Es indudable que las ciudades y pueblos de Europa que se abren al desarrollo lo hacen invirtiendo la pirámide de movilidad. Hasta hace unas décadas, la estructura era la siguiente:
1. Transporte privado (coche)
2. Vehículos de servicio o de traslado de mercancías
3. Guaguas o Taxis
4. Bicicleta o vehículos de velocidad limitada
5. Peatón
Cuando esta debería cambiar a:
1. Peatón
2. Bicicleta o vehículos de velocidad limitada
3. Guaguas o Taxis
4. Vehículos de servicio o de traslado de mercancías
5. Transporte privado (coche)
Como estarán pensando, la primera estructura es la que se vive en Lanzarote o en zonas donde la política solo tiene un papel de mediador en el plano económico y no social. Por suerte, en los últimos tiempos se está viviendo una revolución en la movilidad. Ciudades con miradas hacia el futuro de todo el planeta como Pontevedra, San Sebastián o Medellín, están apostando por medidas para democratizar este sector, haciendo de este la razón de ser de la cohesión de los pueblos.
Lanzarote ha mejorado en dotación de servicio en cuanto a este tema se refiere, pero aún queda lejos de invertir la pirámide de medios para adaptarla a los tiempos que corren, tiempos que quieren poner a las personas por delante. Las guaguas no compiten con el transporte privado, solo complementan su oferta de una manera bastante precaria.
¿Cuál es la razón de que la cordura en la gestión del transporte no llegue a la isla? La respuesta no es sencilla, ni tiene solamente una, pero podemos definir los principales impedimentos. Por un lado están algunas de las empresas de alquiler de automóviles, mayoritariamente estas controlan una parte de los concesionarios más grande de Lanzarote. Debido a esto, algunas ejercen de grupo de presión para impedir o poner trabas al desarrollo de políticas ambiciosas olvidando su responsabilidad social. Por otro lado está la filosofía política de una isla que no acaba de entender que la gestión pública no es solamente mediar entre los sectores económicos, sino bregar para conseguir medidas que impulsen el bien común. También el sector de los vehículos de transporte con conductor condiciona gran parte de la agenda política sobre este tema, estableciendo una parte de este, discursos que hacen que las guaguas no lleguen de una manera correcta a los centros neurálgicos de movilidad como son el aeropuerto o los distintos puertos de la isla. En otro foco, algunas de las grandes empresas del tejido insular quieren que los automóviles sean capaces de llegar hasta la entrada de sus centros comerciales, poniendo en pie de guerra a la opinión pública siempre que hay un proyecto de peatonalización encima de la mesa. Por último está nuestra responsabilidad a la hora de entender el transporte privado como un privilegio y algo contrario a la democratización. Queremos ir a comprar el pan en coche, vamos de compras en coche, queremos ir a ver cualquier cosa en coche y de esa manera nos olvidamos de las personas que no pueden conducir ni tienen acceso a un automóvil. Todas estas variables tienen algo común, el egoísmo.
Egoísmo es que las personas de los pueblos se vean abocadas a adquirir un automóvil por no tener acceso a la red de transporte. Egoísmo es que una familia que viene a ver la isla desde otro país o una familia local tengan que pasar por caja ya sea alquilando o comprando un coche para ver la naturaleza. Egoísmo es sentenciar al ostracismo a los comercios y territorios que no pueden conectarse con los otros, o a aquellas personas que necesitan ir al hospital y no les queda otro remedio que pagar sobrecostes para acceder a la sanidad. El transporte público no solo es un acto de equilibrio democrático y una de las herramientas más importantes de atender la igualdad de los ciudadanos, es también un elemento de cohesión territorial y comercial.
La política isleña tiene que empezar a luchar no por el interés particular de unas pocas personas o grupos sociales, sino por el conjunto de la población y las medidas que atiendan el interés general. Es en la movilidad, donde como sociedad podemos empezar a dar respuestas a los desafíos que debemos de atender. Una ordenación y planificación eficientes hace que las emisiones de carbono se reduzcan, que haya un intercambio comercial y de saberes entre otros muchos beneficios. En definitiva, Lanzarote tiene entre sus debilidades, una asignatura pendiente que debe acometer cuanto antes si quiere conectar con el mundo.