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Último verano en Lanzarote

Moulai tiene 13 años, nacionalidad saharaui y acento conejero. Es su quinto verano en Lanzarote, y para él, el Charco de San Ginés es ya un escenario habitual. Lejos queda aquel primer verano que ...

Último verano en Lanzarote

Moulai tiene 13 años, nacionalidad saharaui y acento conejero. Es su quinto verano en Lanzarote, y para él, el Charco de San Ginés es ya un escenario habitual. Lejos queda aquel primer verano que pasó en la Isla, cuando, cómo él mismo explica entre carcajadas "tenía que hablar con las manos, porque no sabía nada de español".A su lado, Ali se ríe con la anécdota. Tampoco él se siente un extraño en Lanzarote. Verano y España se han convertido en sinónimos desde hace años, y gracias a las familias de acogida, durante dos meses cambian el desierto por la playa.

Para Mamud es su segundo verano en la Isla. En 2005 estuvo los dos meses en casa de Felisa. El pasado año no pudo volver debido a las inundaciones que tuvieron lugar en El Aiún, campamento en el que vive con su familia, y el reencuentro, el pasado 3 de julio, fue muy especial.

Moulai, Ali y Mamud se sienten como en casa. Ya no hay nervios, ni excursiones especiales para conocer la Isla. Simplemente, forman parte de la rutina del verano: playa, piscina, fútbol, paseos, hamburguesas? "Al principio la Asociación organizaba programas de ocio y tiempo libre con las familias, actividades culturales y visitas a los Centros Turísticos", explica Juanma, presidente de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharauis en Lanzarote. "Pero ahora, al ser niños repetidores, ya conocen todo, y las familias quieren tener más autonomía para planificar sus vacaciones".

El primer día llegaron y durmieron. "¡Catorce horas seguidas!", exclama Felisa. El viaje desde Tindouf resultó agotador: cinco horas de avión hasta Tenerife, y dos viajes en barco haciendo escala en Las Palmas, hasta desembarcar en Arrecife. "Después de dormir, me duché, comí, y fui a ver a toda la familia", cuenta Mamud. "Este año están mucho más tranquilos", explica Vanesa, que junto a su hermano Juanma, acogen a Ali y Moulai. "Se nota que hay más confianza, y más familiaridad". "Mamud ha estado muy tranquilito estos días", apunta Felisa. "Pero hoy llegan mis nietos y empieza la juerga", añade entre risas.

"Nos queremos quedar aquí", exclama Ali. "¡Lanzarote está muy guapo!". Los chavales saben que éste es su último verano en la Isla, y la vuelta al Sahara se hace cuesta arriba. Las familias tienen asumido que el programa tiene unas condiciones, y no hay vuelta de hoja. "Es así, cuando se van les echas de menos, pero te mentalizas, sabes que no son tus hijos, que ellos tienen su propia familia", explica Vanesa. "De todas formas, que no vuelvan el próximo año no significa que perdamos el contacto con ellos", prosigue Juanma. "Hay un niño que vino el primer año, cuando tenía 12 años, ahora tiene 17 y está pensando en venirse a España a estudiar; nunca hemos dejado de llamarnos y escribirnos".

Además de la playa, la diversión o el cambio de aires, las revisiones médicas son muy importantes para estos niños. Desnutrición, otitis, problemas de retina y dentales son las principales dolencias que les afectan. Nada más llegar a España, las familias se

encargan de visitar a médicos, dentistas y oftalmólogos. Si un niño tiene problemas médicos y necesita una atención especializada o una operación, entonces se le da un permiso especial para permanecer en España más allá de los dos meses de rigor. Ali estuvo en Lanzarote de julio a diciembre de 2005. Un problema en el tímpano y varias operaciones le obligaron a quedarse en la Isla. "Ahora, en varias comunidades, como Valencia o País Vasco, existe el programa "Madraza", que consiste en dar la oportunidad de estudiar en España a aquellos niños con mejor expediente en el Sahara", explica Juanma. Algo que, de momento, no existe en Canarias.

En lo que coinciden las familias es que acoger a estos niños es una "responsabilidad" y un "sacrificio". "Por ejemplo, si quieres viajar al extranjero durante el verano, no puedes hacerlo, porque ellos no tienen el visado necesario para ello". Responsabilidad y sacrificio que compensa con sólo verles reír."Nosotros nos vamos a Playa Blanca y tan contentos", explica Felisa, feliz. "Y nosotros nos iremos unos días a Las Palmas, para que los chicos vean una ciudad más grande", añade Juanma.

Son unas vacaciones en familia. Superados los contratiempos de la primera vez ("Me acuerdo de que el primer año se caía siempre de la cama, todas las mañanas me lo encontraba durmiendo en el suelo", explica Felisa) los chavales y las familias se relajan. Todavía ven muy lejano el mes de septiembre, el abrazo de despedida.

La situación del Sahara

Ali y Moulai viven en Smara; Mamud, en El Aiún. Son dos de los cuatro campamentos cercanos a la ciudad argelina de Tindouf. En ellos, 200.000 saharauis viven como refugiados desde 1976. Los que vivieron la marcha desde los territorios del Sahara Occidental, ahora controlados por Marruecos, hasta estas tierras inhóspitas del sur de Argelia, cada vez son más mayores. Sus hijos y sus nietos han nacido en el desierto, entre jaimas y casas de adobe. En una tierra de nadie. Ali, Moulai y Mamud forman parte de esta nueva generación. Pero ellos han tenido la suerte de viajar a España cada verano, de traspasar las fronteras argelinas y ver el mar. Para estos niños de entre ocho y doce años, que participan en el programa "Vacaciones en Paz", la estancia en un país europeo les ofrece la oportunidad de aprender, cumplir con las revisiones médicas necesarias, conocer otra cultura, y una posibilidad de futuro. Los menores son uno de los grupos más perjudicados por la situación política y social que atraviesa la República Árabe Saharaui Democrática. En una población en la que el 68 por ciento de los niños menores de seis años padecen anemia, el sueño de quedarse en España es muy frecuente. Y la vuelta al desierto, muy dura.