Partido Popular (PP) y Partido Socialista Canario (PSC) alcanzaron este viernes, en el seno de la ponencia que estudia la reforma del Estatuto de Autonomía de Canarias de la que curiosamente se habían retirado los socialistas al ...
Partido Popular (PP) y Partido Socialista Canario (PSC) alcanzaron este viernes, en el seno de la ponencia que estudia la reforma del Estatuto de Autonomía de Canarias de la que curiosamente se habían retirado los socialistas al comienzo de la legislatura, un acuerdo para modificar el sistema electoral que supondrá la creación de una lista autonómica de 15 diputados, que se sumarán a los 60 ya existentes en la actualidad. El acuerdo, que no contó con el apoyo de los grupos de Coalición Canaria (CC) y Mixto -estamos seguros de que en este tema coincidirán Asamblea Por Lanzarote (APL) y el Partido de Independientes de Lanzarote (PIL)-, fue alcanzado en la penúltima sesión de esta ponencia que lleva más de un año trabajando en el texto de la reforma estatutaria, cuyo trámite parlamentario se espera que concluya en la segunda quincena de enero para su remisión a las Cortes. El acuerdo alcanzado, además, prevé la reducción de los topes electorales hasta el 15 por ciento en la circunscripción insular y del 3 por ciento en la regional.
Como es lógico, teniendo en cuenta el calado de la noticia, las reacciones se fueron sucediendo a lo largo de la tarde del viernes. Sin duda, la más contundente fue la de CC. A través de sus delegaciones insulares han comenzado una campaña de acoso y derribo contra lo que supone una clara bofetada contra el actual sistema de representación parlamentaria de las Islas, lo que se conoce como triple paridad, el sistema que se basa en el territorio y no en la población para permitir algo tan básico como es el equilibrio entre las islas capitalinas y las no capitalinas. Los nacionalistas quieren que haya un pronunciamiento claro de Lanzarote, Fuerteventura, La Palma, El Hierro y La Gomera, lo que se podría hacer, de prosperar su iniciativa, a través de los plenos de las distintas corporaciones insulares.
Resulta increíble que socialistas y populares, populares y socialistas, tanto monta, se estén metiendo de lleno en una cruzada salvaje para suprimir de golpe y porrazo un sistema, el menos malo de los posibles, que encaja a la perfección algo tan elemental como es el equilibrio entre islas. Su deseo no es otro que conseguir arrancar más diputados en las dos islas más habitadas, Gran Canaria y Tenerife, donde en estos momentos están vendiendo la idea de la injusticia que supone que un diputado de El Hierro o de La Gomera se pueda elegir con mil votos mientras que uno de las otras dos islas requiera más de cuarenta mil.
Ese argumento es válido, si no fuera porque existen otros muchos argumentos que lo tumban inmediatamente: en ninguna comunidad autónoma, tal y como recordaba recientemente el presidente de CC, Paulino Rivero, existe lista regional; en comunidades como el País Vasco se da la circunstancia de que provincias como Álava tienen el mismo número de diputados que Vizcaya o Guipúzcoa con muchos menos habitantes, y allí nadie se queja; en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), sin ir más lejos, el voto de los chinos, que son más de mil millones, vale lo mismo que el de los franceses, que no llegan a los cien millones. ¿Por qué? Porque se necesita buscar el equilibrio entre territorios. ¿Y qué territorio necesita más equilibrios que uno fraccionado y separado por el mar como es el canario?
De inmediato se tiene que producir una reacción por parte de los representantes públicos de las islas no capitalinas. En Lanzarote ya hemos conocido la opinión de socialistas y populares, contrarios como el resto de nuestros representantes a que se suprima la triple paridad. Esperemos que al final no se imponga ese concepto tan bobo para algunas cosas que es la disciplina de partido y que el voto se haga en conciencia, sabiendo lo que se juegan las islas menos habitadas en el envite. Cada uno tendrá su correspondiente retrato para enmarcarlo en las páginas de la Historia de la Comunidad, y esta sociedad no olvida tan fácilmente algunas afrentas. Y esta, votar en contra de los intereses de los menos poderosos, es una afrenta de las gordas.