No todos los clientes tienen acceso a este, a priori "suculento" pero a su vez delictivo, plato porque los camareros y responsables del establecimiento se cuidan mucho de ofrecerlo a clientes distinguidos, bien por ser conocidos de la casa, o bien porque el trato les haga confiar en que mantendrán en secreto lo que supone un acto reprensible medioambientalmente y una infracción legal.
Práctica silenciada
La transacción a "escondidillas" no tiene normas ni frecuencia dado que la pesca de estas especies, que se convierten en ingredientes de cocina, es también ilegal y no es habitual que los barcos traigan provisiones. Además, la huella alimenticia del delito se volatiliza una vez que el comensal ha pasado la servilleta por la comisura de sus labios, como gesto que sella un pacto de silencio. El cliente se siente privilegiado al haber tenido acceso a lo que pocos tienen.
Ni en el Seprona, ni en Medio Ambiente, ni en Turismo Interior, perteneciente a la Consejería de Ordenación Turística ? que se encargaría de recoger las reclamaciones y denuncias referentes al sector hostelero -se han registrado en este sentido denuncias formales. Aunque según José Trujillo, responsable de la Oficina de Canarias de WWF/Adena, en su organización han recibido llamadas telefónicas de particulares que han visto cómo barcos descargaban delfines en el puerto, pero finalmente se ha quedado en un testimonio difícil de demostrar.
Fuentes cercanas a La Voz han podido constatar que uno de estos delfines que fueron descargados recientemente, fue a parar a los fogones de un restaurante, ubicado en las inmediaciones del Puerto de Arrecife. El hecho se perdió en la digestión de los clientes a quienes se les había ofrecido un plato sin nombre, "especialidad de la casa". Cuando sólo quedaban las migas supieron de boca del camarero, y por supuesto en susurros, que habían comido carne de delfín.
Doble infracción
José Trujillo recuerda que en estos casos se comete una doble infracción. Por una parte está prohibida la pesca, que se contempla como delito medioambiental, a pesar de que algunos marineros argumenten que cayó moribundo en sus redes, "porque, si esto se permitiera, aumentaría la picaresca". Los responsables medioam-bientales aclaran que cuando se encuentren estas especies muertas en alta mar "hay que dejarlas para que sigan la cadena trófica", es decir, sirvan de alimento para otras especies. En el caso de encontrarlas varadas en la costa deben ponerlo en conocimiento del servicio de varamiento del Gobierno de Canarias, explica José Trujillo, por si fuera necesario realizar una necropsia.
Por otra parte la comercialización de esta carne sería competencia de Turismo. Esto en el caso del delfín. Pero en cuanto a otras especies protegidas como los gueldes, que también se ofrecen como menú en algunos establecimientos hosteleros, la punibilidad clara recae en su mercadeo, salvo que hayan sido capturados fuera de aguas canarias, en zonas donde es legal, ya que la pesca de esta especie está permitida en el Archipiélago sólo para carnada.
Y quien hizo la ley, hizo la trampa, porque en estos casos los vigilantes cuando inspeccionan los barcos y comprueban que tienen autorización para pescar con este fin, no pueden hacer nada, a sabiendas de que más tarde será vendido en restaurantes, sin intermediarios, de forma directa. José Trujillo recuerda que en todos los casos está prohibido el consumo en general, tanto en establecimiento como de forma particular.
Escasas competencias
Los vigilantes que controlan las costas lanzaroteñas pertenecen al Gobierno de Canarias pero incluso ellos ven limitadas sus intervenciones, porque más allá de inspeccionar los barcos no tienen potestad para, por ejemplo, retirar la mercancía.
"Muchas cosas se hacen por la poca vigilancia y el poco control. Las competencias no las tienen bien asumidas. A ver si poco a poco se aumenta el número de vigilantes y su capacidad de actuación", propone Nereida Pérez. Por su parte, el Seprona no cuenta con una embarcación propia para perseguir estas infracciones y desde las autoridades competentes se lamentan de no poder denunciar de forma efectiva estas prácticas porque necesitarían pillarles "in fraganti" y entre los mismos pescadores se protegen cuando hay un chivatazo. Esto hace que pase a ser una realidad silenciada, a pesar de que se sabe que los gueldes, el delfín y la langosta canaria, también protegida, son en algunas ocasiones, parte de un menú contra el Medio Ambiente.