Opinión

Un proceso de paz, un proceso de todos

El anuncio de alto el fuego realizado por ETA ha sido recibido con enorme satisfacción en cada rincón del territorio español. Aún en los sitios más lejanos al epicentro del conflicto histórico vasco, como lo puede ser ...


El anuncio de alto el fuego realizado por ETA ha sido recibido con enorme satisfacción en cada rincón del territorio español. Aún en los sitios más lejanos al epicentro del conflicto histórico vasco, como lo puede ser ...

El anuncio de alto el fuego realizado por ETA ha sido recibido con enorme satisfacción en cada rincón del territorio español. Aún en los sitios más lejanos al epicentro del conflicto histórico vasco, como lo puede ser Lanzarote, la noticia no pudo dejar indiferente a nadie, en unos tiempos en los que diversos hechos recientes, de índole sobre todo internacional, han demostrado que para el terrorismo no hay fronteras ni límites. Por eso, más allá de las diferentes matizaciones, un miércoles, un 22-M, toda España se acostó más tranquila, desde el País Vasco hasta La Graciosa.

Se abre ahora, y ya se ha dicho desde todos los sectores, un camino que será arduo para asegurar una pacificación total sin ceder a las presiones de quienes a base de balas, bombas y sangre, han querido imponer sus ideas. Pero es un camino que nace presidido por un gesto por la paz. Un gesto que no debe ser capitalizado por nadie. Un gesto por el que nadie debe colgarse medallas, pero que tampoco puede usarse para fomentar nuevas desconfianzas y nuevos odios.

Si es cierto, si realmente estamos ante un proceso de paz, las medallas debe colgárselas toda la sociedad española. Los que han sido víctimas directas del terror, los que han vivido durante años bajo la espada del miedo, los que han sufrido y llorado por cada uno de los 851 muertos que ha causado ETA a lo largo de su negra historia, o por cada víctima en la que la banda terrorista ha dejado secuelas imborrables con las que tendrá que vivir siempre.

Todo eso, todo ese daño y toda esa sangre, no se pueden ni se deben olvidar, y por eso el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se enfrenta a un desafío especialmente difícil. Porque sería un logro histórico poder terminar con el terror de ETA, pero tampoco se puede borrar el daño que ha causado hasta ahora.

El hecho de que ETA anuncie que abandona las armas no les convierte en héroes, ni mucho menos. Será necesario hablar y dialogar con ellos, pero no de igual a igual, porque sus manos todavía están manchadas de sangre. Y mucho menos, dejándose amedrentar por el miedo a que puedan retomar la violencia.

La cautela con la que todos los partidos dicen haber recibido esta noticia es la que debe primar de momento, al menos hasta terminar de aclarar qué persigue la banda terrorista con este nuevo paso. Pero lo que ya está claro es que se escuchan términos que no se habían escuchado hasta ahora, como "alto el fuego permanente". Ya no hablan de tregua, y eso es bueno, porque no da sensación de algo temporal. Y hay que darle la importancia que tiene. Ni echar las campanas al vuelo, porque aún queda un largo y espinoso camino por recorrer, ni intentar hacer ver que esto no significa nada, porque significa, y mucho.

Significa una oportunidad histórica, aunque ahora se deberá medir escrupulosamente cada paso que se dé. Y lo deberán medir todos, y especialmente los principales partidos: Partido Socialista y Partido Popular. Ahora, más que nunca, es tiempo de trabajar juntos y unidos, de que toda la sociedad trabaje junta y unida, y que vean ese ejemplo también en los partidos que representan en el Congreso de los Diputados a la mayoría de los españoles. Porque sólo con esa unión contra la violencia, en medio de las divergencias lógicas sobre otras cuestiones, se podrá recorrer con garantías de éxito ese camino hacia la pacificación interna del país.

El abandono de la violencia al que se compromete ETA llega en uno de los momentos de mayor crispación política en la historia de la España democrática, y el alto el fuego puede servir también para buscar sosiego en medio de tanta agresividad latente -y no pocas veces, también presente- en la clase política de este país, y que a veces parece bajar amenazadoramente ante una sociedad que recibe demasiados mensajes de que todo vale.

Y no vale todo para conseguir el fin de ETA, pero tampoco vale todo para cargar contra el adversario político. Sería muy triste, por utilizar una expresión suave, que se siguiera en la línea de utilizar el terrorismo como arma arrojadiza, o como arma electoral. Porque parece realmente increíble que alguien pueda llegar a priorizar otras cosas, cuando hay vidas humanas en juego. Y ya conocemos hacia dónde conduce ese peligroso camino.

Por eso, el Partido Popular debe ahora ayudar a quitar obstáculos, y no sumar piedras en el camino, y el Partido Socialista tiene que actuar en este proceso con la sinceridad y la transparencia que hasta hace bien poco exigía al PP. ¿Diálogo? De acuerdo. Sin amenazas, sin armas y sin sangre se puede dialogar sobre cualquier propuesta o aspiración. ¿Concesiones? Las que el pueblo español esté dispuesto a otorgar, si es que está dispuesto a otorgar alguna. Este es el proceso de todos, no el de ETA, y es España y sus ciudadanos quienes deben decidir cómo, cuándo y hasta dónde deben llegar las conversaciones.