Hoy queremos hablar de los granos, es decir de nuestras lentejas, garbanzos, judías, chícharos y arvejas. Estas legumbres en los últimos años se vienen sembrando, aunque cada vez menos, en los arenados y en ocasiones, cuando el invierno ha sido propicio, también en el jable y en alguna gavia.
En el año 2013 por las Naciones Unidas se declaró el día 10 de febrero como “Día Mundial de las Legumbres” con el objetivo de fomentar su consumo, pues son bajas en grasas y sodio, no tienen colesterol, constituyen una excelente fuente de proteínas de origen vegetal y aportan hierro; además son ricas en potasio, fibra y vitaminas; a la vez que gozan de un índice glucémico bajo y no contienen gluten en su estado natural. También, en dicha declaración se afirma de forma categórica que su cultivo favorece la conservación de los suelos, evita el calentamiento global e incrementa la seguridad alimentaria de los países.
Los granos de Lanzarote han sido siempre muy apreciados en toda Canarias por la exquisitez de su sabor proporcionado por los suelos donde son cosechados. Esto motivó que en las primeras décadas del siglo pasado se plantaran en cantidades importantes, y se exportarán, con gran éxito, para abastecer los mercados de Gran Canaria y Tenerife.
En los últimos años su cultivo discurre por la senda de un progresivo abandono. Para hacernos una idea de las dimensiones de la pérdida de superficie agrícola baste señalar como en el año 2004, hace apenas dieciséis años, en la isla se destinaban 644 hectáreas a cosechar cereales y legumbres, y el año pasado se cultivaron escasamente 87 hectáreas, según datos de la Consejería de Agricultura del Gobierno de Canarias.
Está siendo una triste realidad contemplar como cada año que pasa se planta menos granos. La situación ha llegado hasta tal extremo que de no corregirse asistiremos más pronto que tarde a su total pérdida. En un futuro, no muy lejano, las únicas lentejas que comeremos aquí serán las que las grandes cadenas de alimentación venden envasadas y anunciadas “tipo Lanzarote” aunque, eso sí, cosechadas en México o Canadá.
Para comprender la gravedad del problema debemos prestar atención a dos de las consecuencias no deseadas que está arrojando este abandono: por un lado, la disminución experimentada en el cultivo reduce evidentemente nuestro grado de autoabastecimiento y en su consecuencia se incrementa de forma peligrosa la dependencia alimentaria hacía el exterior. Y, por otro lado, si aspiramos a vender turísticamente la isla como territorio sostenible en cuanto al mantenimiento de su paisaje, difícilmente se logrará ya que las legumbres apenas lo colorean como lo hicieron antaño de enero a marzo.
En esta tesitura las preguntas obvias serían: ¿queremos revertir la situación?; o, por el contrario: ¿es nuestra decidida voluntad asistir de forma impasible a la inmediata desaparición de los granos de esta isla?.
La S.A.T. El Jable, colectivo de agricultores comprometidos con la práctica de una agricultura ecológica y sostenible, propone diversas iniciativas con el único propósito de no dar la batalla por perdida en la defensa de un cultivo tradicional de nuestra tierra.
Entre estas medidas destacamos las siguientes:
-Es una evidencia que la singularidad del rofe o el jable dificultan el desarrollo de algunas tareas como son: sembrar, escardar, recoger, trillar, aventar y apartar. Téngase presente que escoger (trabajo que se hace a mano) dos kilos de lentejas y dependiendo de cómo hayan sido seleccionadas requiere una hora de trabajo aproximadamente. Entonces: ¿A cuánto se tendría que vender el kilo para que el agricultor pueda percibir una retribución justa por su trabajo? Muchos contestarán que a un precio superior incluso al reflejado en los mercados.
-Las administraciones públicas insulares tienen que apostar de forma decidida por su recuperación, poniendo los medios para facilitar el trabajo de los agricultores y abaratar los costes de producción. Esto se consigue con la adquisición de aperos agrícolas adaptados a nuestros suelos con el objetivo de hacer menos penosas las labores de plantar, recoger, trillar y seleccionar los granos.
Además, no por más ferias de la tapa, congresos y festivales de saborea celebrados a lo largo de la geografía insular se ha conseguido plantar más legumbres. Algo habrá que cambiar. Tampoco se pretende la no realización de estos eventos, lo que se pide a la Consejería de Agricultura del Cabildo es el cambio en su orden de prioridades, prestando más atención y dotando con suficientes recursos económicos al agro insular.
Los agricultores han venido reivindicando, sin ningún resultado la verdad, a lo largo de las últimas legislaturas y ante los diferentes consejeros de agricultura del Cabildo de Lanzarote la compra de diversos aperos que puedan ser cedidos a los agricultores para aliviar su trabajo en el campo.
-La puesta en funcionamiento del largamente demandado banco de semillas que garantice la conservación de las distintas variedades de granos existentes.
-Otra de las actuaciones a ejecutar es facilitar a los agricultores agua de calidad y en cantidad suficiente sin comprometer los suelos, para poder hacer frente a los años secos, que por desgracia se presentan con bastante frecuencia a raíz del cambio climático.
Van quedando muy pocos agricultores dedicados a plantar granos, y además son los últimos guardianes que custodian unas semillas recibidas en muchos casos de sus antepasados. Se debe actuar con carácter urgente si queremos seguir disfrutando de un buen potaje de lentejas, saborear unas garbanzas o comer un compuesto de arvejas de la tierra.
Las legumbres de Lanzarote no pueden desaparecer, pues perderíamos parte de nuestro patrimonio cultural amén de qué herencia como pueblo vamos a dejar a los que vengan detrás de nosotros.
Los responsables públicos insulares están obligados -hoy más que nunca- a atender la súplica de un agricultor de Teseguite que días pasados imploraba: “No dejemos morir el cultivo de los granos”
Firmado por la SAT EL JABLE.