La ciudadanía conejera tiene claro el hecho irrefutable de convivir a capa y espada con la corrupción entre sus políticos. Que se sepa a ciencia cierta, sobre las últimas dos décadas la pasividad, encierta medida, de ...
La ciudadanía conejera tiene claro el hecho irrefutable de convivir a capa y espada con la corrupción entre sus políticos. Que se sepa a ciencia cierta, sobre las últimas dos décadas la pasividad, en
cierta medida, de la Justicia, no ha dejado de ser un obstáculo para que los investidos prosigan sus oscuros propósitos durante tantos años de ejercicio.
Este hecho tan claro como transparente, probado y verificable,
no ha hecho más que alentar a todos aquellos que, vara en mano, se hayan sentido fortalecidos, respaldados para proseguir con sus delictivas actividades.
Así pues, y viendo lo acontecido, no es de extrañar que aquel
que atenta prevaricando, falseando documentación o apropiándose
indebidamente de bienes, se le impongan irrisorias sanciones, y al de poca monta que sisa, le lapiden de por vida.
Al ciudadano de a pié, si se le pregunta, siempre estará de acuerdo con lo caótico e inverosímil de una situación perenne como la que padecemos, pero la realidad es siempre bien distinta. De un modo u otro nos vemos afectados directa o indirectamente, basándonos en situaciones como la de construir "a la zorra" una habitación en un fin de semana. Zac, zac, zac... ¡y yá está! Pintada y terminada para el lunes. Sin licencia, sin abonar tasas, simplemente se hace. Invadir zonas comunes, sencillamente, porque los demás también lo hacen. Es decir, nos tomamos la justicia por nuestra mano.
Esto se traduce en una espiral que se transmite de generación en
generación, demasiado peligrosa para una economía que está pidiendo a gritos que aflojen el estrangulamiento al que está sometida.
Lanzarote, desde que yo tengo uso de razón, ha tenido unas posibilidades tremendas para haber estado colocada a la cabeza de una economía intachable. Podríamos haber estado asemejándonos sin miramientos a cualquiera de las economias fuertes de Europa si hubiéramos hecho las cosas con rigor, criterio y seriedad. Se podría haber alcanzado un ordenamiento del territorio de incalculables prestaciones y podríamos haber sido un referente a escala internacional.
Pero todo eso se volatilizó al permitir la entrada de nuestras instituciones al lado oscuro de la fuerza, que jamás permitió que se desarrollasen modelos de crecimiento de vital importancia para la formación de empleo. En fin... que les voy a contar.