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Últimos días para enviar los microrrelatos del concurso de Radio Lanzarote

Los lectores ya han hecho llegar a La Voz más de 80 microrrelatos durante este verano de 2024

Radio Lanzarote recibe microrrelatos que competirán en el certamen

Los lanzaroteños cuentan con los últimos días para hacer llegar sus microrrelatos de la XIV edición del certamen de Microrrelatos de Radio Lanzarote Verano 2024. La participación al concurso estará disponible hasta el próximo 31 de agosto.

En esta ocasión el concurso homenajea al escritor Miguel de Unamuno puesto que se cumplen cien años de su destierro a Fuerteventura. Unamuno llegó a la isla majorera el 10 de marzo de 1924 y de ella dijo: "Estas colinas peladas parecen jorobas de camellos y en ellas se recorta el contorno de estos. Es una tierra acamellada". 

En esta edición los participantes deberán presentar una microhistoria que no debe exceder las 100 palabras entre las que no cuenta el texto introductorio que aportaremos a continuación. Los relatos tendrán el mismo comienzo que es una de las primeras frases del inicio de su obra Niebla: “En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto...” A partir de este comienzo los participantes deben imaginar qué pasa posteriormente.

Cada autor podrá enviar un máximo de cinco relatos, que podrá firmar con pseudónimo, aunque deberá indicar siempre un nombre y un teléfono de contacto. Asimismo, los relatos se enviarán a la dirección: concursorelatos@lanzarotemedia.net. Un año más, los Centros Turísticos colaboran con el certamen, cuyo plazo límite para enviar los textos es el próximo 31 de agosto

Un jurado compuestos por periodistas de Radio Lanzarote y La Voz de Lanzarote elegirán tres relatos ganadores y siete finalistas. El fallo del certamen se hará público en la segunda quincena de septiembre. El ganador del primer premio conseguirá una cena para dos personas en el restaurante de Jameos del Agua, mientras que el segundo premio es una de las experiencias insólitas para dos personas en Montañas del Fuego. Por último, el tercer premio es un brunch en el Jardín de Cactus. Todos los premios son para personas adultas.

A medida que se vayan recibiendo los relatos se publicarán en La Voz de Lanzarote. En la publicación no figurará el nombre del autor. Solo después del fallo se conocerán los nombres de los autores ganadores y finalistas. A la redacción siguen llegando los últimos microrrelatos para este concurso literario:

Sin Título

"En esto pasó por la calle, no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto voló con sus pensamientos hacia ella, como el rojo carmín de su boca sedienta. Como cántaro, pues en esa tierra de arena tienta vergel cualesquiera ser. Bajo su barba, con sus florituras de papel descansando en su camisa, se encontraba a placer. Se acercó a la mozuela y deseó abrazarla, sintiendo sus dunas aún sin el tacto de su piel. Y... de un sobresalto, saltó al sentir su pajarita desaparecer, pues más que mozuela, cabra es."

 

Título: La confusión de Augusto 

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. Después de seguirla durante un rato, la mujer se paró delante de un comercio, lo que aprovechó para ocultarse detrás de un vehículo. Mientras esperaba, subyugado por el garbo y el ritmo con que movía sus caderas, Augusto decidió que tenía que tomar la iniciativa. Al salir de la tienda allí estaba él, esperándola de frente para, sin pensarlo más, soltarle un «¡Guapa!», con el tono más cálido, atrevido y seductor que pudo. Sin darle importancia, la mujer le miró comprensiva y le contestó con cariño: «Augusto, que soy tu madre».

 

Título: Mi luna

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue,  como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto la siguió hasta una esquina poco  concurrida pues he ahí de la moza su guarida. Siendo cenicienta de saldo, y Augusto  recién cobrado, entró tras de ella a una habitación de la taberna. Surgió la magia  mientras en el escenario los juglares cantaban. Nueve meses después dio la sorpresa a  Augusto pues la moza en cinta estuvo. Dio a luz a una niña linda como la luna, querida  por ambos de aquí hasta la tumba. 

 

Título: Cánido 

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue,  como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto la persiguió con la cabeza alta,  pegado a su falda. La noche sin luna y la neblina envolvían la gran ciudad. Recorrieron como un kilómetro cuando la moza se percató de su presencia. Se dio la vuelta asustada y de su bolso sacó algo envuelto en un trapo. Al ver a Augusto se relajó y dejó caer un  hueso.  

–Toma dulce cánido – exclamó.  

Este lo cogió con su hocico, ladró y siguió su marcha en dirección opuesta. 

 

Título: El precio de un pan 

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue,  como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto, el alguacil del pueblo, gritó – ¡alto  ratera! – La moza asustada echó a correr. Casi sin aliento seguía corriendo mientras  Augusto se acercaba cada vez más. Se escuchó un golpe seco en el silencio de la noche  y la moza inconsciente cayó al suelo. Envuelto en un manto de color blanco dejó caer  una barra de pan recién hecha, que había robado al panadero hacia solo unos minutos.  Augusto, cínico y agresivo, continuó golpeándola. Solo se oía el sonido de los dientes  rotos de la moza contra los adoquines. Augusto no cesó hasta que ella dejó de respirar. 

 

SinTítulo

"En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto…”

…Apenas contempló su grácil figura lo supo, era ella. No podía ser nadie más. La reconocería allí donde la viese mientras conservase un hilo de vida y alguno de sus sentidos. 

Atraído por el indescriptible magnetismo que siempre la caracterizó, una extraña fuerza impulsó a Augusto a seguirla, pero sus pies se frenaron incluso antes de emprender la marcha. Su ya exiguo raciocinio le recordó que ella no era la misma. Posiblemente él tampoco lo fuese ya. Ser consciente de ello le aterraba, por eso prefirió quedarse añorando aquello que ya jamás volvería. 

 

Título: Enamoradizo

En esto que pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto...

Con paso ligero y aire intelectual intentó hacerse el despistado y provocar un casual encuentro, pero ella, que lo había calado y conocía bien las calles de Puerto Cabras, consiguió darle esquinazo y llegar al cuartelillo de la Guardia Civil, informando del hecho.

Dos fornidos guardias, con capa y bigote salieron en su busca y en un momento encontrábase Augusto balbuceando explicaciones sin mucha coherencia, en un calabozo húmedo y maloliente, donde hubo de pasar la noche.

Al día siguiente don Miguel, su respetado padre, tuvo a bien ir a rescatarle, acreditando que solo era un atolondrando sin malicia.

 

Título: Bon appétit

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta. Augusto la siguió hasta un sombría callejuela, donde la penumbra se espesaba con cada paso. De repente, ella se volvió hacia él, y su rostro se transfiguró en una horrenda mueca, sus colmillos, largos y afilados desafiaban las leyes de la naturaleza. Augusto intentó retroceder, pero la desgracia ya había sellado su destino; un frío sepulcral lo envolvió, mientras la risa espectral de la joven resonó en la oscuridad como un eco funesto.

—Bon appétit—murmuró ella, posando sus labios en el cuello de su presa.

 

Título: Una caza fructífera

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta. Augusto la siguió hasta un callejón, alimentando en su mente los más bajos instintos y perversiones que planeaba imponerle sin consentimiento. Sin embargo, en un instante, ella se giró con precisión, desenvainando un cuchillo que destellaba bajo la tenue luz. Antes de que Augusto pudiera reaccionar, sintió el acero helado rozando su cuello.

—Un muchacho joven con los órganos sanos... una caza fructífera la de hoy—murmuró con voz gélida.

La última visión de Augusto fue la sonrisa glacial de la joven, mientras su grito ahogado de terror se desvanecía en el silencio de la noche.

 

Título: La dama

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta. Augusto la siguió hasta el final de la avenida, la dama se detuvo y lo miró. Una opresiva sensación de pesadumbre invadió cada rincón de su alma. Intentó huir de ella y al girarse vio su propio cuerpo yaciendo inerte sobre el asfalto, los ojos abiertos y ensangrentado, con un perro entre sus manos, al que apenas minutos antes había salvado de ser atropellado por un coche. La multitud se congregaba alrededor del cadáver.

—¿Nos vamos?

La dama extendió una mano huesuda y cuando él se agarró a sus rígidos dedos ambos se desvanecieron, como si nunca hubieran estado allí.

 

Título: Estructura acamellada

“En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como

imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto.”

-Perdone su “excelentísima” pero no me fui precisamente “tras de sus ojos”...

“En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de su estructura acamellada se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto.”

-Eso sí fue lo que pasó... Ay... Aquella moza tenía dos buenas gibas…

 

Título: Niebla

“En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como

imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto...

Al rato la moza se percató de que la seguían, se dio la vuelta y sus ojos tormentosos se clavaron

en los del pobre Augusto que al instante se quedó obnubilado (es decir, se le nubló la vista)...

Pues sí, al desgraciado Augusto se le nubló la vista e, incluso, el entendimiento... Por eso elegí

Niebla como título de este desventurado relato”

 

Sin título:

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras sus ojos se fue imantado y sin darse cuenta de ello, Augusto. Después se quedó mirándola, ella se giró y le guiñó el ojo, acompañando el guiño con un movimiento de cabeza. Él la siguió. Se paran enfrente de una casa, ella lo mira de reojo, 'hoy la casera no está'. Una vez dentro, la moza le ofrece una copa de ron añejo con hielo. Se miran fijamente a los ojos y brindan.

Mis gustos son muy caros, comenta ella, ya sabe, ropa, joyas, abrigos ...por eso hago algún trabajo extra. Deja la copa, se acerca a él, y pasándole la lengua por sus labios, le susurra: ' no se  arrepentirá' .

Isla Balear

 

Título: Baile infinito

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. 

Ya había caído el espesor de la noche y Adelaida iba de camino al baile de magos que se celebraba en las fiestas del pueblo. La plaza se vestía con una luminaria mágica digna de las mejores casualidades, esas que la vida sólo te regala en contadas ocasiones. Augusto, entre nervioso y sonrojado, no titubeó ni un segundo en invitarla a bailar. Sin ambos saberlo, sería el primero de los muchos bailes que la vida les iba a regalar.

Una pareja de baile unida hasta el infinito del universo.

 

Título: Recuerdo pasajero

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto.

Lo cierto es que Adelaida ya sabía de la existencia del joven apuesto. El hecho de que Augusto no supiera de ella era muy sencillo: Adelaida intentaba pasar por la vida sin llamar mucho la atención, pero si algo está destinado para ti, encontrará la manera de acabar apareciendo por mucho que desees frenarlo. 

Tras el tropiezo de sus miradas, su mundo se paralizó y el tiempo jugó con los segundos, acelerándolos como los latidos de su corazón. Una mirada del pasado les hizo reconocerse. Ya se conocían de otra vida. Una vida en donde se amaron profundamente sin miedo.

 

Título: Infinito azul 

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto, cuyo corazón hasta ahora inerte, sintió por primera vez uno de esos latidos que nunca se olvidan, un latido que estruja tu alma, devorando cada parte de tu ser, esperando a gritos una caricia suave de ternura por parte de aquella muchacha de ojos azules.

La inmensidad del océano dormía en aquellos ojos llenos de vida. Ojos que jamás volvieron a encontrarse con el corazón melancólico de Augusto. 

 

Título: Ojos de Timanfaya

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. Hipnotizado por aquellos ojos negros que le recordaban a Timanfaya: serenos, enigmáticos y mágicos. Tenían en común ese misterio que te atrapa y que no te deja volver a la realidad, ya que vivir en los ojos de aquella muchacha era un espacio donde Augusto intuía que su vida vacía y sin sentido le había dado una tregua a la esperanza de ser amado. 

La mirada de Adelaida salvó el alma rota de aquel muchacho soñador sin que ella lo supiera. 

 

Título: Soledad cómplice 

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. 

La gélida soledad, aburrida de su condición, planeó ese encuentro entre ambos jóvenes. Quería ser testigo de lo que era sentirse acompañado. 

Cada tarde bajo la atenta mirada de la soledad, Adelaida y Augusto coincidían en el mismo punto del mercado hasta que un día de marzo, Augusto se armó de valor e invitó a salir a la joven muchacha. 

La soledad deseó por primera vez dejar de ser quien era para compartir su soledad con alguien. Desde entonces, la soledad escaparía de su escondite para observar el poder del amor entre dos humanos que se conocieron gracias a ella. 

 

Sin título:

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue como imantado y sin darse cuenta de ello, Augusto. Qué joven más apuesta y discreta' se dijo a sí mismo. La siguió y cuando estaba entrando en una casa, Augusto se escondió tras la esquina. Se quedó cautivado. Decidió esperar ,impaciente.

Al cabo de un buen rato ella volvió a salir, su tez morena relucía bajo el sol. Se dirigió a la plaza Mayor, sentándose en una terraza de un café. Es mi oportunidad, pensó Augusto. 'Buenas tardes señora, me permite?'  Garrida moza: ' por supuesto señor, siéntese, aquí sirven unos de los mejores cafés del mundo' .

Isla Balear

 

Título: El cigarrillo

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. Pronto volvió en sí; casi se había esfumado el ansiado cigarrillo del paseo vespertino y tocaba subir a casa. Miró, en la otra mano, la correa del animal al que cada tarde finge dar libertad en forma de rienda suelta. Esta vez el chucho estaba tardando más de lo normal en dar la vuelta a la manzana. Caminó hasta la esquina y allí lo vió: montando un numerito zalamero a dos guindillas que le reían las gracias. "¡Ay amigo, de esta aprendes! Esta noche duermes en el calabozo". Dando media vuelta tiró la colilla, entró al portal y lo cerró.

 

Título: Embrujo 

 

En esto pasó por la calle, no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse cuenta de ellos cuenta, Augusto.

No fue capaz de percibir que la temperatura se elevaba por momentos hasta coincidir con los  estímulos. Se indicó abierto a pactar con lo sublime, imaginando que caminar tras una garrida moza solo podía corresponderse con alguna maldad manifiesta de su mentor Migueldeu o del invento vascongado Goti, embarazado y desde ese momento esquivo amigo enemistado.

¡Me han embrujado! -soltó al notar que todos sus huesos acudían raudos a acompañar los destinos de una moza única.

Volteó el maleficio, obligándose a recurrir al pícaro Sebastian Sallow y a su maldición explosiva. En ese instante, reclamó: ¡Que la historia me disculpe!

 

Título: Esperanza

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto impresionado por su belleza, decidió seguirla. La observaba de paseo por la plaza del Varadero del Puerto del Carmen en Lanzarote, donde se deleitaba con las vistas al muelle y su encanto al atardecer. Pasado un tiempo, Augusto descubrió una triste mirada en la chica, se acercó a ella brindándole cariño, pero su esfuerzo fue inútil, detrás de aquellos bonitos ojos, Eugenia, guardaba mucho dolor por la experiencia de desamor que había vivido, tanto, que cerró las puertas del amor en su vida. Augusto se alejó, aunque atento a que los ojos de la garrida moza volvieran a brillar alegres.

Niebla

 

Sin título:

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos  se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto, aprovechando el haz de luz provocado por la soberana luna, que hizo que su sombra se  convirtiese en un corpulento acompañante poseedor de dos hermosas alas,  efecto que produjo un par de peñones incrustados en el alféizar de una  ventana, trató de proferir sus más ansiadas palabras en aquel instante, pero lo  único que agenció a decir fue un simple “disculpe, es usted de la zona?…” cuando lo que de verdad hubiese deseado decirle es que no continuase en sus  sueños, sino que constituyese parte de su realidad para siempre!!

 

Sin título:

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto.

La moza caminaba ligera hacia la costa. Sin que él pudiera entender cómo, ambos embarcaron rumbo a San Borondon. La isla, envuelta en niebla, se reveló fantástica. Al desembarcar, Augusto se encontró en una biblioteca gigante, donde los libros susurraban secretos del alma. La moza, convertida en musa, le llevó a explorar pensamientos olvidados. Al despertar, en su cama, con un libro abierto de Unamuno en el regazo, se preguntó si había sido un sueño o si realmente había vivido en la isla mítica.

Firmado: Charco del Norte

 

Título: Un saludo, un día más

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto solo miraba la falda, ayudándole a hilvanar sus propios pensamientos, su propia ausencia en aquel lugar.

Al otro lado de la calle León y Castillo un anciano miraba a Augusto, sin verle, un coche pasó y el anciano desvió la mirada.

A la noche, sin nadie que le viese, Augusto regresó a su casa. En el portal la moza le saludó.

Augusto durmió con la firme promesa de que, aún, una pequeña puerta de la sociedad se le abría.

Gracias al saludo, viviría un día más.

 

Título: Semáforo en rojo 

“En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto, que avanzaba sin mover los pies. Aquellos dos ojos en la nuca de la moza lo conducían, más bien lo arrastraban, ahora ya fuera de la ciudad, por un oscuro sendero... Eran dos faros en la noche guiándolo hacia un puerto seguro. Eran los ojos de Dios pretendiendo mostrarle alguna verdad universal... Y, entonces, empezaron a ascender. Y las estrellas ya no parecían tan lejanas. Y siguieron ascendiendo. Y Augusto acarició la felicidad plena. Y, cuando estaban llegando a su destino, se despertó, tirado en medio de la calle, con el estridente sonido de la sirena de una ambulancia”.