"Hace unos años, cuando la isla tenía bonanza económica, un peón y un albañil podían ganar cada uno entre 3.000 y 6.000 euros, al igual que un ferrallista, fontanero u otros oficios. ¿Por qué apuntar hacia los funcionarios ahora cuando sólo ganaban entre 1.000 y 1.500 euros?
¿Dónde están los ahorros de los oficios? Creo que en muchos negocios y bares, ya que era muy común ver a esos trabajadores llegar y decir: ¡camarero sírvale a todos que pago yo! Mientras los funcionarios se mordían los nervios viendo cómo gentes con pocos estudios se gastaban el oro y el moro.
Oíamos comentarios como que alguno cobraba el paro y se jactaba de cobrar dos sueldos o cómo algunos profesionales de la construcción contaban los engaños con los materiales de baja calidad, que cobraban a precio de oro y decían a los ciudadanos: ¡O lo tomas o lo dejas! A mi sobra el trabajo. Si tú no me lo pagas, tengo lista de espera".