"Mala Sangre" es la historia de un niño criado en un ambiente hostil y de violencia, que crece con gran resentimiento hacia la sociedad en general, y hacia una familia en particular, a la que hace responsable del ingreso de su padre en prisión. Se trata de un relato sobrecogedor que agarra al espectador por el estómago y atrapa su mirada durante los doce minutos que dura la pieza, para hacerle cómplice de su denuncia.
En un momento en el que las acciones violentas de los adolescentes son noticia casi a diario, cuando cada vez son más los niños que agreden a sus profesores, padres y compañeros, este sevillano de 29 años retrata en Mala Sangre la sobreprotección que la actual legislación ofrece a los menores delincuentes.
Jesús Fuentes se ha documentado en profundidad para contar esta historia de violencia,en la que también se intuyen algunas de las posibles causas que han hecho que nuestros menores sean cada vez más agresivos.
Este trabajo se proyectará junto con otros dos cortometrajes este viernes 11 de noviembre, en la Sala de Cine Buñuel (El Almacén) a las 21:00 horas. El corto ya está compitiendo en siete festivales, entre los que se encuentra el prestigioso Festival Nacional de Cortometrajes Cuzco, en Perú, siendo finalista en el XI Certamen de Video Andaluz de Punta Umbría.
- ¿Cómo surgió la necesidad de contar esta historia? Si es que fue una necesidad...
- Sí, yo estaba con mi amigo José María, que es el operador de cámara del corto, en la nueva Avenida de Camas, en Sevilla. Y vimos lo que sucede en la secuencia 1 del corto (una discusión entre la madre de una niña y un grupo de adolescentes que insultan y amenazan a la mujer) y me quedé tan impresionado de la poca vergüenza de las niñas y de cómo hablaban a aquella mujer, que llegué a mi casa y me puse a escribir la historia de Mala Sangre. Al día siguiente hice los carteles para el casting y a las tres semanas rodamos el cortometraje. Esa misma tarde conseguí los técnicos y en una semana ya tenía hecho el story-board, el plan de producción, y se rodó en cuatro días por las mañanas. Fue todo muy rápido, pero se hizo porque sentí la necesidad de que tenía que contar ese relato.
- El cortometraje se ha hecho con pocos medios, ¿con qué presupuesto contabas?
- Aproximadamente me gasté unos 700 euros de mi propio dinero. Pero casi todo fue para los gastos de gasolina y la comida y bebida para los 50 niños del rodaje. También compré las cintas mini DV. Pero el resto lo conseguí a través de amigos. Las técnicas de realización básicamente consistieron en una realización multicámara, con saltos de eje, planos aberrantes... la realización multicámara se utiliza sobre todo en las secuencias de violencia callejera para dar intensidad y sensación de agobio y nerviosismo. Normalmente todos los cortometrajes y las películas se hacen con una cámara, a no ser que seas el Rey Midas y puedas permitirte varias cámaras, como en las superproducciones. Esto se hizo con dos cámaras y algunas escenas, con tres.
- Tengo entendido que los actores no son profesionales.
- Excepto dos chicas que estaban aprendiendo teatro, no son profesionales. Es más, algunos no actúan, son así. Además, en el momento de rodar se nos iban muchos de ellos, y para la escena del correccional, que fue grabada en un instituto, cogimos chavales de las clases, del patio y del "ciber" más cercano preguntándoles si querían salir en la tele. La verdad es que yo siempre había trabajado con los técnicos y a los actores no les prestaba mucha atención, pero de este trabajo me quedo con los ensayos, que los disfruté mucho, me lo pasé muy bien.
- En el cortometraje está muy presente la Ley del Menor y no se ofrece una visión demasiado esperanzadora.
- Sí, el cortometraje es básicamente una queja de la Ley del Menor. Lo fundamental fue la documentación. Hay una parte del corto que se desarrolla en un correccional y absolutamente todo lo que se dice está sacado de un centro del que tengo las fichas, los horarios, las normas... Hablé con un abogado, con la Policía, me estudié las leyes de memoria, hablé con personas que trabajan en estos correccionales y todo lo que sale en el corto es fiel a la realidad. La Policía me dijo que un niño menor de catorce años no tiene responsabilidad sancionadora porque se considera que es una persona que no está totalmente desarrollada como para comprender que ha cometido un delito. En el caso de que cometa algo muy grave, se le puede imponer un arresto domiciliario o sancionar a sus padres.
- El caso que tú planteas en el corto es uno de esos graves. El niño es juzgado culpable de un homicidio y de un intento de violación con agresión...
- En ese caso el chaval, si es menor de catorce años, no iría al correccional. Si tiene entre dieciséis y dieciocho años entraría en un correccional, y si tiene buena conducta a los seis meses estaría en su casa.
- Que es el caso del corto
- Exacto. Eso me lo ha confirmado la Policía. De hecho, dicen que en las fiestas, cuando los niños se ponen violentos, han tenido que soportar que un menor le pegue a una persona mayor y, para evitar problemas, se han llevado al adulto, mientras que al menor no le pueden hacer nada. Le pueden retener, pero en 24 horas como mucho tiene que estar fuera, y si el niño dice que le han pegado, aunque no sea cierto, al supuesto agresor le puede caer una muy gorda.
- Parece contradictorio que, ahora que los chavales son cada vez más violentos y que las nuevas generaciones están dando muestras de no respetar la autoridad que antes representaban los profesores, los padres y los adultos en general, la ley les proteja más que nunca. ¿Estamos creando pequeños tiranos?
- Efectivamente, porque ellos son conscientes de que no pueden hacerles nada, y te lo dicen: "tócame, si te atreves". Pero a pesar de que el cortometraje es una crítica a la situación actual, yo no sé por qué los niños son violentos...
- Bueno, en el corto se intuye una posible causa, cuando vemos el ambiente en el que se ha criado el niño que después mata...
- Claro, yo he dado posibles pistas acerca de por qué algunos chavales llegan a comportarse así. Puede deberse a un entorno familiar agresivo o la propia calle. Porque puedes tener unos padres estupendos, pero luego juntarte con los peores del barrio. De hecho, busqué el protagonista a conciencia porque quería que tuviese cara de bueno. En cambio los amigos, a pesar de su aspecto, están más centrados que él. Admiten robar y otras cosas, pero lo de matar a una niña lo ven fuerte. Él, en cambio, no lo ve mal, puede pensar que se le fue la mano, pero que al mismo tiempo se lo merecía. Porque él mentalmente está más castigado que los amigos.
- De tu corto se desprende que hay que cambiar la Ley del Menor. ¿Crees que el cine necesariamente tiene que cumplir una función de compromiso social?
- No. Hay quien se expresa con la literatura, con la pintura, hay quien escribe algo y lo mete en un cajón, y con eso ya se libera... a mi gusta el cine y creí necesario contar esa historia a través de ese lenguaje cinematográfico. Yo no soy un literato, y el cine quizás llega con más facilidad a los chavales, las madres, los padres... se distribuye bien y lo ve mucha gente que puede tomar conciencia del problema. En mi caso, hago cine porque necesito contar determinadas cosas en un determinado momento. Es más, técnicamente no es ninguna maravilla. Se ha grabado con una Cannon XL1, la cámara más baja entre las cámaras semi-profesionales. Estoy orgulloso del resultado, dadas las condiciones en las que se hizo.
- Y ahora, ¿qué proyectos tienes por delante?
- Tengo dos relatos escritos y el guión técnico en mente.
- ¿Son historias también basadas en hechos reales?
- Sí. No son violentas, pero una de ellas trata sobre el cáncer de mi madre. Mi madre tuvo un tumor que finalmente le extirparon. Y pasé con ella la quimioterapia, la radioterapia, y en aquel momento escribí el relato como una memoria. Pero al final, me gusta contar historias que le suceden a muchas mujeres y hombres. Son cosas que están ahí. No tengo que inventarme cosas porque hay tantas cosas de las que quejarse... prefiero contar cosas que veo.
- Y por último, ¿por qué "Mala Sangre"?
- Tiene un doble sentido. Por un lado hace referencia a la mala leche de los niños del corto, y por otro lado tiene que ver con la sangre que el niño protagonista hereda de su padre, un hombre también violento.