Para quienes no conozcan la poesía "Viaje a Ítaca" de Kavafis la pueden leer en cualquiera de las múltiples traducciones que circulan por la red. Se trata de un viaje metafórico emparentado con La Odisea, que narra el regreso de Ulises a su tierra, Ítaca, para volver con su familia. Básicamente el autor aboga porque disfrutemos todos los posibles momentos placenteros del viaje (en realidad la vida), sin esperar a cifrar toda la felicidad en la llegada a la isla, por si acaso ésta nos defrauda.
Todos tenemos nuestras Ítacas personales o colectivas. En este último sentido yo creí vivir una entre mediados de los 70, cuando Franco estaba cercano a la muerte, y lo que nos depararía un futuro democrático. Recuerdo con qué alegría celebrábamos cada uno de los pequeños avances en este sentido. Creí arribar en la noche de la gran ilusión, 28 de octubre de 1982, cuando la izquierda llegó al gobierno. Aunque no me defraudó del todo, poco a poco caí en en el desencanto cuando vi que ya no podía esperar nada más.
Como sabía que las Ítacas existen siempre continué con la mía personal. Pero he aquí que un 15 de mayo de 2011 se encendió un faro que podría significar una nueva ilusión colectiva. Pareció que se apagara, pero no fue así. Aquella gran luz se convirtió en multitud de pequeñas lucecitas, que cada una fue aportando su granito de arena para unirse, con renovada fuerza, en mayo de 2014. Aparecieron entonces todos los agoreros que anunciaban los peligros del viaje cual si de un "finisterrae" medieval se tratase: lestrigones chavistas, cíclopes populistas, cantos de sirenas de programas imposibles que nos llevarían al abismo, furioso Poseidón-Iglesias... Pero, a pesar de todo, el barco parece que se ha ido llenando de más y más gente ilusionada con esta travesía, porque sabe que esos peligros no existen si no están dentro de nosotros. Son sólo peligros exteriores que no caben en una mente limpia.
No tengo una bola de cristal, pero 2015 puede significar la arribada. Los que confiamos en este viaje no somos extraterrestres. Somos seres humanos hechos de la misma pasta que todos los demás. Tenemos las mismas virtudes y defectos, únicamente nos podemos diferenciar en los porcentajes. Podemos cometer los mismos errores y aciertos. La historia de la humanidad (y la personal de cada uno) tiene multitud de ejemplos de todas las Ítacas. Pero si ésta triunfa o fracasa no podremos achacar la responsabilidad a otros. Es de todas las personas que deseamos viajar en ese barco. Vamos a disfrutar de los placeres de todas las singladuras y a colaborar para hacer de la meta un lugar que no defraude. Necesitará de muchísimo esfuerzo, y si, a pesar de ello, no arribamos, no nos entristezcamos, porque las Ítacas existirán siempre.
Diego Arrebola Gómez