Opinión

EL POLEN DE LA POLÍTICA

Pienso, luego subrayo lo que manifiesto, que el pensamiento jamás debe glosar poder alguno, y sí valores, los eternos de siempre, como el de la libertad, justicia, igualdad y solidaridad. A mi juicio, eso de que el polen de la ...

Pienso, luego subrayo lo que manifiesto, que el pensamiento jamás debe glosar poder alguno, y sí valores, los eternos de siempre, como el de la libertad, justicia,igualdad y solidaridad. A mi juicio, eso de que el polen de la política lo invada todo, favorece la vulgaridad y acrecienta el servilismo. Es una realidad palpable. Pese a las apariencias, vivimos tiempos de desorientación. Ha tomado posesión la mediocridad, casi siempre favorecida por el político de turno al que le interesan los dóciles, en vez de la persona culta que solamente tendrá la vida como aliada, y a la que se entregará con el alma de la inteligencia en un afán constante de liberarla de tratos inhumanos o degradantes. La cuestión de que nada se escape del debate político yque, como tal, se resuelva en términos políticos, alcanza unas cotas de contaminación tan altas que lo distinto empieza a ser lo mismo. Lo extraño de la cuestión salta a la vista. Cada día son menos las personas preocupadas e implicadas en cultivar la autenticidad de la palabra como instrumento de diálogo para la construcción de una sociedad más justa.

El panorama es inquietante, por lo que veo o leo. He aquí un ejemplo de ahora mismo. Un programa de televisión (de máxima audiencia) insiste en que Marbella es una ciudad sin ley. Si esto es verdad, ¿por qué no se toman cartas en el asunto? Y si es mentira, ¿por qué no se denuncia la falsedad? ¿O es que las palabras han perdido su semántica? Apago la tele y buceo en la prensa con la esperanza de una mejor digestión. De una página a la siguiente, poca diferencia. Expresa o tácitamente se describen sucesos bestiales, relaciones tormentosas entre políticos, con un lenguaje que envenena más que purifica. Todo ello, hace que la carga de pólenes absurdos se haya disparado, debido a la pluviosidad oportunista de algunos / bastantes, que sin escrúpulo condicionan legislaciones, accionan esclavitudes tremendas y sueños que encarnan pesadillas.

La concentración de zánganos que se sirven de la política para vivir el resto de sus vidas a cuerpo de rey, resulta en ocasiones de un descaro total. A esto habría que poner remedio y hacer limpieza. Para empezar, tendríamos que fomentar una reflexión solidaria sobre los principios que fundamentan los derechos humanos, porque la dignidad humana debiera ser intocable, y no lo es, cuando coexisten tantos abusos, una justicia desconcertante y una riada de personas sin techo que aumenta a pasos agigantados, por una deficiente política de alternativas viables con acceso pleno a sus derechos sociales.

Deberíamos politizar menos las cosas y trabajar más conjuntamente en favor de la vida y de las personas. Cuando así se hace, los resultados siempre son positivos. Por poner otro ejemplo reciente, sobre la eficacia de cooperar unidos, la Red Iberoamericana de Cooperación Judicial en materia civil y penal, Iber Red, se ha convertido en una herramienta de máxima garantía en la persecución del cibercrimen, la pedofilia y la pornografía infantil. La Red, que integra a veintitrés países de Iberoamérica, España y Portugal, ha hecho posible que funcione un sistema ágil para luchar contra el crimen organizado a nivel internacional y en los procedimientos de delitos comunes.

Si la cooperación de unos y otros fuera más real, menos política, más incondicional, estoy seguro que ganaríamos sosiego y, por ende, mejor vida (para todos) que es de lo que se trata. Por desgracia, el polen que emiten algunos deslenguados políticos, aficionados a generar un clima de confusión en beneficio de un interés partidista y propio, raya el noble (y agotador) servicio de servir a toda la ciudadanía. Lo único que debiera imperar. Un efecto barrera para que el polen deje de hacer estragos en la democracia, ya que el sujeto del poder es toda la sociedad, todo el pueblo, pasa por abrir el corazón democrático a listas abiertas en las elecciones; y, así, formar una sociedad de ciudadanos libres que trabajen (trabajemos) conjuntamente para el bien común.

Víctor Córcoba