Opinión

Así viví yo el 23 F

Mary Carmen Pérez García Después de haber trabajado la masa de pan para el trabajo que tenía que hacer para la clase de manualidades decidí salir a la calle para comprar un libro que nos habían mandado a leer en clase y que, según nos habían avisado, ...

Mary Carmen Pérez García
Después de haber trabajado la masa de pan para el trabajo que tenía que hacer para la clase de manualidades decidí salir a la calle para comprar un libro que nos habían mandado a leer en clase y que, según nos habían avisado, ...

Después de haber trabajado la masa de pan para el trabajo que tenía que hacer para la clase de manualidades decidí salir a la calle para comprar un libro que nos habían mandado a leer en clase y que, según nos habían avisado, estaba en la librería Católica que se encuentra o encontraba, no se si sigue existiendo, en un lateral de la Catedral de Las Palmas. Mientras buscaba por todas las estanterías, de fondo, se escuchaba la radio que emitía la sesión de investidura de Calvo Sotelo en el Congreso.

Serían las 5:30 de la tarde, cuando de pronto y a pesar de estar bastante entretenida buscando el libro, me llamó la atención que lo que hasta ese momento era una emisión normal, de pronto empezaba a convertirse en algo alarmante. Se oían voces, gritos, titubeos del locutor.

Cada uno de los que nos encontrábamos allí y desde nuestros lugares escuchábamos en silencio, mirándonos unos a otros sin entender qué estaba ocurriendo. Poco a poco fuimos cogiendo el hilo, interrumpí la búsqueda del libro y empezamos a salir de la librería, unos con rapidez y sin miramientos, otros mirando a un lado y otro de la calle, como queriendo asegurarnos de que todo seguía igual, al menos en nuestras calles.

No me fui a mi casa, camine rápido hacia el sindicato, CCOO, donde probablemente se encontraría mi pareja. Al no estar segura, me paré en la cabina telefónica de la Plaza Cairasco y llamé para asegurarme. Efectivamente estaba y escuchando por la radio todo lo que ocurría en el Congreso de los diputados. Me dijo que estaban "tomando medidas".

Se me acabaron las monedas sueltas, colgué y salí "disparada". Por aquella época y con 23 años, alternaba mi colaboración en el sindicato con mis clases del primer año de Profesorado de EGB. Mientras me dirigía al sindicato, situado en la calle 1º de Mayo, 17, observaba a la gente y los veía a todos normal, como ni nada estuviera ocurriendo. Naturalmente todo acababa de ocurrir y aún no estaban al tanto.

Cuando llegué me encontré a todos los compañer@s en el despacho del secretario general, el compañero Felipe Martos. Estaban alrededor del aparato de radio, había unos cinco o seis teléfonos, pero sólo tres líneas y las tres estaban ocupadas.

Mientras, el resto seguían "tomando medidas", medidas que tenían que ver con hacer desaparecer todas las fichas de afiliación de los trabajadores ymeterlas en grandes bolsas de basura. Había que deshacerse de ellas para evitar represalias contra los que habían decidido, alentados por la libertad y la democracia, sindicarse para defender sus derechos.

Eran muchas, muchísimas las fichas. Hay que tener en cuenta que con el miedo que los habitantes de este país teníamos aún en nuestros cuerpos y, máxime estando aún, en pleno proceso de transición, estábamos totalmente seguros de que aquello significaba la vuelta a la dictadura sí o sí.

Posteriormente se fueron bajando las fichas a los coches, fuimos llenando los portabultos de uno, y otro y otro coche, y quedaron ahí. En caso de que el Golpe de Estado prosperará había que salir pitando para quemarlas todas en algún lugar donde no nos vieran y no pudieran hacerse con ellas.

Hecho el trabajo, hicimos lo mismo con todos los documentos existentes y que pudieran comprometer a alguien. Nadie podía sufrir por el hecho de que no hiciéramos bien "nuestro trabajo". Se dio orden de dejar, mínimo, una línea libre por si alguien llamaba para algo importante, sobre todo desde los partidos políticos y los demás sindicatos. Incluso recuerdo alguna llamada de Saavedra desde la UGT.

En el Congreso de los Diputados se estaba jugando el futuro democrático del país y aquello me asustaba y mucho. De sobra está mencionar la incertidumbre, el miedo y la desazón que nos tocó vivir a todos.

Hubo una llamada que se me quedó grabada, muy grabada y fue la del Gobernador Civil, como se llamaba entonces, que ante el temor de que asaltaran el sindicato, nos tranquilizaba diciéndonos que no nos preocupáramos, que se encargaría de enviar policías que impidieran que se nos hiciera daño.

Eso dijo, y aquello nos tranquilizó algo, mientras seguíamos sumidos en el no saber qué iba a ocurrir, sin saber si habría algún militar que saliera en defensa de la democracia. Oíamos la radio, veíamos lo que podíamos en un aparato de televisión pequeño que trajo un compañero, que en cuanto fue posible emitir algo desde la Carrera de San Jerónimo así lo hicieron.

Las imágenes en la tele y la voz de José María García a través de las ondas radiofónicas, clandestinamente, claro, porque Radio Nacional sólo emitía música que sonaba a música funesta total, o al menos a mi me lo parecía. Recuerdo que recibimos la visita de un sindicalistas de otro sindicato que nos comunicaba que en el muelle habían preparado un barco para salir, si fuera necesario, rumbo a África y ponernos a salvo de los golpistas.

Aquello sonó en mi cabeza a: "nos van a matar a todos, los fachas estos". Así fue desesperada y lentamente pasando el tiempo y los acontecimientos iban sucediéndose en el hemiciclo del Congreso mientras el país entero. o la gran mayoría, como así se demostró los días posteriores, nos comíamos las uñas de la esperanza, minuto a minuto.

Serían sobre las 10 de la noche y no pudiendo mantenerme quieta en un sitio, me dio por asomarme a la ventana. Mayor susto no he vuelto a llevarme como aquel. El Gobernador Civil nos había dicho que enviaría policías para protegernos. Pues debía de "querernos" mucho, porque lo que vi fueron policías cada dos metros mirando hacía el sindicato y con el arma agarrada con las dos manos a la altura de la cintura.

Para los que no lo sepan, CCOO en esa época estaba, como dije anteriormente, el la calle 1º de Mayo, en el nº 17 de dicha calle, en un edificio haciendo esquina. Pues los policías rodeaban todo el perímetro del mismo, es decir que habría más o menos unos 9 o 10 policías colocados cara al sindicato, como si el peligro fuera a venir de ahí y no de fuera.

En ese momento solo pensé en mi familia, en Lanzarote, y que quizás no volviera a verles. Y no exagero. El miedo y la rabia se mezclaban haciéndome tener la sensación de que los pies se levantaban del suelo queriendo correr hacia algún lado donde no tuviera lugar esa pesadilla.

Pensé que lo tenían claro, si el golpe prosperaba, nos tenían cogidos, si no era así, quedaban bien "protegiéndonos". Así lo pensé y así lo comuniqué a los compañeros. Estos se pusieron inmediatamente en contacto con el Gobernador de nuevo, que insistía que no nos preocupáramos, que eso no iba a suceder. Yo seguí sin fiarme.

Fue una noche larga y tensa de la que difícilmente podré olvidarme nunca, a pesar de que sobre la una y pico de la madrugada se diera la tan famosa intervención del Rey en los medios. Para mó eso no era garantía, no sabíamos si iba a ser obedecido o no. Hasta que no llegó la mañana y comprobamos cómo iban saliendo, uno a uno, los diputados del Congreso, no respiramos tranquilos.

Y tuvimos que volver a deshacer todo lo que habíamos hecho la noche anterior, sacar las fichas de los portabultos de los coches, devolver los documentos a su sitio. Fue un trabajo arduo de muchas semanas para volver a poner todo en orden, de la misma forma que costó a este país volver a colocarse de nuevo en su sitio.

Para eso fue necesario hacer dejación de algunas conquistas, todo sea por la democracia. Cuando hay chantajes no queda otra, pero lo más importante, sobre todo, fue reencontrarnos con una valoración real y entusiasmada de la democracia, de nuestros sentimientos de paz, democracia y libertad.

Esos sentimientos, convicciones y principios que daban sentido a nuestras vidas, a las vidas de todo un país. Se cumplen 30 años de aquel fallido Golpe de Estado. Todo está ya muy lejos en el tiempo, que no en las formas. Todo lo que aquel intento de golpe afianzó en nosotros, para algunos, se ha ido quedando por el camino, desgraciadamente para este país y para la democracia.