Les gusta meterse en la piel de los personajes que interpretan, pasearse por el centro de Arrecife protagonizando mini actuaciones que diviertan a los demás, subir al escenario de las murgas para entretener al público con sus chistes? En definitiva, les encanta vivir un Carnaval lleno de espontaneidad que, según coinciden, se está perdiendo en la isla.
"La diferencia entre el antes y el ahora está en que el Carnaval que nos gusta a nosotros siempre ha sido espontáneo. Quedamos todos los amigos y vemos cuándo nos reunimos ya disfrazados y cuándo salimos por ahí; vamos a nuestro aire y sin horarios", explica José García. En esta línea, Juan Medina, Charlot, opina que "hoy día todo se hace con prisa y parece que haya que ir rápido para limpiarlo todo; se ha frenado la espontaneidad y están insoportables". Así lo ratifica Manuel Rodríguez, que opina que "ahora se ha perdido la frescura".
Larga vida de carnavaleros
Son muchas las anécdotas que estos carnaveleros guardan en su memoria. José García recuerda con especial cariño el año que interpretó a Gorbachov. El líder comunista había visitado la isla el año anterior y aquellos carnavales flotaba en el aire la polémica de qué iba a hacerse con los misiles de EEUU y de la URSS que se habían traído a Lanzarote por encargo de los Centros Turísticos como llamamiento promocional.
El protagonista afirma que es "el disfraz al que más cariño le tengo; lo sacamos hace unos años mi familia y los amigos. Habían guardado los misiles en una de las salas del Cabildo y entonces yo salí de Gorbachov y mi mujer disfrazada de su esposa. Íbamos con una pequeña carroza con dos supuestos misiles dentro y llevábamos un cartel donde se leía 'Dónde coño los coloco'. Íbamos por la avenida de Puerto del Carmen y todo el mundo nos aplaudía; fue buenísimo". Lo corrobora Juan Medina, que aún recuerda "lo divertido que fue" y asegura que se convirtieron en "unos auténticos personajes".
A tanto alcanza la conciencia con que estos carnavaleros interpretan sus papeles que Juan Medina llegó a desfilar en un coso bajo la lluvia sin caer en la cuenta de que se estaba mojando. Aún se ríe al recordar que no reparó en el chaparrón. Se dio cuenta de que había llovido cuando vio la retransmisión por la televisión.
Personajes afianzados
Juan Medina lleva interpretando el papel de Charlot desde hace más de veinte años. "Me lo puse de broma y me lo quedé; ahora a la gente le gusta mucho, ya ha calado. Al principio gustaba más que nada a los extranjeros, pero ahora hay veces que me piden que interprete a mi personaje en las bodas, pero yo les digo que sólo lo hago en Carnaval", explica Juan Medina. "Además, antes subía al escenario y hacía mi numerito y mis chistitos, pero ya no me dejan. Y eso era un papel divino", recuerda Charlot con nostalgia.
A todos estos veteranos les agrada subir a la tarima y participar en las fiestas desde primera línea. A José García le gusta hacerlo vestido de cocinero y leer el menú del día, que suele elaborar a base de los platos en boca de la actualidad de la isla. A Manuel Rodríguez, en cambio, le gusta repartir condones entre los lanzaroteño, vestido con un traje de viejilla cuyos encajes se bordaron hace más de cien años.
"Me disfrazo de viejilla y voy con una cesta con perejil, pero debajo llevo condones y los reparto. Todo el mundo se tira al suelo para recogerlos; ya se los he pedido al hospital y al centro de toxicómanos para tenerlos listos para estas fiestas", explica el protagonista, mientras sus compañeros carnavaleros ríen al visualizarlo de viejilla en las fotos y aseguran que el personaje de Manuel es todo un mito.
Tal es su compromiso con las fiestas que José García ha sido pregonero en dos ocasiones. En ambas hizo el pregón encarnando a Don Quijote y Sancho Panza con unos amigos, burro y caballo incluidos. Estos veteranos coinciden en que lo bonito es que el pregón corra a cargo de gente de la isla, sin que se traiga a gente de fuera por dinero. Este año el pregón viene de la mano de Los Arretrancos y todos se alegran que una de las murgas más antiguas de la isla tenga el honor de iniciar las fiestas.
Del centro al recinto
Hay diversidad de opiniones entre los carnavaleros veteranos respecto al traslado de las fiestas al recinto feria. Tanto Manuel García como Juana Manrique, aseguran que no son partidarios del cambio de lugar de las fiestas. Ella es una defensora de las fiestas de calle y no le gusta que se celebren "con toda la gente metida en un recinto".
A pesar de ello "entiendo el malestar para los vecinos que quieren dormir pero, sólo son dos días?me da pena que los jóvenes no puedan disfrutar de un Carnaval como el nuestro porque todo ha cambiado mucho, hasta el tiempo, que ahora hace más frío".
De la misma opinión es Manuel García que asegura que no va a pisar el recinto y se quedará por las calles del centro como lo ha hecho siempre. "Con el lío éste de tener que ir caminando hasta la biosfera pues tú me contarás porque como haga frío; y espero que no pase nada a las cuatro de la mañana cuando las niñas vuelvan caminando para Arrecife", explica.
Mientras que Juan Medina no opina porque confiesa que no es nocturno, Manuel considera que es propio trasladar el Carnaval "porque las cosas han cambiado: hay más gente que antes y los portales del centro suelen estar llenos de vómitos y otras cosas por las mañanas, imagínate la cara de los vecinos".
"La gente paraba la orquesta para vernos entrar y todos nos aplaudían"
Juana Manrique confiesa que se le saltan las lágrimas sólo de pensar en los carnavales "tan maravillosos" que vivió junto a sus amigas. Ella recuerda las fiestas que vivió como "un carnaval fantástico de calle". Resalta que entonces "era algo más popular, más de pueblo porque la gente éramos más conocida".
Ella era la encargada de diseñar los disfraces de su grupo de amigas y, patrones en mano, solían reunirse en casa de una de ellas para coserlos. "Íbamos todas a casa de una las de mi grupo y nos ayudábamos a coser; hoy en día en cambio las jóvenes llevan sus trajes a las modistas porque trabajan y no tienen tiempo. Nosotras éramos amas de casa", explica Juana.
Todas vestían trajes idénticos y, según narra la protagonista, era todo un evento verlas aparecer. Juana confiesa emocionada que "la gente paraba la orquesta para vernos entrar y todos nos aplaudían". En aquellos tiempos solían frecuentar el Almacén, donde iban con el hermano de Juana, el Casino y también las calles del centro.