Desde que en 1999, Marruecos cerrara la posibilidad a los barcos extranjeros de recalar en la franja marítima del país vecino, una crisis se abalanzó sobre la sociedad española, especialmente sobre la canaria. Al restringir el espacio marítimo para pescar, la mayoría de los pescadores tuvieron que colgar las cañas y deshacer las redes obligando al sector a reconvertirse. Se buscaron nuevos caladeros, otras modalidades de pesca o en el caso más drástico, el desguace de las embarcaciones. Las industrias conserveras tuvieron que cerrar al no conseguir rentabilizar la actividad, por la escasez de capturas que traían los pocos barcos que todavía seguían aferrados al mar. Sólo unas pocas embarcaciones se resistieron al "desguace" financiado por la Unión Europea y siguieron faenando en las aguas del Archipiélago.
Aquilino Arroche fue uno de los supervivientes que continuaron rastreando las aguas canarias. Es el capataz de Ave María Segundo y lleva toda su vida pescando. Y aunque reconoce que "los últimos años han estado muy difíciles", él ha resistido el golpe sin desesperar "aunque hemos tenido muchos años de pérdidas", según comenta, y no necesita retroceder demasiado en el tiempo para que las pérdidas le sigan poniendo la piel de gallina: "sin ir más lejos el año pasado lo tuvimos fatal, las pérdidas tienen demasiados ceros" yno se explica cómo consiguió salir a flote.
En 2005 hizo una apuesta, antes incluso de que las perspectivas de un posible acuerdo con Marruecos fuesen claras. Mandó construir un nuevo y moderno atunero que consiguiese paliar las pérdidas y le permitiese seguir echándose a la mar. Atracó en Puerto Naos, un nuevo atunero moderno, con las instalaciones más innovadoras, que fue construido en los astilleros de Cudillero, en Asturias, y que diseñó con esmero y mucha paciencia. "Supuso el envío de 4 diseños distintos hasta que conseguí lo que quería", explica. Aquilino no quiere dedicarse a otra cosa, y morirá pescador, "es lo único que sé hacer, no conozco otra cosa y el mar es mi vida desde siempre". Así, cuando en los momentos más difíciles pensó en abandonar no le convencieron las opciones. "A mí me gusta mi trabajo, por el hecho de no trabajar para nadie", asegura el armador.
Diez son los barcos atuneros lanzaroteños, incluido el Ave María Segundo, que han resistido la crisis y que durante esta semana han partido rumbo al Aaiún, en Marruecos, en grupos de tres. Allí, pasarán las revisiones pertinentes que les permitan utilizar las recientes licencias de pesca que durante ocho años les han sido negadas. Mohamed VI ha ratificado el acuerdo pesquero que permitirá faenar en los caladeros marroquíes a 119 barcos europeos, un centenar de ellos españoles y 36 canarios. Aquilino se frota las manos porque según declara, "el acuerdo nos ha salvado la vida a toda la flota", algo en lo que coincide también el patrón del barco, José Luis Morales González: "Vamos con la esperanza de tener buenos resultados".
Después de tantos años sin recalar por esa zona, la incertidumbre se mezcla con la esperanza: "No sabemos lo que nos vamos a encontrar, puede ser que no capturemos", afirma Arroche, pero eso, después de todo, no será un impedimento para estos marineros que no se rinden. "Si no capturamos lo que esperamos seguiremos buscando y lo volveremos a intentar en otras zonas", explicaba José Luis Romero, el patrón del barco.
Al llegar al Aaiún, Aquilino sumará tres tripulantes más a su embarcación de los diez que ya tiene, siete de ellos conejeros "menos el patrón que es de Las Palmas" y tres senegaleses. A ellos se incorporarán tres marroquíes que por convenio deben ir obligatoriamente en cada nave. Antes de partir de Puerto Naos, no les conocían pero Arroche reconoce sentirse "beneficiado" por la imposición. "En Lanzarote falta personal, la gente no quiere embarcarse" asegura el naviero quien afirma orgulloso que su atunero es "multicultural". Aún así espera que "ahora que se ha vuelto a abrir Marruecos, haya más gente que se quiera embarcar".