógicamente va con escala y que es el único que puedes coger en todo el día para llegar puntual al bautizo que se celebraba por la mañana.
Sin problema, me dijeron, mi taxi llegaría pronto. 10 minutos después y tras ver varios taxis libres pasar por delante mía, comencé a desesperarme y a preocuparme por perder mi vuelo. Cuando volví a llamar a radio taxi me atendió la misma señora con la misma voz de aburrida y de mala leche para decirme que mi taxi llegaría. Y yo seguía viendo pasar por delante mía más y más taxis con la luz verde y sin hacerme caso. Finalmente mi taxi nunca llegó, pero uno de esos taxis libres se apiadó de nosotros y nos recogió. Más tarde me enteraría que recogernos había sido un pequeño acto de rebeldía contra el sistema por parte de ese taxista.
Tras preguntarle varias veces al taxista por qué había pasado eso de que había llamado a radio taxi, pero que ningún taxi de los que pasaba por delante me recogía, por fin este buen hombre dejó de morderse la lengua y exclamó: -“se lo voy a decir porque es algo que me enerva, resulta que la señora que atiende radio taxi le da trayectos al aeropuerto a un familiar suyo y no a los taxistas más cercanos”. ¡Pum!, me quedé en silencio, por fin el mundo tenía sentido.
La pasada semana iba a llevar a mi madre a San Bartolomé. Resulta que va en silla de ruedas porque hace un año se despeñó de la escalera mecánica del Biosfera. No se mató de milagro, pero ya no puede caminar. Al arrimar el coche a la acera para poder meterla sin muchas dificultades para ella, mi rueda reventó. Cosas que pasan. Como estaba muy cerca del taller llevé el coche hasta allí y luego llamaría a un taxi para volver a mi oficina. Al llamar al infame servicio de radio taxi saltaba el contestador automático que te decía, una y otra vez, que todas las líneas estaban ocupadas y te colgaban. Mira que hay sistemas de atención telefónica que te dicen que estás en el puesto X en la espera y que de media tu llamada tardará X tiempo en ser atendida. Pero allí no, simplemente están ocupados y que mejor te pires.
Por supuesto la razón de que no hubiera un taxi en Arrecife es que había un par de cruceros atracados y los taxistas deciden esos días atender a los turistas dejando tirados a los ciudadanos de Arrecife en sus quehaceres. Me volví caminando sin más problemas, pero pensando que algo funcionaba muy mal en el taxi.
Esa misma tarde, que seguía sin coche, fui a una parada a coger un taxi para ir a buscar a mis hijos al colegio. Y tuve una buena conversación con el taxista, un señor muy amable. Estuvimos hablando de lo que ocurría con el taxi los días de crucero y en un momento dado le pregunté sobre cuál era en su opinión la solución a tal problema. Lo que me dijo jamás se me olvidará: “Lo que hay que hacer es que los tour operadores se coordinen para que sólo venga un barco al día y no dos o tres”. Me quedé en silencio, no me lo podía creer.
Resulta que la solución de este buen señor de ninguna manera, bajo ninguna posibilidad, puede pasar porque se produzca alguna modificación en el sector del taxi, sino que todo lo demás se tiene que adaptar a su mundo.
No le culpo, cuando vives en un sector donde esencialmente tienes garantizado el monopolio del transporte “privado”, llegas a pensar que el mundo funciona así y que todo lo demás se tiene que regular de igual manera: poniendo puertas al campo, reglando el funcionamiento de todo como si estuvieras en un sistema comunista y, ¿por qué no? haciendo que el Sol gire alrededor de la Tierra. ¡Y tan pancho se quedó!
No amigos taxistas. Por supuesto que ustedes hacen un trabajo fundamental para la sociedad, pero este absurdo monopolio del que disfrutan es el que está haciendo que haya corrupción y degeneración en la toma de llamadas de radio taxi, el que está haciendo que los taxis en su mayoría tengan mala pinta, el que hace que no exista una aplicación móvil que permita una asignación más justa de los turnos y el que, en definitiva, está dejando tirados a los ciudadanos de esta ciudad cuando más lo necesitan: cuando salen de hospitales o supermercados. Y de paso es la misma razón por la que dejan tirados a todos los turistas que llegan al aeropuerto y tienen que hacer colas absurdas porque San Bartolomé no tiene los suficientes taxis para atender a todos.
Nunca hay una fórmula mágica y cada sector económico requiere de una evaluación particular, pero a la vista de los nefastos resultados queda claro que es un absurdo que el sector del taxi en Lanzarote no se liberalice del todo y entren plenamente en juego las fuerzas del mercado, con las que equilibrar de manera más sabia el acusado escalón que existe entre demanda y oferta, tanto a nivel cuantitativo como cualitativo.
Si hay alguna autoridad con capacidad en la isla o en Canarias, le animo a romper este monopolio y anular todas las licencias actuales y pasar a un sistema de licencias abiertas, donde cumpliendo unos requisitos lógicos cualquier persona y vehículo pueda dedicarse al transporte de pasajeros.
Sé que a los señores y señoras taxistas esto no les hace gracia, pero a lo que hay que atender es al interés general y no al de unos pocos y sus bolsillos. Además, o se ponen ya las pilas, o dentro de 10 años los vehículos de transporte “privado” 100% autónomos sin conductor les robarán todo el trabajo. Porque todo el mundo se dará cuenta que es mejor viajar en un coche sin conductor y con una buena aplicación móvil, que con el corrupto, anticuado y absurdo sistema actual.
El taxi necesita reconocer que es la Tierra la que gira alrededor del Sol y no al revés. El tiempo corre en su contra. Tic, tac.