Arrecife es mucho más que su puerto, sus casas blancas o su trazado urbano. Es su historia marinera, sus tradiciones, su gente. Es el recuerdo de las tardes en el Parque Ramírez Cerdá, las conversaciones a la sombra de las palmeras en la Plaza de las Palmas, las tardes de calor y los chinijos en el Puente de Las Bolas o las fachadas que han sido testigos de generaciones enteras. Todo eso forma parte de lo que somos.
Y, durante mucho tiempo, lo fuimos perdiendo. Las prisas por avanzar, la falta de cuidado o, quizás, la indiferencia, nos hicieron olvidar lo importante que es conservar lo que nos hace únicos. Pero ahora vemos señales de que estamos volviendo a mirar hacia dentro, hacia lo que realmente importa.
La próxima rehabilitación de la Plaza de las Palmas y del Parque Ramírez Cerdá no son sólo obras públicas. Son una declaración de intenciones. Son un esfuerzo por recuperar espacios que siempre han sido nuestros, por devolverles el protagonismo que merecen en la vida diaria de la ciudad. Son, en esencia, un acto de respeto hacia quienes fuimos y hacia quienes queremos ser.
Hace unos años, hablar de proteger nuestro patrimonio parecía una utopía. Hoy, la tramitación de un Catálogo de Bienes Inmuebles y de un futuro instrumento de ordenación es una realidad que nos devuelve la esperanza. No se trata sólo de conservar edificios; se trata de preservar nuestra memoria colectiva, de mantener vivos los lugares que nos cuentan quiénes somos.
Lo que más emociona es que, después de mucho tiempo, vemos a los arrecifeños ilusionados. No es solo que las calles estén más cuidadas o que los proyectos urbanísticos estén avanzando. Es que estamos empezando a creer que Arrecife puede volver a ser una ciudad que nos represente, una ciudad de la que podamos sentirnos orgullosos. Se está empezando a "Lanzarotizar" Arrecife.
No quiero que esta oportunidad se pierda. Nuestro patrimonio, tanto el material como el inmaterial, no es un lujo ni una reliquia del pasado. Es el alma de nuestra ciudad. Y cuidarlo no es solo un acto de nostalgia; es una inversión en nuestro futuro, y además, nuestro deber.
Arrecife está en el camino de reencontrarse consigo misma. Pero aún queda mucho por hacer. Tenemos que seguir mirando a nuestros espacios públicos, nuestras tradiciones y nuestra historia como lo que son: las piezas fundamentales de nuestra identidad.
Una ciudad que pierde su patrimonio es una ciudad que pierde su identidad. Arrecife, en cambio, está demostrando que no está dispuesta a olvidar quién es.
Sigamos construyendo juntos, porque lo que está en juego no es solo nuestro pasado, sino también nuestro futuro.