Una primeras impresiones que condensa el "Uf" y que a grandes rasgos significa: transporte que no funciona bien, ausencia de cualquier tipo de servicios, no el mejor paisaje de Lanzarote o un punto de información que a duras penas puede dar respuesta a las "preguntas frecuentes" de un recién llegado, sino fuera por el meritorio esfuerzo del personal que como único ayudante tiene una ristra de folletos que en días de gran trasiego se terminan a mitad de la mañana.
El paradójico escenario, eso sí, puede dar lugar a un sinfín de juegos de adivinanzas, mientras se espera, por ejemplo, la llegada de un taxi que en algunas ocasiones supera la hora. ¿Dónde estoy? Se puede preguntar uno de espaldas al mar y al crucero para dar mayor intriga a la respuesta. ¿A dónde voy? Siguen averiguando quienes, por su espíritu aventurero, no se dejaron persuadir por la propuesta de una excursión concertada. Y tal vez en algún caso, se pregunten. ¿Qué hago aquí? Donde el viaje pierde su gracia.
El desaliñado zaguán de Lanzarote
Lo cierto es que igual que el recibidor de una casa o la entrada de un restaurante pueden ser determinantes para que el visitante no se marche antes de entrar, el Puerto cumple también una función como tarjeta de bienvenida. "Como se tienen que desplazar y el transporte es complicado, a veces por sus condiciones físicas o porque no tienen ganas, no bajan del barco", asegura Fayna Guerra, que ocupa el punto de información del Puerto, al que los viajeros se acercan para preparar su andadura por la Isla.
Los turistas de cruceros son visitantes con unas características determinadas. En principio, su estancia es corta y apenas alcanza el día. Cualquier retraso en el desembarco, puede hacer que vuelvan al crucero sin ni siquiera haber visto la salida del puerto. Pasan sólo unas horas en Lanzarote, y una buena presentación puede convertirles en turistas potenciales de estancias más largas.
Aunque a la mayoría les esperan autocares que les hacen un recorrido por la Isla, muchos de ellos bajan con intención de improvisar alguna visita y a veces no resulta tan fácil. "La gente que viene de manera individual, sin excursiones programadas, generalmente no puede salir del muelle", asegura Jana.
Otra opción podría ser ir de compras en el mismo Puerto, pero ni siquiera es una alternativa posible. Las instalaciones de bienvenida se limitan a un mostrador informativo, una aparente sala de espera, vacía, y ventanillas inhabilitadas ociosas. Ni siquiera pueden proveerse de servicios básicos de comunicación como correos, muy de agradecer cuando se ha estado navegando por la mar, donde, por el momento, no hay sector servicios. "Para ellos la comunicación es muy importante. Donde van dan por hecho que se van a encontrar algún medio y aquí no hay ni venta de sellos, ni de tarjetas telefónicas, ni un locutorio. Sólo una cabina".
En una misión imposible se convierte también cualquier otro tipo de actividad. "Las instalaciones están poco preparadas. Atracan aquí y se encuentran con que no hay nada. No hay tiendas ni restaurantes ni cafeterías". Una imagen que sorprendió a Fayna, cuando empezó a trabajar como guía turística y descubrió que ni siquiera tenía ordenador para buscar información que pudieran requerirle los turistas. "A veces me preguntan horarios de autobuses, y yo no lo sé. Ni siquiera puedo buscarlo por Internet". Al igual que Fayna, Jana cree que el muelle tiene unas malas infraestructuras.
Un crucero puede traer una media de 1.000 pasajeros. De estos, se sabe que algunos no bajarán al Puerto y que una mayoría de los que tienen previsto salir, han concertado excursiones. Pero si el Muelle, ofreciera algún servicio podría convertirse en un atractivo y en una fuente de ingresos de aquellos que no tienen intención de moverse por la Isla.
Improvisar en el Puerto
Para los aventureros, el primer paso es encontrar un medio de transporte. Los taxis ofrecen también un recorrido por la isla, con una tarifa y un tiempo establecidos por el Cabildo. "En algunas ocasiones todos los taxistas ya han salido y hay una cola de turistas impresionantes", recuerda Fayna sobre una situación que se había producido la misma mañana de un jueves cuando habían atracado tres cruceros en Lanzarote. Plantearse coger una guagua, tampoco parece, a priori, una buena idea, ya que la parada más cercana se encuentra bastante retirada y los horarios son un tanto inciertos. Un último recurso es alquilar un coche, pero no hay empresas con este servicio en el Puerto. Fayna suele envíarles a Costa Teguise "porque como es una zona turística se van a encontrar con mayor oferta. En Arrecife es más complicado porque hay que callejear más".
Algunos optan por ir caminando hasta el centro de la capital. La guía turística les orienta y les informa de que pueden tardar unos veinte minutos, por un camino secundario que linda con la carretera. Personas mayores, parejas con niños en carro, turistas en general que caminan en fila india por una inhóspita senda paralela a la calzada se han convertido en una imagen singular de la isla, cuando se habla del turismo de cruceros. Jana Sperner sabe que esto es una desventaja. "El paseo no es bonito. Tendrían que construir un paseo marítimo, para que lo haga más atractivo".
Lanzarote gusta a los turistas. El mes pasado, el Gobierno de Canarias presentaba un estudio sobre las opiniones de los viajeros que visitan la isla cada año Lanzarote y los resultados han sido altamente satisfactorios. Jana Sperner está convencida de ello. "Cuando ven la isla, están alucinados porque es muy diferente. El juego de los colores es muy bonito". Además, ni Fayna ni Jana se han tenido que enfrentar nunca a alguna queja sobre el destino. Pero reconocen que una mejor presentación, motivaría a más turistas de cruceros a salir del barco y ofrecería una mejor imagen de bienvenida.