Lanzarote se ahogó en un vaso de agua. Así, con la jerga popular, se podría resumir lo vivido en los últimos días en la isla. Mientras en otras zonas del archipiélago, y en especial en Tenerife, el temporal sí se sintió ...
Lanzarote se ahogó en un vaso de agua. Así, con la jerga popular, se podría resumir lo vivido en los últimos días en la isla. Mientras en otras zonas del archipiélago, y en especial en Tenerife, el temporal sí se sintió con fuerza, aquí llegaron sólo los restos. Algo de agua, durante un espacio corto de tiempo, y viento, sí, pero nada extraordinario en una isla acostumbrada a las corrientes de aire. Sin embargo, y viendo algunas imágenes posteriores al supuesto temporal, parecería que por Lanzarote hubiera pasado otro Delta, o el Diluvio Universal.
La borrasca pasó de puntillas por Lanzarote, pero consiguió sacar a la luz todas las carencias estructurales de la isla. Un puerto incapaz de mantenerse operativo ante cualquier mínima contingencia meteorológica, inundaciones, aulas escolares llenas de agua y humedades, edificios viejos que se caen a pedazos y, sobre todo, aguas residuales para dar y repartir.
En el caso de Puerto del Carmen, se volvió a convertir en un auténtico espectáculo, pero para no dormir. Unas de las playas más emblemáticas de la isla quedaron totalmente cubiertas de desechos fecales, en un amasijo tan repulsivo como nauseabundo, que finalmente terminó repartido entre la arena y el mar. Un aporte sin duda vital a la contaminación, que refleja la peculiar forma que tiene Lanzarote de entender los galardones de bandera azul y los títulos de Reserva de la Biosfera.
Y todo ello, después de unas eternas obras que han puesto patas arriba Puerto del Carmen y que, de momento, no han resuelto lo más esencial. La excusa es que aún falta poner en marcha los motores de la estación de bombeo, y que dentro de unos meses el problema se resolverá definitivamente. Como casi todos los problemas de esta isla, éste también tiene una resolución "inminente". Esa palabreja a la que se le empieza a coger miedo, porque la inminencia en esta isla puede ser cosa de años o décadas.
Pero más delito tiene aún lo sucedido en el centro de Arrecife. En este caso, después de mucho tiempo de calvario, los vecinos y comerciantes vieron escuchadas sus plegarias y se acometieron las obras en la red de saneamiento, para evitar que aguas fecales, ratas y todo tipo de lindezas tomaran sus calles y sus locales ante cada lluvia. Sin embargo, un par de años después de culminar esos trabajos, la historia ha vuelto a repetirse. Y en este caso, no hay excusa que valga.
Lo sucedido en Arrecife refleja que las obras y la inversión millonaria no han valido para nada, porque desde que se terminaron no se ha hecho un mínimo mantenimiento. Un simple recorrido por la ciudad permite ver alcantarillas totalmente taponadas con tierra, latas, papeles y residuos de todo tipo, evidenciando una desidia total en los responsables de su cuidado.
Y por si estas calamidades fueran pocas, también hay que sumar las inundaciones que se registraron en Playa Blanca y los problemas de telefonía que se generaron en Órzola, en un municipio demasiado habituado ya a las deficiencias en la cobertura.
En definitiva, un reflejo del atraso que sufre la isla en servicios absolutamente básicos, al menos en el primer mundo. Y es que en ocasiones, Lanzarote parece estar más cerca de Zambia que de Europa, y otro ejemplo de ello es ver a qué destinan algunos municipios los fondos del Plan E de Zapatero. Porque poner cuatro farolas o la acera de una calle deberían ser temas superados y resueltos, y no esperar dinero del Estado para eso, como si viniera "Mister Marshall" a la España de la posguerra.
A veces, los ciclones, los huracanes, los terremotos y cualquier catástrofe natural parecen cebarse con los más débiles, pero el problema es que son precisamente ésos losmás vulnerables. Y el mismo viento o la misma lluvia causan daños muy distintos si caen sobre una chabola que de milagro se tiene en pie, o sobre un moderno edificio, donde hasta las luces se encienden con sólo chascar los dedos. Y desgraciadamente, muchas veces parecería que en Lanzarote estamos más cerca de lo primero que de lo segundo. Sobre todo, a juzgar por la imagen que presentan muchos edificios de Arrecife, algunos de los cuales han tenido que ser precintados tras el temporal, por el riesgo de que cascotes de los tejados cayeran a la calle.
Y eso que Lanzarote apenas se enteró de la borrasca. Si realmente llegan a registrarse las rachas de viento de un verdadero temporal, e incluso el agua que se había previsto, ¿qué hubiera sucedido en la isla?