Sucesos

Decenas de informes advirtieron durante años del horror que estaban viviendo Verónica y sus hermanos

"Es un niño solitario y con semblante triste; nunca se le ha visto reír". Decenas de frases como ésta, que forma parte de un informe de seguimiento realizado por el colegio en 1998, fueron reflejando ...

Decenas de informes advirtieron durante años del horror que estaban viviendo Verónica y sus hermanos

"Es un niño solitario y con semblante triste; nunca se le ha visto reír". Decenas de frases como ésta, que forma parte de un informe de seguimiento realizado por el colegio en 1998, fueron reflejando durante años el calvario que estaban viviendo Verónica y su hermano José Luis en la casa de Tinajo en la que vivían con su padre y con su madrastra.

Sobre Verónica, un informe de la misma fecha advertía de que sufría "fuertes bloqueos emocionales y tensiones que afectan al desarrollo de su personalidad" y "una actitud reservada y poco comunicativa", tanto con los profesores como con sus compañeros. "En cuanto a su aspecto físico", agregaba el informe, "es lo que más preocupa, pues parece presentar índices de desnutrición y ciertas manchas/heridas en partes del cuerpo. Además, suele venir al centro manifestando estados de fatiga y cansancio".

Quince años después de emitirse ese informe, el pasado mes de febrero, el cadáver de Verónica fue encontrado escondido en un muro de la casa donde convivían su padre y su madrastra, dentro de una bolsa. Ahora, el sumario de la causa judicial abierta, sobre la que ya se ha levantado el secreto, permite reconstruir el horror que vivieron durante años Verónica y su hermano, pero también sus hermanastros, pese a que los Servicios Sociales estaban realizando un seguimiento de ellos desde 1995.

 

Sin "indicios" para "intervenir"


En el año 1996, incluso la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Madrid se dirigió al Ayuntamiento pidiendo información sobre los menores, a raíz de una denuncia presentada por su abuela materna. Dos meses después, el Ayuntamiento respondió afirmando que no había motivos para intervenir. "A pesar de que no se ha mostrado una clara intención de colaborar con este departamento en las distintas entrevistas mantenidas con los padres, actualmente no hay indicios de que los menores se encuentren en situación de desprotección por problemáticas graves que requieran una intervención directa del Tribunal de Menores", señalaba el Consistorio en su respuesta, basándose en el informe realizado por una trabajadora social del Ayuntamiento.

Sin embargo, aunque lo peor estaba por venir, para ese momento ya se habían dado situaciones alarmantes. Entre ellas, tal como había constatado el propio Consistorio, el abandono de los menores en una pequeña casa que la familia tenía en la playa de Tenezar, y que no contaba con servicios básicos de agua y luz. Verónica y uno de sus hermanastros tenían en ese momento 10 años, y los otros 9, 7 y 6, pero les dejaron allí solos durante tres meses, según constató en su momento el propio Ayuntamiento, que llegó a enviar a la policía a la zona para comprobar los hechos.

"Sólo tenían contacto con sus padres cuando los trasladaban al colegio o les llevaban el almuerzo y la cena. El resto del tiempo lo pasaban solos, a excepción de algunas noches en las que su madre se quedaba con ellos", señala un informe elaborado entonces por los Servicios Sociales, en el que también se advertía de que se trataba de una playa peligrosa, y de que los padres "prohibían a los vecinos facilitar alimentos y cuidados a los menores".

 

Advertencias desde Mondragón


Antes del episodio de Tenezar, Verónica y su hermano ya habían vivido otra situación de abandono. Tras la muerte de su madre, vinieron a vivir a Lanzarote junto a la nueva mujer de su padre y los tres hijos de ésta. Sin embargo, al poco tiempo, su padre les envío de nuevo a la Península.

Verónica y a José Luis pasaron ocho meses en casa de unos tíos que residían en el País Vasco, concretamente en Mondragón, sin que su padre fuera a buscarlos. Fue en ese momento, en el año 1995, cuando los Servicios Sociales comenzaron a hacer un seguimiento de los menores. Incluso hubo varias comunicaciones con asistentes sociales de Mondragón, que se dirigieron al Ayuntamiento de Tinajo porque estaban preocupados por la escolarización e incluso el acceso a tarjeta sanitaria de los niños.

En varias ocasiones, según consta en los expedientes, el padre aseguró que iría a buscarlos después del verano, pero no lo hizo. De hecho, no fue hasta finales de diciembre de 1995 cuando finalmente regresaron a Lanzarote. Y sólo unos meses después, en mayo de 1996, comenzaron los partes del colegio e incluso de la policía alertando de que los niños están viviendo solos, junto a sus hermanastros, en Tenezar. En ese momento, los Servicios Sociales volvieron a contactar con su padre, hasta lograr que los niños regresaran a casa con ellos.

Sin embargo, pese a que a esta situación se añadían otras señales de alarma, como problemas absentismo, de higiene y hasta de alimentación de los niños, que incluso llegaron a robar bocadillos a sus compañeros en el colegio, el Consistorio informó a la Fiscalía que no había suficientes motivos para una intervención del Tribunal.

 

Declaración de riesgo


Dos años después de enviar ese escrito, y cuando las señales de alarma habían ido en aumento, el propio Ayuntamiento decidió declarar a los niños en situación de riesgo, no sólo a Verónica y a José Luis, sino también a sus hermanastros. Desde entonces, los Servicios Sociales incrementaron la vigilancia sobre este hogar, aunque los informes reflejan que la mayoría de las veces ni siquiera conseguían hablar con los padres, ni lograban que acudieran a las reuniones.

"Los factores de riesgo se mantienen", advertía un informe en febrero de 1999. "No se tiene constancia de que la familia haya iniciado los objetivos programados, reafirmándose incluso en su postura de no participación, alegando en diversas ocasiones que no se arrepienten de las condiciones en las que se encuentran los menores", señalaba. Por ello, el Ayuntamiento terminó dando traslado del expediente a la Dirección de Protección al Menor y la Familia, pero el calvario de los niños continuó.

Durante este tiempo, también se sumaron denuncias de la policía, advirtiendo de que la niña estaba trabajando en el campo, en horario escolar y en condiciones meteorológicas adversas. Además, los informes del colegio insistían en su "extrema delgadez" y su "aspecto físico de desnutrición". "No han podido ser revisados por un médico ante la negativa de los padres", advertían sus tutores.

 

Pruebas de malos tratos


Cuando en 1998 el Ayuntamiento les declaró en situación de riesgo, Verónica tenía 12 años, pero no salió de esa casa hasta que cumplió los 16, cuando ya había incluso pruebas de malos tratos físicos contra ella y su hermano, incluyendo golpes y quemaduras con cigarrillos.

Fue en diciembre del año 2000 cuando se denunciaron esos malos tratos en los Juzgados, tras una nueva alerta desde el colegio, y meses después de realizarse el primer examen del médico forense, el Juzgado de Instrucción Número 1 de Arrecife dictó un auto, el 18 de mayo de 2001, ordenando el ingreso de los niños en un centro de menores, así como una posterior orden de alejamiento. Pocas semanas antes, la Dirección General de Protección del Menor y la Familia había iniciado por fin el expediente para declararles en situación de desamparo y asumir la tutela de los menores.

La resolución judicial afectaba a los cinco niños, aunque un recurso permitió a la madrastra de Verónica recuperar la custodia de sus tres hijos biológicos. En cuanto a Verónica y a su hermano, el alejamiento nunca fue tal. Los niños, que no habían conocido otra vida, se fugaron en varias ocasiones y regresaron a casa de sus padres. La última fuga, Verónica la protagonizó sola, y ya no regresó. Tampoco la encontraron. Al menos un parte de la policía indica que fueron a la vivienda, pero sus padres negaron que estuviera allí. En julio de 2003 cumplió 18 años y unos días después, la Dirección General de Protección del Menor y la Familia revocó la resolución de desamparo sobre ella, al cumplir la mayoría de edad.

Ahora, tanto su madrastra como sus hermanastros han declarado que sufrió malos tratos y abusos sexuales durante años por parte de su padre, al que acusan de haberla asesinado. Sin embargo, la investigación intenta determinar la participación del resto de la familia, y especialmente de su madrastra, en la muerte de la joven, que tenía una discapacidad mental del 68 por ciento.

 

Una niña con más "potencialidad" de la que podía expresar


"Verónica presenta una capacidad intelectual limitada, pero con una potencialidad mayor de lo que es capaz de expresar", decían de ella sus tutores en el colegio en 1998. "Depende mucho de la profesora y necesita sentirse motivada, para lo cual pide en muchas ocasiones la opinión de la profesora antes de hacer las tareas. En general, le gusta trabajar los ejercicios que no sean muy complicados".

En esos informes, quedaba de relieve que Verónica necesitaba una atención especial, pero recibía todo lo contrario en su "hogar". Decenas de partes de absentismo escolar, "ausencia injustificada siempre que coincide con una actividad festiva, extraescolar, campaña de vacunación o se insinúa cualquier tipo de revisión higiénica en clase", desnutrición, falta de controles médicos, ropa inadecuada para la época del año... Eso era lo que advirtieron los profesores durante años, tanto sobre ella como su hermano.

"Es un alumno noble y tranquilo", decían de él, aunque "poco participativo", "solitario" y "triste". En ese momento, José Luis sólo tenía 8 o 9 años y nunca le habían "visto reír". "No traía bocadillo para el recreo, pero se le llegó a sorprender comiéndose el de los compañeros", relataban sus profesores.

En todas esas notas, también incluían algunas descripciones similares sobre los tres hermanastros de Verónica, aunque en menor medida. "Hay gran diferencia entre los hermanos", advertían desde el colegio, que sin embargo también realizó varios partes con advertencias sobre los otros tres niños, sobre los que finalmente no se les retiró la custodia a los padres.

Sólo José Luis, que hace unos meses relató su historia en primera persona a La Voz, consiguió escapar de esa casa y no regresó, y actualmente sigue luchando por rehacer su vida. Verónica falleció allí, en circunstancias que aún deben terminar de esclarecerse (aunque el principal acusado, su padre, murió poco después de ser detenido), y dos de sus hermanastros están imputados por encubrir el crimen.