Opinión

¡Alegría Lanzarote!

Por Ana Ramos Pulido La última vez que en la isla se respiraba un aire parecido al de ahora fue allá por el año 2002, un 27 de septiembre por la noche. Y antes de eso, tal vez allá a finales de los años 80, cuando otro puñado de personas ...

Por Ana Ramos Pulido
La última vez que en la isla se respiraba un aire parecido al de ahora fue allá por el año 2002, un 27 de septiembre por la noche. Y antes de eso, tal vez allá a finales de los años 80, cuando otro puñado de personas ...

La última vez que en la isla se respiraba un aire parecido al de ahora fue allá por el año 2002, un 27 de septiembre por la noche. Y antes de eso, tal vez allá a finales de los años 80, cuando otro puñado de personas crearon El Guincho y se fueron a la playa a ponerse delante de las palas mecánicas y a trabajar como descosidos para que la isla no se convirtiera en lo que se ha convertido hoy. La Unión, el Jable, Pamparacuatro, Stampa... han venido para hacer su trabajo y, de paso, homenajear a los presuntos perdedores de esta isla, para recordarnos que la justicia es lenta pero a veces llega, y, por encima de todo, que el esfuerzo y la lucha mantenida era legítima y mereció la pena. ¡Alegría!

Lanzarote cuenta con unos recursos que han sido siempre la envidia del resto de islas. Voces valientes que no han dejado ni un momento de denunciar lo que consideraron que era perjudicial para los intereses de la isla. Personajes insólitos que mezclaron arte, influencia y defensa de lo justo. Instituciones insólitas que continuaron su labor de forma impecable. Colectivos socialesinsólitos y combativos. Personas individuales insólitas que, desde sus profesiones, han recordado públicamente el significado de la dignidad. ¡Alegría!

Si la justicia aterrizó en esta isla, algo habrá tenido que ver la unión de tantas voces insólitas que llevan décadas pidiendo cordura en Lanzarote. A todas esas voces, les llegó la hora de la celebración. La guerra se perdió hace tiempo, al tiempo que los alcaldes se compraban sus yates y buscaban testaferros para ocultar sus fortunas, pero este es el tiempo de la satisfacción y el regocijo porque el aire que hoy respiramos es distinto. Porque la verdadera guerra no era tanto salvar las playas como salvarnos a nosotros mismos venciendo el miedo a decir bien alto lo que había que decir. La guerra era hacer lo que se debía hacer frente al monstruo del dinero, y esa se ganó desde el primer día. ¡Alegría!

Este es el momento de celebrar la alegría que nos produce presenciar el desfile de imputados, verles las caras a algunos y algunas mientras visitan a un juez que les va a preguntar lo mismo que esas voces les llevan preguntando durante décadas: ¿dónde está el dinero? ¿qué intereses había detrás de ese contrato, detrás de esa obra? La única diferencia es que ahora no podrán contestar aquello de "el que quiera opinar que se presente a las elecciones". ¡Alegría!

Si yo fuese una líder social, organizaría la primera manifestación de la Alegría en Lanzarote. Sin gritos de rabia esta vez, sin reivindicación alguna. Una manifestación llena de confeti y de risas con un eslógan irónico: "No estábamos locos, que sabíamos lo que queríamos". Una manifestación para ovacionar a la panda de locos que se han partido la cara con los déspotas que nos han gobernado, y que se atrevieron a decirles a la cara lo que pensaban. A Manrique y su Fundación, al Guincho, al Foro Lanzarote, al juez, al fiscal y a la madre que los parió a todos... ¡Alegría Lanzarote!