En este caluroso agosto, inesperadamente, casi a traición, nos ha dejado Enrique Pérez Parrilla, una de las personalidades políticas más señeras de Lanzarote. Presidente del cabildo en tres ocasiones, parlamentario regional y alcalde de Arrecife. Siempre destacó por la defensa del territorio, ahí están logros como el PIOT o la posterior moratoria y la estrategia de desarrollo sostenible. Destacar su lucha incansable por integrar territorio, cultura y asumir corrientes foráneas, sin perder nuestra idiosincrasia. Solía decir que, en aquellos años de fragrantes infracciones urbanísticas, echó de menos el derribo de algún hotel ilegal, para hacer patente que la ordenación del territorio era primordial. Aunque seguramente el diablo llamó a su puerta, nunca le abrió.
Estudio Ciencias Físicas en Barcelona, recalando en Lanzarote a principios de los años 70. Trabajó como profesor en los institutos Blas Cabrera Felipe y en su sección delegada, ahora IES Agustín Espinosa. Como catedrático de matemáticas de bachillerato, destacó por su brillantez y exigencia con el alumnado, fomentando el razonamiento, la curiosidad científica y el desarrollo de la inteligencia.
Como docente, siempre estuvo pendiente de las dificultades con las se encontraba su alumnado también fuera del aula, aunque ya no fuera su profesor, especialmente con los de familias más vulnerable, informándoles sobre posibles ayudas con las que continuar su formación. Gran profesor, decían sus alumnos. Formó parte del departamento de matemáticas del IES Blas Cabrera, junto con Jorge Morales, Isabel Navarro, Mario Ferrer, Virgilio Cabrera……, principal núcleo promotor de actividades matemáticas e impulsor de reformas educativas en la Isla, como bachillerato experimental, LOGSE... Centro de referencia a nivel de Canarias.
Hijo de una conocida familia de Arrecife de talante progresista. Honesto, discreto y respetuoso, hombre de distancia corta. Curioso, gran conversador y oidor, abierto a todas las opiniones. Modesto, prácticamente solo tuvo dos coches en su vida, uno era un volvo rojo, que anunció su presencia durante muchos años. Siempre se incorporó a la enseñanza en los intervalos en los que no tenía cargo político, pudiendo continuar liberado, nunca reclamó derechos de antigüedad al hacerlo. Disfrutaba con la compañía de contertulios y amigos. Fumador empedernido. Preocupado por los problemas de los demás, siempre presto a ayudar.
Con Enrique se marcha un hombre bueno e integro, y con él, una parte de la historia reciente de Lanzarote. Descanse en paz.