Opinión

¡Ahora la mala soy yo!

Mi intervención en el pleno del Cabildo Insular Lanzarote donde se debatían los presupuestos insulares para 2024 tuvo un impacto inesperado para mí. Como saben, al llegar a las enmiendas de Vox solicité al presidente el voto individual para posicionarme, primero desde la coherencia ideológica de mi partido y segundo por ética profesional, en contra de todas las iniciativas presentadas por el partido de la ultraderecha. 

Mi argumento fue el siguiente, y cito textualmente: “me acojo al voto individual porque como consejera de Nueva Canarias, por ideología política y por ética profesional, voto en contra de todas las enmiendas presentadas por un partido político xenófobo, racista y en contra de los derechos humanos como es Vox”. En mi réplica al consejero de la ultraderecha que solicitó que me retractara de lo dicho, dije lo siguiente: “no me voy a retractar porque no voy contra usted como persona, voy contra la ideología de un partido que es Vox que en todas las instituciones públicas que tienen representación obvian la violencia de género, están en contra de los derechos humanos, están en contra de los migrantes y sobre todo han quitado banderas arcoíris y dicen que las personas con orientaciones sexuales diferentes son trastornados mentales. Por eso, por mi ideología política y por mi ética profesional como trabajadora social no me retracto ante la ideología de su partido, no de usted como persona”. 

Esta posición de bloqueo a la ultraderecha independientemente de las iniciativas que presenten no es nuevo en la política. A nivel europeo el llamado “cordón sanitario” a la ultraderecha tiene como objetivo no normalizar su presencia en las instituciones y no blanquear sus principales propuestas reaccionarias. Porque la estrategia que mantienen los ultraderechistas es proponer muchas iniciativas “blancas” o “neutras” para buscar el voto favorable de los demás partidos mientras en sus discursos y acción institucional hacen gala de la intolerancia, el negacionismo climático y la violencia de género, la censura a la cultura, el racismo y el machismo. Por ello, mi voto en el Cabildo fue coherente con lo que ya mi partido viene haciendo en el Parlamento de Canarias y con lo que hacen muchos partidos demócratas en Europa. Lo que no es coherente es lo que vino después. 

Tengo que reconocer que en la política cualquier decisión que tomes será valorada e interpretada de distintas maneras. Mi no a Vox fue entendido por muchas personas que me conocen personal y profesionalmente de manera positiva, y recibí incluso muchas felicitaciones y ánimos de gente que no conocía de nada. En cambio, la reacción adversa y crítica se apreció en algunos medios de comunicación. 

He visto muchas cosas en mi vida profesional como trabajadora social. He tratado a víctimas de violencia de género; de exclusión social; de trata; o con discapacidad.  Todas estas con un patrón común, no tenerlo fácil por el simple hecho de ser mujer. Digo esto porque muchas de las críticas que se vertieron en determinadas tertulias y comentarios en redes y digitales no iban dirigidas a cuestionar el posicionamiento ideológico y político de esta consejera y su partido. Iban contra el hecho de hacerlo una mujer que, a priori, no pinta mucho en el grupo mixto conformado por dos hombres más. 

Argumentos como “esta no sabe ni lo que le escribieron sus asesores, se limitó a leer lo que le impusieron desde su partido”; “ha utilizado a Vox para ahondar en la división con Óscar Noda”; “ya consiguió su minuto de gloria”; o “a su sueldo como consejera no dice que no”. Todas estas aseveraciones por el hecho de haber sido yo, la segunda en la lista electoral que no debería hacer mucho ruido, sino más bien limitarme a ir a los plenos y levantar la mano como se me indique. Por cierto, por el momento sin haber cobrado un sueldo como consejera puesto que hoy día sigo en mi trabajo como trabajadora social, soy madre soltera de dos pequeños y me estoy preparando unas oposiciones. Pero eso no les interesa, ¿verdad? 

Ante estas acusaciones, mentiras, desprecios y machismos vuelvo a decir NO. No a la discriminación que sufrimos las mujeres por el mero hecho de serlo. No a que se nos minusvalore en los cargos que ejercemos. No a que se nos trate como marionetas tuteladas por un hombre. No a que constantemente se ponga en duda nuestra capacidad de liderazgo. No a nuestra libertad de expresión, sin miedos y sin corsés. No a la ridiculización por motivos de orientación sexual o físico. No a la imagen sexual que sufrimos; no a seguir siendo asesinadas. Y, fundamentalmente, no a los que mantienen estos comportamientos, pero, sobre todo, no a los que lo avalan con su silencio cómplice. 

Mi acto no pretende ser heroico ni quiero ser ejemplo de nada. Pero si ha servido para que en la esfera pública se evidencie que existen representantes públicos y formaciones políticas que no vamos a ceder ni un milímetro ante los que pretenden cercenar derechos conquistados, bienvenidas sean todas esas críticas e insultos. Con agrado volveré a ser la mala. Como históricamente hemos sido las mujeres. 

Daisy Villalba es consejera de Nueva Canarias-Bloque Canarista en el Cabildo Insular de Lanzarote.