Menos hipocresía y más realidad. Es forzoso fiscalizarel disparatado incrementode camas,ciñéndonos al garantizado principio económico de la oferta y la demandaretomandoel postergado Manifiesto dictado por César en 1985 ¡Momento de Parar!, desclasificandolas 25.000camas y los 5 millones de terreno edificable;desautorizandola grave amenaza de construcciónde másde ¡40.000! camasa partir del final de la Moratoria de Enrique Pérez en2010 y reconvertir la planta turística obsoleta, reduciendo máscamas, y además, es fundamental para lograr mantener niveles de ocupación estables ahora y en el futuro:
Exaltar y divulgar nuestro patrimonio natural, cultural ehistórico. Controlar el medio ambiente, la seguridad, los precios, la garantía detransportes dignos (fundamentalmente de Guagua), la salubridad, los ruidos, el amable tratoa nuestros visitantes. Mantener limpias y saneadas nuestras costas y los sucios contenedores, esterilizándolos asiduamente. Reparar aceras, baches. Eliminar escombreras y vertederos. Controlar las obras aplicando la disciplina urbanística para mitigar ruidos y polvaredas, cerrando los caminos polvorientos y ordenando regar los movimientos de tierra. Las urbanizaciones, hoteles, apartamentos que tienen que brillar ineludiblemente por su esmerada limpieza, orden,control, seguridadymantenimiento: nada de suciedades, nide cajas de registro eléctrico rotas, postes a punto de caer,piscinas insanas, calles sin barrer, muros y edificaciones sin pintar, ruidos a lo loco.
El descontrol del servicio de taxis en el Aeropuertoy en las paradas de los núcleos turísticos, con las colas de los turistas aguantando... increíble. Y el de las maletas... ni de coña marinera. Es hora de plantear, inteligentemente,con lealtad solidaria, los ineludibles pactos para enmendar tantos despropósitos que generan indignos desatinos contra la vitalindustria turística.
Si persistimos en mantener la actividad turística en riesgo latente,el sector pesquero en el fondo del mar...y el sector primario de la agricultura-ganadería desmantelado... ¿a dónde iremos?.
Ramón Pérez Hernández