Ithaisa Viñoly es una portera de 23 años que, gracias a su talento, ha conseguido dar el salto al fútbol femenino en México. Nacida en San Bartolomé, la futbolista comenzó desde pequeña a jugar al fútbol porque le venía de familia. De su abuelo y de su padre fue de quienes heredó el amor por este deporte, y con este último con quien empezó a dar los primeros pasos.
"Me crié con un primo de mi misma edad y compartíamos juguetes y al final hemos crecido compartiendo aficiones y él era muy pelotero, entonces jugábamos siempre y yo quería ponerme de portera pero mi padre fue portero y él sabe lo complicado que es, así que su primera reacción fue negarse a que yo lo fuera también porque le salió el lado protector", cuenta.
A raíz de ello, Viñoly probó con otros deportes como el baloncesto o el tenis pero sabía que su destino era el fútbol. "Probé todos los deportes que te puedas imaginar pero duraba un mes porque me terminaba aburriendo", dice, pero a los seis años, mientras su padre estaba haciendo la cena le dijo: "Papá, quiero ser portera y me da igual lo que me digas".
"Se rió y me dijo que vale, que sería portera pero con un trato, que hiciera primero las tareas del colegio y luego iríamos al campo de fútbol de San Bartolomé a entrenar, y si aguantaba hasta agosto, empezaría de portera, así que estuve haciendo mi tecnificación de portera durante cinco meses antes de empezar en alevina de primer año y no me aburrí, sino que me terminó encantando", recuerda.
Su recorrido empezó en el C.D. Orientación Marítima siendo delantera, pero luego centró su paso por el fútbol en Lanzarote en el Sporting Tías, donde empezó como portera y donde su padre fue su entrenador.
Los saltos fuera de Lanzarote
La joven comenzó más tarde en una academia de porteros y con 15 años empezó a salir de Lanzarote, ya que con 14 años las chicas ya no pueden jugar en equipos masculinos. Por ello, se tuvo que ir a Tenerife a jugar en el Granadilla.
Ahí conoció a su entrenador quien la llevó a su siguiente destino, Estados Unidos, pero antes de eso estuvo dos años para preparar bien los exámenes de selectividad. "Después me fui a Estados Unidos donde jugué en New Hampshire y luego me terminé graduando en Psicología en Miami", indica.
"Ahí un representante me vio jugar pero mi entrenador no me permitió hablar con él porque encima vino con una camisa de la universidad rival pero a la semana por casualidad me lo vuelvo a encontrar y me propuso que el punto de partida para volver otra vez de nuevo a la liga profesional es México, que es como trampolín, y llevo desde agosto en el país", explica.
Tras llevar seis año fuera de España, lo que más desea Viñoly es estar cerca de su familia y amigos. "Todavía tengo esas ganas de seguir fuera pero ya no muchas porque mi padre es una figura muy importante en mi vida ya hace seis años que no puede verme jugar, así que me hace falta un poco más mi familia, que la gente que quiero junto puedan disfrutar conmigo de algo a lo que le dedico tanto tiempo al año", reflexiona.
Esta etapa en México durará un semestre, lo que le supondrá un puente a la deportista para cerrar esa etapa en el extranjero, "sobre todo para volver a Europa", cuenta.
La experiencia en México
Su estancia en México pasa principalmente por adaptarse a una cultura llena de contrastes pero, sobre todo, por el entrenamiento y la formación como portera. Su rutina antes del entrenamiento comienza con un desayuno fuerte y luego acude al fisioterapeuta. "Empiezo haciendo activación en el gimnasio, es decir, activando los músculos, y hago también fortalecimiento, dependiendo de si la temporada es larga", cuenta.
"Ya luego ya entraría el preparador físico, que ahí ya es trabajo de equipo y hacemos una hora de gimnasio y después vamos a la cancha, donde entrenamos dos horas. Después comemos en el club, luego al fisioterapeuta y suelo salir del club como a las cuatro de la tarde más o menos", explica. Todo esto mientras la lanzaroteña estudia un curso en psicología deportiva, cuyo máster quiere realizar en próximamente.
El cambio de cultura y alimentación causó en Viñoly algunos problemas, sobre todo en la alimentación. "La comida es picante, o sea, la realidad es que es picante y te irrita, y yo incluso llegué a tener el síndrome de colon irritado y estuve un mes fuera de competición", declara.
Los problemas con la condimentación de la comida le afectaron al sistema digestivo durante mucho tiempo. "Yo le decía a mis compañeras que ojalá tener sus estómagos de mexicano para poder disfrutar de la comida como lo disfrutan ellos, o sea, tenía compañeras que tenía compañeras que se comía unas papas de bolsa súper picantes y le echaban aún más picante", cuenta entre risas.
Sin embargo, en cuanto a la capacidad de acogida de los latinos, la portera destaca que "acogen muy bien porque son gente muy sencilla y tienen siempre una sonrisa en la cara y se te hace todo muy ameno de esa manera porque la nostalgia que sientes por estar lejos de casa se hace más llevadero".
En lo deportivo, Viñoly desvela que también tuvo algunos problemas de adaptación porque es "un fútbol muy vertical". "Yo decía que era quarterback porque era mucho de la portera buscando el largo y se marcaban muchos goles de esa manera en la liga", explica.
"En España el fútbol es mucho de tocar el balón muy rápido pero usas los once jugadores del campo pero en México, mientras sea directo y efectivo pues mejor", comenta. "Me tuve que adaptar bastante a la verticalidad del juego", continúa.
Más visibilización con el fútbol femenino
En pleno auge del fútbol femenino, los referentes de los niños y niñas ya no son exclusivamente hombres, sino que también lo son las mujeres. "En México a lo mejor iba al supermercado y había niños pequeños que te reconocen y hablan contigo", declara.
"Me parece muy bonito que tengas a niños que tienen también referentes femeninos porque yo me crié teniendo siempre referentes masculinos, nunca tuve una referente femenina hasta que años más tarde se empezó a ver más chicas", argumenta.
"Hace tres semanas tuvimos un entreno cuando en una parte del campo estaba entrenando el equipo de chicos y al otro lado y nosotras, e hicimos un entreno de puertas abiertas y vino un colegio y pensé: Pues mira, este es el movimiento social que se necesita", cuenta.
El machismo siempre ha estado y está presente en este y muchos otros deporte. La deportista recuerda una anécdota que refleja ese machismo. "Cuando era pequeña, mi padre me llevó a hacer las pruebas del Atlético de Madrid y me cogieron, pero resulta que para las chicas no había una residencia como para los chicos, sino que en caso de que aceptara entrar, mi familia tenía que mudarse a Madrid para cuidar de mí porque ellos no se hacían cargo", desvela.
Finalmente, Viñoly no cogió ese tren pero la vida le tenía preparados otros muchos viajes que la han llevado a convertirse en una portera con un talento innato.