Tuve el honor y la suerte de conocer, o mejor dicho, de profundizar con Antonio González Medina hace ya muchísimos años.
Me llamaron a tener cautela (cuando asumí responsabilidades orgánicas en la Agrupación Socialista de Haría), estaba imputado, investigado o como quieran llamar a lo que significa el principio del desprestigio de una persona. Por mi forma de ser hice caso omiso a tales advertencias y mantuve múltiples charlas y desayunos con mi amigo y compañero que enriquecieron día a día mis conocimientos en política, la idiosincrasia de nuestra isla y nuestras gentes.
Nunca podré agradecer suficientemente sus consejos, discusiones y certeras advertencias.
Hoy, después de tantos años, de tanta lucha y tanto deterioro demostrando LA VERDAD, la justicia concluye que “hay indicios racionales de criminalidad” para llevar a juicio por delito de denuncia falsa y /o falso testimonio, a Pedro San Ginés quien haciendo, como de costumbre alarde de impunidad, manifiesta para su defensa que esto ya está prescrito.
El daño económico, a la reputación y a la salud causado a nuestro compañero es irreparable.
Este individuo (San Ginés) no tuvo escrúpulos para, basándose en la mentira (según los indicios racionales de criminalidad de la justicia), arruinar a una familia honrada de nuestra isla y utilizarla políticamente sin importarle las consecuencias.
Esperemos a que La Justicia se termine de pronunciar y que definitivamente se haga JUSTICIA.
No obstante, deberíamos reflexionar seriamente sobre que no todo vale en Política como que el acudir a los tribunales, en la certeza de que el tiempo que tardará en resolverse juega a favor del presunto difamador en tanto que se demuestre la falacia. Esto se ha convertido en práctica habitual en nuestro país.
No hay más que ver un telediario o abrir un periódico para comprobar la deriva de la bronca política hacia los tribunales de forma maléfica.
En nuestro caso, llevamos viviendo desde hace años el bochorno de la pelea judicial. La puerta de los juzgados se ha convertido en la pasarela de políticos y empresarios mostrándonos un escaparate vergonzoso de cómo han funcionado las cosas en nuestra Isla. Debemos analizar en profundidad las artes que se han empleado durante tantos años de gobierno de Coalición Canaria y la falta de decencia que han empleado para derribar al contrario. Basta ocupar cualquier puesto público de relevancia para sufrirlo en las propias carnes, pues no dejan títere con cabeza. La trayectoria de esta formación en el municipio de Haría sería un buen ejemplo de nefasta gestión, persecución al ciudadano, intimidación al empresario y exhibicionismo del pleito permanente ante cualquier iniciativa o beneficio para el pueblo. Mas de veinte años de la sopa de letras PMHCCPMHCC gobernando juntos o separados lo certifican.
Dentro de esta reflexión es imposible no pensar también en las familias de los que nos dedicamos al servicio público. Tener que decir esto después de 46 años de democracia clama al cielo.
La familia es la gran perjudicada de tanta hostilidad y tanto enfrentamiento, por no decir del poco tiempo que puede disfrutar desde que uno de sus miembros entra en política sufre gratuitamente la bajeza de la pelea en los medios de comunicación que llegan en ocasiones hasta el patio del colegio de los hijos. No hay derecho.
Las consecuencias de la difamación ya las conocemos, lo que todavía no se ha medido son las repercusiones psicológicas que dejan huella y marcarán la vida de quienes las han padecido. Y esto no prescribe.
Hoy, después de tantos años, todos/as sus amigos/as, compañeros/as estamos triste porque estamos en la piel de la familia de nuestro compañero. Estamos tristes porque nuestro compañero no está ya para ver cómo la justicia finalmente le ampara. Estamos tristes porque después de más de diez años y en su ausencia, nadie va a tener que pedirle perdón a la cara, públicamente también y resarcirle de todos los daños causados que son muchos.
En nombre de muchos/as y en el mío propio rendimos homenaje a una persona honrada, trabajadora y un entrañable amigo y compañero.