No tendrán que comprar libros ni gastar en uniformes ni en zapatos nuevos, pero los políticos lanzaroteños también se enfrentarán en estos días a la temida vuelta al cole. Salvo algún que otro culebrón veraniego, lo ...
No tendrán que comprar libros ni gastar en uniformes ni en zapatos nuevos, pero los políticos lanzaroteños también se enfrentarán en estos días a la temida vuelta al cole. Salvo algún que otro culebrón veraniego, lo cierto es que la actividad institucional ha estado sumida este verano, y especialmente en agosto, en un silencioso letargo, y sólo algunas polémicas vinculadas al urbanismo, sobre todo en Arrecife, han devuelto a la política a la primera línea de la actualidad.
Pero eso han sido sólo pequeños aperitivos comparado con lo que queda ahora por venir, porque el curso que se presenta por delante es decisivo. Para empezar, casi todos los cargos públicos tendrán que ponerse manos a la obra con aquellas asignaturas que dejaron para septiembre, como por ejemplo el famoso Plan Territorial Especial, o como tantos otros planes, proyectos y obras que siguen aparcados y sin ver la luz.
La diferencia este año es que no habrá revalidas ni repescas. El curso terminará en mayo, y ahí serán los ciudadanos los que pongan las notas definitivas, al menos hasta dentro de cuatro años. Por eso, en los próximos meses se va a poner toda la carne en el asador: la de intentar cumplir con compromisos adquiridos hace tiempo, la de dar regalitos a los votantes para que olviden aquello con lo que ni se cumplió ni se cumplirá, la de prometer, prometer y prometer y, sobre todo, la de empezar a despellejar al contrario. Y eso, considerando el pacto todavía en vigor, sin duda va a tener mucha miga.
Porque lo que se ha visto hasta ahora, con desautorizaciones entre los socios del tripartito, amenazas de ruptura y desacuerdos en casi todo sobre lo que se puede opinar, ha sido sólo un ligero calentamiento. Y si hasta el momento ha habido algunas "amistosas" zancadillas, con el comienzo del curso van a empezar los codazos, los empujones y hasta alguna que otra puñalada con nocturnidad y alevosía. Entre los socios, entre los no socios y también quizá dentro de las filas de algún partido, porque de todo hay en la viña del Señor, y más aún en las viñas políticas.
Por eso, el pacto del Cabildo va a tener que atravesar una cuesta casi insalvable, pero sólo casi. Porque después de la convulsa legislatura que está a punto de llegar a su fin, si algo no necesitan los partidos son nuevos escándalos e instabilidades que terminen de agotar a los votantes. Es decir, que unos y otros tendrán que hacer milagros para tensar la cuerda justo hasta el límite, pero sin llegar a romperla. Y si al final tiene que romperse, el objetivo será demostrar que los culpables fueron los otros.
Y con este escenario, y aunque sería importante para todos poder vender logros de gestión antes de que lleguen las elecciones, lo cierto es que será difícil que prospere nada de mediano calado, porque a ninguno de los socios de gobierno les va a bastar el hecho de compartir las medallas, y mucho menos correr el riesgo de que se las apunte el otro.
Pero aunque cultivar enemistades va a ser el deporte oficial de los partidos en los próximos meses, lo cierto es que también surgirán varios amores, y algunos de ellos imposibles. Y es que la fragmentación de partidos que se ha atravesado en Lanzarote está obligando a muchas fuerzas nacionalistas a darse un baño de realismo y entender que poco podrán hacer solos en los próximos comicios. Es el caso evidente de partidos como el CCN, el PNL o incluso el PIL, que sin Dimas Martín y sin todos los rostros conocidos que han abandonado sus filas y ahora se integran en ApL, sabe que tiene por delante unas elecciones más que complicadas.
Pero también es el caso precisamente de estos últimos, de los que integran Asamblea por Lanzarote, y también de Coalición Canaria. En este caso no es mantener dignamente el tipo lo que buscan, sino una victoria que mantenga las cotas de representatividad de las que han gozado hasta ahora. Y para ello siempre han sabido que su futuro pasa por unirse, pero lo cierto es que el camino hasta esa unión se está complicando mucho más de lo que esperaban. De hecho, tanto en las filas de CC como en las de ApL se escuchan muchas voces críticas que consideran inaceptable esa alianza, por las concesiones que tendrían que hacer. Pero el tiempo apremia y, las cabezas visibles de estos partidos sí tienen claro que más vale juntos que separados, por más que haya que asumir renuncias, como la de ceder las cabezas de lista en el Cabildo y Arrecife, en el caso de CC, o la de incluso renunciar a sus siglas, en el caso de Asamblea por Lanzarote.
Aunque mucho más difícil lo tienen el resto de los partidos nacionalistas, sin duda, a los que les va a resultar aún más complicado cerrar alianzas, que serían difíciles de explicar y de digerir. Y ni siquiera partidos como el PSOE o el PP van a tener un camino de rosas hacia las elecciones. El primero, porque también afronta algunas diferencias internas sobre cómo configurar sus listas, especialmente en Arrecife. El segundo, porque aún no ha superado la crisis abierta cuando perdieron la Presidencia del Cabildo, y llegará a las elecciones con una gestora que ha abierto una importante brecha y varias fugas en el partido.
Con todos estos ingredientes, los próximos nueve meses prometen ser un largo y duro embarazo. Habrá dolores, contracciones y quizá hasta alguna que otra nausea entre la ciudadanía, pero las elecciones son así, las campañas son así, y la política es así. Al menos, y para consuelo de los vecinos de esta isla, además de las canciones repetidas de los mítines también sonará otro tipo de música, como ya es tradición en este tipo de fechas. Así que el que se sienta hastiado del espectáculo preelectoral, al menos quizá pueda disfrutar de los conciertos.