Opinión

Deudas pendientes

Treinta y cinco años se cumplieron este mes de los hechos. Los mismos años que cuento yo. Treinta y cinco años de un crimen terrorista que sacudió a toda la sociedad isleña. Que heló la sangre de un pueblo que en aquellos tiempos todavía despertaba a la democracia y veía cómo su principal modo de vida se tornaba aún más peligroso. Estoy hablando de los tristes sucesos acaecidos en el banco pesquero canario-sahariano, en un ya lejano 1978. El asesinato de los pescadores del Cruz del Mar.

Por aquel entonces nuestra sociedad era muy distinta a hoy. Aunque empezaba ya a cambiar y empujaba con fuerza el turismo, la "costa" seguía siendo el principal medio de vida de muchas de nuestras familias. En aquellos años convulsos, España acababa de abandonar el Sáhara Occidental y tras la firma de los acuerdos tripartitos con Marruecos y Mauritania, nuestra flota pesquera se veía obligada a buscar un caladero alternativo. A partir de 1977 los ataques contra nuestros barcos se fueron haciendo cada vez más frecuentes. Aún así, la sociedad lanzaroteña seguía mirando al campo y al mar como fuentes principales de sustento, aunque a la peligrosidad que ya de por sí implicaba el trabajo en la mar se unía ahora otra amenaza aún mayor: los ataques terroristas.

Todavía hoy queda por aclarar la autoría de los hechos; Marruecos culpa al Frente Polisario y el Frente Polisario a Marruecos. Pero lo cierto es que estas muertes fueron tratadas de la peor manera posible por el Gobierno de entonces, que las consideró como accidente laboral. No me puedo imaginar el calvario sufrido por esas familias, conmocionadas por un suceso tan brutal y sin el apoyo del Estado por su condición de víctimas del terrorismo.

Poco a poco parece que la historia ha empezado a cambiar. En 2011, por fin, se reconoció a los tripulantes del Cruz del Mar víctimas del terrorismo y se les incluyó dentro de la Ley de Reconocimiento y Protección Integral a las Víctimas del Terrorismo.

Hoy, finales  de 2013, Lanzarote ha levantado un monumento en su memoria, que lleva por nombre "La luz que nos guía". Diseñado por el maestro artesano Juan Brito, es un justo reconocimiento a nuestros marineros asesinados, aunque debería constituir el penúltimo homenaje institucional. El último de los reconocimientos necesarios está ahora pendiente del Parlamento de Canarias, con la aprobación de una ley de reparación y restitución complementaria a la estatal. La Asociación Canaria de Víctimas del Terrorismo, ACAVITE, ya hizo entrega de un borrador en sede parlamentaria.

Esperemos no tener que esperar otros treinta y cinco años para ello.

 

*Pedro J. Suárez García, miembro del colectivo Voces Transversales.