Dicen algunos que la historia es cíclica, que avanzamos en una suerte de eterno retorno que a la larga nos impide progresar. Y aunque normalmente soy contraria a esa teoría, en estos días, con la amenaza del petróleo de ...
Dicen algunos que la historia es cíclica, que avanzamos en una suerte de eterno retorno que a la larga nos impide progresar. Y aunque normalmente soy contraria a esa teoría, en estos días, con la amenaza del petróleo de vuelta a la actualidad insular, me sumaría con los ojos cerrados.
Porque vamos a ver, ¿no se manifestó hace una década la ciudadanía contraria a la instalación de plataformas petrolíferas en Canarias? ¿Es necesario recordar cuál es la posición de la sociedad respecto a todos los asuntos, cada vez que cambia el color político del Gobierno? Obviamente, no.
Pero es cierto que algunas cosas han cambiado. Como que en tiempos de crisis, pocas cuestiones distraen a las familias de los objetivos mínimos de mantener u obtener un puesto de trabajo que permita la supervivencia y conservar o mejorar la salud de los suyos.
Quizá sea este el elemento novedoso con respecto a 2002, que ha incitado a los nuevos gobernantes a tratar de colar el gol del petróleo por la escuadra. El desánimo general, aliñado con unas pequeñas promesas de creación de empleo, es la variable que puede transformar el déjà vu en un sueño nuevo para algunos. Y en una pesadilla para el resto.
Pero el ministro canario no contó con el carácter del pueblo isleño, con la fiereza con la que los habitantes del archipiélago -pues no es necesario haber nacido aquí para desarrollar un arraigo apasionado, casi irracional- defienden su territorio. Y si algo aviva los pulsos, arranca añoranzas y define al canario, eso es el mar, convertido ahora en oscuro objeto de deseo de Repsol.
En este contexto, la lucha se presenta larga y complicada. Por una parte, el Goliat del petróleo, la poderosa multinacional apoyada por el Gobierno. Y por la otra, un pueblo que se resiste a convertirse en el último peón de una partida agotada y caduca.
La historia se repite. Lanzarote ya ha presentado batalla en el pasado contra el crecimiento turístico especulador y desenfrenado, al que ha derrotado en la calle, en las instituciones y en los tribunales. Y el tiempo nos ha dado la razón, al convertirse la isla en referente nacional de apuesta por el desarrollo para el futuro y por la defensa ambiental.
Por coherencia, por sensibilidad, por sentido común y por responsabilidad hacia las próximas generaciones, debemos lograr este pequeño paso hacia atrás para Soria, que será un gran salto para Canarias.
Myriam Ybot