Después de una noche de risas y cariño, la semana pasada, el chico con el que salía desapareció sin dejar rastro, y bloqueando cualquier posibilidad de comunicación. Me gusta escribir poesía. Esta persona me había pedido que escribiera sobre él y nuestra historia juntos. He decidido hacerlo con este artículo, para usar el dolor de manera creativa.
Hoy lo llaman "ghosting", desaparecer repentinamente de la vida de alguien con quien se mantiene una relación. Quien lo sufre experimenta una especie de duelo, debe procesarlo y convivir con una herida que afecta todas sus actividades diarias durante un tiempo. Es atroz.
Una vez leí una frase: "Debemos dejar huellas, no cicatrices". Me gustó mucho, porque es cierto que somos lo que dejamos en la vida de los demás. Tenemos el honor y la responsabilidad de marcar la diferencia en la existencia de quienes encontramos. Después de todo, somos nosotros, como seres humanos, quienes damos valor y significado al tiempo, a los lugares, a los aromas, a las canciones, a la vida misma. Un simple banco puede conservar el recuerdo de un primer beso, de una propuesta de matrimonio o de risas despreocupadas con amigos. El banco es anónimo, pero nuestra presencia lo convierte en algo mágico. También ocurre lo contrario: el lugar más hermoso del mundo pierde algo de su esplendor si estamos tristes o solos, porque compartir la belleza con quienes amamos es lo que crea la verdadera maravilla.
Vivimos en una sociedad cada vez más despiadada y fría, porque estamos distantes de nuestras emociones. El objetivo principal, y utópico, parece haberse convertido en no sentir dolor jamás. La consecuencia de estos intentos de escapar de lo que sentimos, en realidad, agrava situaciones de ansiedad, angustia, tristeza, depresión y soledad. Sobre todo, la frustración de no poder reprimir las emociones, pero tampoco reconocerlas y vivirlas de manera funcional, lleva a un aumento alarmante y peligroso de la violencia, no solo física, sino también emocional y psicológica. Todos los tipos de violencia tienen consecuencias profundas en la vida de quienes la sufren.
Somos seres humanos hechos de relaciones, y la más importante de todas es la que tenemos con nosotros mismos. Si no podemos conectar con lo que somos, si evitamos conocernos por miedo a sufrir, ¿qué tipo de sociedad podemos construir? ¿Qué futuro nos espera?
Rezamos por la paz en el mundo y luego herimos a quienes tenemos cerca. Ninguna paz puede nacer si llevamos la guerra en el corazón. Debemos empezar por nosotros mismos y por nuestras relaciones, encontrando equilibrio a través de la conciencia, el coraje y la responsabilidad.
Hoy está de moda hablar de narcisismo. Pues bien, Narciso evitaba las relaciones porque no quería conocerse a sí mismo, ya que le habían profetizado que moriría si lo hacía. Nosotros solo podemos conocernos a través del otro; no podemos existir realmente si permanecemos solos. El miedo a sufrir está creando un mundo de soledad y tormento, precisamente lo que intentamos evitar.
La solución no es huir del dolor, sino aceptar que las penas son inevitables. El dolor tiene su utilidad, pero solo si se reconoce y se atraviesa con responsabilidad. El aislamiento emocional es una condena a muerte para todos.
En este escenario, la única solución real son las relaciones mismas; somos nosotros, los seres humanos, el veneno y la cura.
Internet nos bombardea con frases motivacionales que nos animan a volvernos "inmunes" al otro. Si bien es cierto que nuestra felicidad depende de nosotros mismos, también es verdad que la belleza y la riqueza de la vida radican en nuestras relaciones. No podemos prescindir de ellas. La virtud siempre está en el equilibrio: en la conciencia de que el otro tiene un valor en nuestra vida, pero un valor que se suma a lo que ya somos. Y nosotros podemos ser conscientes de nuestro propio valor a través de la atención al otro, aceptando el poder que tenemos de influir, en mayor o menor medida, en la vida de quienes nos rodean.
La invitación es a empezar a vivir practicando el principio "vida tuya, vida mía". Narciso no tenía miedo de morir, tenía miedo de vivir de verdad. Y solo vivimos realmente en el encuentro con el otro.
Este breve escrito es para honrar una relación que me dejó una cicatriz importante. No son palabras de odio, sino de comprensión, porque no importa cómo actúe el otro, somos lo que hacemos, incluso cuando una herida nos desgarra el corazón. Porque si es cierto que el otro "nos abre", también es cierto que lo que sale de la herida nos pertenece solo a nosotros.
Recordemos nuestro poder y aprendamos a dejar huellas, no cicatrices.
Gracias, Mr. Ghosting.