Juan Isidro Castro recibió este martes una llamada poco habitual. Ya era de noche. Al otro lado del teléfono estaba la voz de una clienta que, llena de felicidad, lo llamaba para contarle que "se había ganado un décimo". Gracias a esa llamada, este vendedor de la ONCE averiguó minutos después que no era uno, sino 30, una serie completa, los cupones premiados que había vendido. Lo cuenta sosegado, aunque admite que se quedó "sorprendido". Y no era para menos, porque la suerte que repartió se cuantifica en un número de 7 cifras: 1.050.000 euros.
Juan Isidro lleva casi 20 años vendiendo cupones de la ONCE, desde 1997, pero ésta es la primera vez que da un premio "de este calibre". "¡Hombre, alegría sobre todo!", exclama al preguntarle cómo recibió la noticia. Se felicita, además, de que los décimos los vendió "repartidos", de modo que habrá "mucha gente que habrá cogido un pedacito o dos".
Este vendedor está seguro de que la mayoría de los agraciados son personas de la isla, "clientes habituales". Y es que de esos décimos, premiados con 35.000 euros cada uno, 20 los dejó en una pequeña tienda de Mancha Blanca que suele venderlos a los miembros de una peña de la localidad.
"No sabía ni qué decir la pobre, ¡70.000 euros!"
Por el momento, ha hablado con dos de las afortunadas, la clienta que le dio la noticia y otra señora, que tiene dos boletos premiados, y este miércoles se ha parado a contárselo en la recta de la carretera de Tinajo en la que vende los cupones. "Estaba sin habla, estaba la mujer contenta, súper nerviosa", explica. "Nunca le había tocado un premio y ahora le tocan dos juntos, imagínese. No sabía ni qué decir la pobre, ¡70.000 euros!".
Además, Juan Isidro explica que la suerte que repartió estuvo a punto de ser mayor, pues en uno de los décimos que vendió, además de las 5 cifras, también coincidía la serie. Así, si el cliente hubiese adquirido la opción de ganar ‘La Paga’, se habría llevado también 3.000 euros al mes durante 25 años. Pero "no cuadró", lamenta. En cualquier caso, este vendedor repartió suerte, y mucha, desde esa recta de la carretera de Mozaga, junto al Monumento al Campesino, en la que trabaja desde hace casi dos décadas. "Llevo chaleco reflectante, se me ve a kilómetros", bromea cuando se le pregunta dónde encontrarle.