El pulso que los independentistas catalanes despliegan contra el Estado de Derecho desde las instituciones y en las calles parece que nos tiene adormecidos y, por eso, detecto falta de tensión política y electoral entre algunas personas. ¿Realmente el conflicto catalán es lo más importante en nuestras vidas? No quiero que se me malinterprete, pero parece que los problemas reales de las personas en este país han pasado a un segundo y tercer plano, aún reconociendo que la cuestión catalana tiene anclajes históricos y que puede y debe resolverse por la vía del diálogo, dentro de la Constitución y desde una concepción federal del Estado, como defendemos las y los socialistas.
Ante esta situación creo que el gran enemigo de España en estos momentos es la abstención. No me cuesta reconocer que me preocupa que la obligada convocatoria de unas nuevas elecciones, unida a los sucesos de Cataluña, pueda ocasionar frustración y cansancio. Pero la solución no pasa por darle la espalda a la democracia ni a nuestro activo papel como ciudadanos comprometidos con un presente y un futuro mejor para nuestra familia y nuestros conciudadanos. Por eso, creo que no podemos darle ni una pizca de aire al hastío que conduce a la abstención y reivindico superar la tentación de quedarnos en casa el próximo diez de noviembre. No te engañes, la abstención no es neutral, ya que si los progresistas se quedan en su casa, las derechas tendrán más posibilidades.
Si no vas a votar, otro lo hará por ti. Quiero decir con esto que las y los socialistas no podemos quedarnos en casa el día de las elecciones porque otros sí van a salir a hacerlo para intentar que gane su proyecto. Y su proyecto no es ninguna ensoñación: mira Andalucía y mira Madrid. En donde consiguen sumar, las tres derechas están formando gobiernos que irradian políticas que hacen peligrar los derechos sociales que sustentan el estado del bienestar. No hay tiempo que perder, hay que seguir avanzando. No hay tiempo para la apatía porque ahora toca más responsabilidad y más sentido de Estado. No puede haber lugar para el desencanto y la desilusión entre nosotros ahora.
Permíteme que reclame más altura de miras, más generosidad y más consenso. Debemos hacer el esfuerzo de poner en el centro del debate los problemas reales de las personas, aquellos a los que la actividad política está llamada a resolver: empleo, salarios dignos, vivienda, sanidad, educación, dependencia, oportunidades para los jóvenes? No podemos dar ni un paso atrás en libertades y debemos volver a fijar nuestra atención en la igualdad real entre mujeres y hombres, en cero tolerancia con la violencia machista, en más justicia social, en seguir luchando contra el cambio climático. Salgamos de nuevo a transformar este país en la España que nos merecemos.