Economía

La pitaya, una fruta cada vez más presente en Lanzarote

Su explotación puede resultar rentable, si bien hasta la fecha la incipiente producción insular se dedica al autoconsumo

El fruto de una pitaya en Lanzarote

En los últimos años, hay una planta que ha conquistado a muchos lanzaroteños, que la cultivan en sus terrenos para disfrutar de su sabor tropical. Se trata de la pitaya, una cactácea trepadora originaria de Centroamérica que llegó a Canarias como planta frutal en 2005.

La pitaya cuenta con potencial de desarrollo económico en Lanzarote, ya que su cultivo encaja a la perfección con el clima de la isla, al necesitar muy poca agua. La fruta tiene atractivo para los consumidores internacionales y alta rentabilidad, ya que los pocos agricultores que la producen para la venta están obteniendo hasta dos euros y medio por kilo

Sin embargo, la mayor parte de la producción lanzaroteña es para consumo propio. Sólo unas pocas decenas de agricultores se han animado a producirla para su venta. Desde la comunidad de regantes de Lanzarote explican que para que crezca el mercado de la pitaya “es necesario que las administraciones elaboren estudios de mercado y dispongan de medidas de acompañamiento”.

 

Las virtudes de la pitaya

El fruto de la pitaya destaca por sus propiedades organolépticas y su alto contenido en antioxidantes.

“La pitaya llama la atención, tiene propiedades, a mucha gente le agrada y es muy fácil saber cuando está en su punto de maduración por el aspecto de sus flores. Además se puede conservar, ya que su fruto se mantiene bastante bien después de haber sido recolectado”, explica el presidente de la comunidad de regantes de Lanzarote, Leandro Caraballo.

“Es un fruto que da mucho juego, ya que se puede usar como fruta y en ensalada. Además lo sabemos hacer muy bien en la isla, ya que al ser un cactus, sus necesidades de agua son bajísimas. Tampoco existen aún plagas o enfermedades que afecten a la planta en la isla”, añade Caraballo.  

Además, prosigue, “una finca bien atendida puede dar 3 o cuatro kilos por metro cuadrado a lo largo del año porque se producen floraciones dos o tres veces seguidas”. En la actualidad, es una de las frutas que más margen de beneficio da en Lanzarote, entre 2 y 2.5 euros el kilo

Una plantación de pitaya para autoconsumo en Lanzarote

Falta apoyo institucional

No obstante, según las fuentes consultadas, todavía no hay en la isla ninguna finca que supere los 5.000 metros cuadrados de cultivo de pitaya. 

El presidente de la comunidad de regantes lo achaca a la falta de información y de un plan por parte de las administraciones que incluya “subvenciones y garantía de precios” para que los agricultores se atrevan a hacer inversiones, como con otros cultivos consolidados en la isla como la papa o la uva.  

Tiene que haber coordinación entre producción y apertura de mercados o el fracaso está asegurado, porque si la producción crece sin adaptarse a los mercados, caerán los precios y por tanto su rentabilidad”, explica Caraballo.  

Por otro lado, también son necesarias “inversiones de manejos de cultivo para lograr un sabor determinado, con técnicas de abono más precisas, que sea atractivo para el consumidor, porque hay mucha gente a la que le gusta la pitaya, pero otros la encuentran insípida”, expone el presidente de la comunidad de regantes. Además, "todavía faltan estudios sobre cómo afecta el agua potabilizada de Lanzarote a la calidad del producto", agrega.

El periplo de la pitaya hasta Lanzarote

En su libro El cultivo de la pitaya, los técnicos del Cabildo de Tenerife, donde se investigaron los primeros esquejes para su introducción en Canarias, explican que aunque “la pitaya es originaria de los bosques de Centroamérica, se ha extendido a muchos otros lugares. Uno de los primeros que se tiene noticia es Vietnam, donde fue llevado por los franceses hace más de 100 años y desde aquí fue trasladado a la isla francesa de Reunión

No obstante, su interés como cultivo alimentario no llega hasta los años 80 explican en su libro. Desde Vietnam llega a Australia y a Tailandia para ser después introducido en Estados Unidos, Israel, Argentina y Nueva Zelanda.

Aunque la pitaya ya existía en algunos jardines de Canarias  donde se cultivaba por sus flores, las primeras pitayas para su cultivo como alimento las trajo en 2005 el Profesor Victor Galán Sauco, del instituto canario de Investigaciones Agrarias desde la isla francesa de Reunión y también desde Guatemala. Primero se cultivaron en la granja del Cabildo de Tenerife. Muy pronto algunos esquejes se llevaron a la granja del Cabildo de Lanzarote, desde donde se ha extendido por toda la isla. 

Que la pitaya lanzaroteña se consolide como producto propio y posteriormente salga a los mercados internacionales dependerá de que más agricultores isleños se animen a cultivarla. Para ello, el acompañamiento de las administraciones públicas será esencial.