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Graciela Rodiño gana la VI edición del Certamen de Microrrelatos de Radio Lanzarote

El jurado ha decidido otorgarle el premio por su relato "El manto negro", mientras que Ana Montenegro se ha hecho con el segundo premio y María del Carmen Viñas Petían, con el tercero... Lea aquí los relatos ganadores y finalistas

Graciela Rodiño gana la VI edición del Certamen de Microrrelatos de Radio Lanzarote

La VI edición del Certamen de Microrrelatos de Radio Lanzarote-Onda Cero ya tiene ganadora. Se trata de Graciela Rodiño Vilariño. El jurado ha decidido que sea su relato "El manto negro", la desgarradora historia de una mujer a la que la guerra convirtió en viuda, el vencedor del concurso de este año, que tenía como tema el amor y el desamor. Junto con éste, el jurado, conformado por periodistas de La Voz de Lanzarote y Radio Lanzarote, ha premiado otros dos vencedores y ha escogido, además, siete relatos finalistas.

Así, Ana Montenegro Yebrí se ha alzado con la segunda posición, con un relato sin título que narra un amargo adiós tras toda una vida compartida. Por último, la obra "Destinos", una historia de catarsis tras un amor perdido, de María del Carmen Viñas Petian, ha obtenido el tercer premio. Tras este fallo, la ganadora del concurso, Graciela Rodiño Vilariño, podrá disfrutar de un fin de semana en el hotel Natura Palace de Playa Blanca para dos personas, mientras que la segunda clasificada recibirá un Mezze para dos personas en el restaurante Sebastyan, de la misma localidad, y la tercera premiada se llevará dos entradas para el cine 6D del Centro Comercial Biosfera de Puerto del Carmen.

Para esta edición del concurso, que ha recibido un total de 130 relatos participantes, se han escogido además otros siete relatos finalistas que, aunque no obtienen premio, han sido escogidos también por su calidad. Estos son los amores y desamores vencedores del certamen:

 

El relato ganador: El manto negro, de Graciela Rodiño Vilariño:


Así la vieron por última vez, caminando hacia los acantilados cargando en su pecho la destartalada radio que había llegado entre sus prendas. Sentada en aquel mar de rocas, con el dolor corroyéndole el alma, soltaba lágrimas amargas que maldecían esa guerra inútil, lejana, escuchando silenciosa las coplas que él le susurraba en sus noches de amor. Una vez vacía, sin vida, encaminó sus pasos hacia el gran azul.

Todavía hoy, cuando el sol incide sobre las olas, se puede oír a lo lejos un viejo transistor sonando débil mientras un manto negro flota a la deriva.

 

Segundo relato premiado, de Ana Montenegro Yebrí:


Él la observaba desde el altar mientras ella avanzaba enganchada a un ramo de lirios blancos, atraída por la pasión que despedían aquellos dos ojos que la contemplaban en cada paso que se acercaba. 

Ella entrelazó sus manos nerviosas con aquellas manos que la protegerían toda la vida, tras ese sí quiero que abrió las puertas a un lugar del cual durante años el amor no quiso escaparse. 

De pronto, la voz de una radio la golpea con la realidad cuando el locutor recuerda a los oyentes la hora del sepelio. Su última hora junto al amor de su vida. 

 

Tercer relato premiado, Destinos, de María del Carmen Viñas Petian:


Me dirijo a los acantilados por la carretera del norte. La nostalgia empaña mi alma y su voz de alba busca hacerse nido en mis adentros. Ignoro si seré capaz de regresar al ahora, después del eco. O ser bruma, con él.

Detengo mi coche y comienzo a caminar hasta el borde del acantilado. Inhalo todo el aire de los desencuentros para gritar su nombre y despedirlo. Caen al abismo los pétalos de las caricias. Lloro los siglos.

De regreso, suena la radio y nuestra canción me hace cautiva del ayer y de sus ojos.

Amor inquebrantable. Dos destinos.

 

Relatos finalistas:


Rutina, de Inés Francisco:

Cuando Hugo terminó de leer la nota que le había dejado su mujer diciéndole que lo abandonaba, le entró una risa histérica que precedió al llanto; descargada la autocompasión, puso música en la radio y se acostó en la cama en posición fetal abrazando un cojín. Continuó llorando hasta que quedó dormido.

Ana, sentada frente a la puerta principal de la estación, había dejado escapar el tren de la una y reflexionaba sobre cuándo su matrimonio se había convertido en una crisis sostenida en la conveniencia, mientras esperaba que Hugo, nuevamente,  llegara a buscarla acompañado de rutina y comodidad.

 

¿Adiós?, de Sarai Luis Placeres:

"Estás ahí sentado, tu mirada perdida y tus intensas ojeras mojadas delatan que has estado llorando. La radio ameniza el letargo de una última tarde. Yo me debato entre soñar nuevos horizontes o surcar un eterno mar de bonanza. Te miro y, por última vez, elevo mi maleta y camino hacia la puerta. No soy capaz de decir adiós.

- No espero que lo entiendas - fueron mis últimas palabras - no puedes encadenar eternamente un alma libre. No cortes mis alas.

Cierro la puerta tras de mí y, por fin, puedo respirar. Soy libre."

 

En la exposición, de Laura de la Cruz:

El cuadro de la mujer que lloraba le atrajo hasta el fondo de la galería .Su cuerpo, su pelo,sus finas manos, su mirada llena de melancolía, toda ella hacían que quisiera consolarla,secar sus lágrimas y besarla sin fin.

De fondo, a través de la radio sonó "la vie en rose", y pensó en los nuevos colores que acababa de descubrir gracias a ella. Se acercó, la mujer extendió su mano.

Cuando la exposición terminó él había desaparecido. La imagen del cuadro había cambiado, en su lugar una pareja se fundía en un abrazo eterno.

 

Sin título, de Emilio Brun

Mi abuelo era Luis, mi padre Luis, yo también. Ella Paloma,el primer amor,el primer baile,el primer beso,el primer sexo, el primer adiós.Los estudios nos separaron.Miles de años después nos encontramos con nuestros hijos pequeños en el Mercado Central.Los recuerdos pasaron como ese momento antes de la muerte, en que tu vida rueda a toda velocidad por la mente y te paraliza.¡adiós Paloma! ¡adiós Carmelo! Ni una vocal,ni una vocal repetía mientras se oía La distancia de Roberto Carlos en el puesto de tés.

Sería Barbara, pensé, antes de acostarme.

 

Padre, de Roque Mejías Barroso

Esperaba que la radio le trajera el sueño: como cada noche desde que te fuiste, madre.

No era tan fuerte, ni le daba lo mismo contigo que sin ti.

Desde mi cuarto, sumido en la oscuridad, entre anuncios y resultados deportivos, creo haber oído también algún suspiro,  algún  sollozo...¡la soledad de padre!

Cuando el cansancio me vencía, su vigilia me daba seguridad, arrullándome el runrún de su transistor.

Nunca sabré si las cuatro esquinitas de su cama guardaban sus sueños o desgarraban su alma, consumida por el amor o el desamor, pero todo era menos triste contigo, mamá.

 

Sin título, de Aridane Martín Rodríguez

Ayer, por fin, pude apagar la radio.

Dejó de darme miedo oír lo que se oye cuando sólo quedo yo. 

Hoy vuelvo a oler la canela sin que me recuerde al café que compartíamos. Miro en el espejo mi desnudo sin que el recuerdo diseñe tus manos sobre mis manos.

Y camino. Camino sin que importen tus pasos. No voy a mentirte, aún echo de menos descubrir constelaciones uniendo a besos tus lunares. Pero ya duermo. Y cuando despierto, ya no me haces falta para hilvanar mis sueños.

Acabo de encenderla de nuevo. Pero esta vez es para bailar conmigo. 

 

Sin título, de Silvana Centurión

El me buscó entre la gente, fue a la plaza, besó a tres chicas.

Siguió buscando.....

Viajó, me confundió con una azafata y ésta, se le quedó en el aire.

Se casó con la panadera, se dio cuenta de que yo no era, se divorció.

Puso un anuncio en la radio, pero no concretó con ninguna de las oyentes.

Buscando, buscando, fue a un restaurante chino, y no le gustó el zongzi.

El día que dejó de buscar, nos presentaron y por fin se enamoró.