Opinión

El déficit sanitario y el humano

La Empresa Privada se mantiene a si misma o desaparece. La Pública parece que, en el peor de los casos, ni por saber morir. Acalladas, momentáneamente, las algaradas de los responsables de la Sanidad Estatal adelantando unas sacas de ...

La Empresa Privada se mantiene a si misma o desaparece. La Pública parece que, en el peor de los casos, ni por saber morir. Acalladas, momentáneamente, las algaradas de los responsables de la Sanidad Estatal adelantando unas sacas de billetes, sólo queda ahora estrujar todavía más al contribuyente o deducir el desembolso de cualquier otro capítulo de gastos para enjugar con facilidad la nueva deuda recién contraída. Si en el mismo imaginario popular compartido la profesión de Esculapio resulta rastreramente envidiable, no es precisamente por su elevada función en defensa de la salud y la vida, sino por lo mucho que se dice que ganan los galenos, no es extraño, pues, que se intenten solventar sus más severos contratiempos a base de talonario de cheques.

La mediocridad genérica de la atención médica, prácticamente eximida de responsabilidades en nuestros días mediante los socorridos consentimientos informados, reviste, sin embargo, aspectos mucho más sombríos que la brevedad de las consultas, la eternidad de las esperas, o la escasa calidad del servicio en los hospitales. Más acá de las esferas políticas, el verdadero problema de la medicina actual, tabú donde los haya, es, precisamente, de tipo ético, no económico. Prueba de ello es que el escalofriante aborto a la carta, la sanguinaria liquidación sumaria de ancianos decrépitos o la aberrante mutilación genital de niños hayan llegado ya a formar parte habitual de la actuación rutinaria del llamado sistema sanitario, sin suscitar siquiera la más unánime de las condenas por parte de los Ilustres Colegios de Médicos (la libertad de conciencia que se reconoce a los facultativos individualmente no puede encubrir la perversión generalizada del juramento de Hipócrates que estas prácticas exigen).

Ana Pastor, Marina Geli, Ana María Castillo, Vicente Rambla, éste y el otro y el de más allá, ministerios y consejerías de Sanidad en pleno, y no solo ellas, tienen pues déficit más grave para resolver que el exigido por la falta de control y previsión contable que ha llevado a acumular un amenazador agujero económico hasta que ha sido imposible de ocultar. Y además lo saben. Solo les falta tener arrestos para afrontarlo.

José Francisco Sánchez Beltrán