Hace cinco años, en los controles habituales en los parques y puntos de consumo de droga en Arrecife, los agentes de la Unidad de Seguridad Ciudadana e Intervención (USCI) de la Policía Local empezaron a detectar algo: un tipo de envoltorio de marihuana y hachís que se repetía con frecuencia.
“Nos decían que los adquirían en la asociación”, declaró este martes uno de los agentes, durante el juicio contra los responsables de “El Tabaquito Terapéutico”. En teoría, la asociación era un club de cannabis, donde solo se permite consumir marihuana dentro del local y a un “grupo cerrado” de personas. Sin embargo, en la calle se estaba detectando droga presuntamente vendida allí.
“Se montó un dispositivo para confirmar si los hechos eran reales”, explicó uno de los integrantes de la USCI. Para ello, dos agentes iniciaron una “vigilancia discreta”. “Estábamos en un vehículo camuflado, vigilando la entrada al local”, relató uno de esos policías.
Allí vieron cómo aparcaban vehículos junto al establecimiento, de los que bajaba una persona que entraba al local y “a los pocos minutos” volvía a salir y subía al coche.
Como parte del dispositivo, otra patrulla ordinaria estaba activada. “Yo estaba en un vehículo rotulado, a la espera de que los compañeros nos avisaran”, contó otro. Cuando alguien salía del local, recibían una llamada indicándoles los datos del vehículo y “un poco más adelante le daban el alto”.
“Salían con sustancias y reconocían que las habían comprado allí”, confirmaron cinco de los agentes de la Policía Local que intervinieron en ese operativo. Además, la marihuana y el hachís estaban “en el mismo envoltorio” que venían detectado en los controles rutinarios en los puntos de consumo de droga.
Droga “oculta detrás de un cuadro”
A raíz de esa vigilancia, elaboraron un atestado y lo remitieron a la Policía Nacional, que fue quien continuó la operación. “Trabajamos varias veces con el grupo USCI de la Policía Local”, explicó uno de los policías nacionales que también declaró en el juicio, y detalló que en ocasiones actúan de forma coordinada entre ambos cuerpos por la falta de efectivos.
En su caso, solicitó la orden judicial para acceder al local y participó en la entrada y registro. En el interior encontraron a los dos acusados, Octavio Alexander S.R. y Luis Fernando R.M., que fueron detenidos tras hallar en el establecimiento más de 4 kilos y medio de marihuana, 108 gramos de hachís y otros derivados del cannabis.
Tanto este policía como otra agente que intervino en el registro, explicaron que parte de la droga la encontraron “oculta detrás de un cuadro”. En ese hueco en la pared, según su declaración, “había un altillo con más sustancias”.
Testimonios dispares entre ocho “socios” del club
Durante el juicio también declararon ocho “socios” de El Tabaquito Terapéutico, es decir, personas que pagaban una cuota de acceso y después acudían al local a conseguir las drogas. En total, la asociación tenía registrados 430 socios.
“Era una época de mi vida muy mala”, “había muerto mi mujer e iba a veces para relajarme”, “tenía un hijo menor, por eso en casa no fumaba”, declaró uno de ellos, citado por la defensa. En su caso, aseguró que solo “fumaba dentro de la asociación, no en la calle”, aunque no recordaba cuánto pagaba por las sustancias.
Otros seis testigos habían sido citados por la Fiscalía, ya que todos ellos fueron interceptados en la calle con drogas, durante el operativo policial de vigilancia a las puertas del local.
“Normalmente siempre había fumado dentro. Era la primera vez que la sacaba y la primera vez que me sorprendieron”, declaró otra, en un relato en el que coincidieron varios, asegurando que justo el día en que estaban los agentes, era el primero en que habían sacado drogas del establecimiento.
Sin embargo, otros sí confirmaron que lo hacían de forma habitual. “Yo pillaba cinco euros, me hacía un porro ahí y otro me lo llevaba para mi casa”, afirmó uno de ellos, que al terminar su declaración no ocultó su malestar porque le hicieran “perder un día por estas cosas”. En su caso, ni siquiera recordaba que le paró la policía, aunque sí reconoció que en el local le daban marihuana “a cambio de dinero”.
Lo que tampoco pudo recordar casi ninguno es cuánto pagaron por esa supuesta cuota de entrada a la asociación, y difirieron sobre si después había o no una cuota anual. En cualquier caso, ninguno supo precisar su importe. Según la defensa, no se trataba de un “negocio” de venta, y esas cuotas eran las que les daban acceso a la marihuana en la asociación.
Sin embargo, casi todos los testigos coincidieron en que en cada visita pagaban por la droga que adquirían, aunque casi ninguno pudo precisar tampoco el precio. “No sé. En aquellos años andaba un poco perdiendo el tiempo y no tengo ni idea”, declaró uno de ellos.
Otro afirmó que le había parado “varias veces la policía” y que en aquella ocasión llevaba hachís y “lo había comprado en el club”. Respecto a cómo conoció la “asociación”, afirmó que la “encontró en Internet”, lo que para la Fiscalía supone una "publicidad" prohibida en un club de cannabis.
“A veces fumaba ahí, pero normalmente me iba a mi casa”, añadió a preguntas del fiscal. Al respecto, las defensas sostuvieron que los socios eran advertidos de que solo podían consumir dentro del local, pero que algunos “traicionaban” la confianza de los acusados. “No podía poner a un policía en la puerta”, declaró uno de ellos en su último turno de palabra.
Durante el juicio también se dieron escenas de confusión entre los testigos. “¿Era consumidor por el accidente que había tenido?”, preguntó un abogado de la defensa a uno de ellos. “¿Accidente? ¿Qué accidente?”, respondió sorprendido.
De los ocho socios de El Tabaquito Terapéutico que declararon como testigos, uno afirmó que consumía porque atravesaba una situación personal difícil y otros dos alegaron temas médicos -una de ellas que era alcohólica y para superar esa adicción recurría a la marihuana-, pero los otros cinco no mencionaran motivos.
En sus conclusiones, el fiscal sostuvo que la asociación no cumplía con ninguno de los fines que recogía en sus estatutos, y que su “única actividad” era “vender droga de forma indiscriminada”, sin contar con autorización y sin cumplir los requisitos que se exigen a un club de cannabis.